[dropcap]R[/dropcap]esulta imposible no trasladar la imaginación hasta el siglo XVI y evocar esas villas de recreo de Florencia, mientras uno pasea por el paraje de ‘El Bosque’, en el municipio salmantino de Béjar. Su distribución y elementos renacentistas le confieren un aire majestuoso y especial.
Beatriz Jiménez/ ICAL. Esta villa fue levantada por uno de los duques más importantes de Béjar, Francisco de Zúñiga y Sotomayor, en el año 1567 y está compuesta por varias terrazas. Destaca como todas las villas de este estilo, por estar ubicada en plena naturaleza pero muy cerca del casco urbano, cumpliendo así con las características teóricas reflejadas en los tratados redactados por estar ubicada en plena naturaleza pero muy cerca del casco urbano, cumpliendo así con las características teóricas reflejadas en los tratados redactados por eruditos italianos, como León Baptista Alberti.
Desde enero de 1946 y según lo dispuesto por la vigente Ley del Patrimonio Histórico Español, ‘El Bosque’ está considerado como un Bien de Interés Cultural (BIC) con la categoría de Jardín Histórico, figura máxima de protección del corpus legislativo del Patrimonio Histórico español, que comparte con otros jardines barrocos como el de La Granja de San Ildefonso, en Segovia. Desde 1999, la gestión de este complejo es compartida entre el Consistorio bejarano, al que le corresponden dos tercios, y el resto a la Junta de Castilla y León, como explica el arqueólogo y guía, Raúl Hernández.
Terraza residencial
Este espacio, situado a día de hoy en el casco urbano de la ciudad, se organiza sobre un eje longitudinal imaginario de Este a Oeste. Tiene tres terrazas principales, una de ellas es la del estanque, donde se localizan los edificios residenciales, palacete de veraneo de los duques, las caballerizas. Además, uno de sus extremos fue aprovechado para la instalación de una ermita y «la casa del bosquero», término usado ya en el siglo XVI para designar el oficio de lo que en otros lugares se conoce como ‘guardés’, tal y como reflejan varios documentos del Archivo Histórico Nacional.
Se han rehabilitado en todos los edificios las cubiertas y en la actualidad, se recupera la casa del bosquero, además, otras de las edificaciones ya restaurada son ‘la estufa’, un invernadero del siglo XIX, así como la ‘Fuente de la Sábana’, monumental surtidor construido en el Barroco, allá por el año de 1705.
En esta Terraza Residencial destaca el hermoso estanque, una obra magnífica de la ingeniería holandesa, puntera en esos momentos. En sus aguas se refleja de manera especial el palacete y los diferentes elementos circundantes, y en cuyo interior convive una abundante fauna. Como el duque de Béjar «era un noble con mucho dinero» lo que hizo fue traer hasta aquí a unos ingenieros holandeses para llevar a cabo esta gran obra, siguiendo el ejemplo de su señor el rey Felipe II. Además, en el centro de este estanque crearon una isla artificial con un templete, actualmente de hierro de estilo Neo-Morisco y que sustituye a uno de granito desmontado para dar satisfacción a los gustos burgueses del cambio de centuria entre los siglos XIX y XX.
La profundidad del estanque varió con el paso del tiempo, ya que en un principio era excesiva en la zona Oeste, lo que provoco problemas de estabilidad del dique holandés. El colmatado de la zona afectada con tierra propició la longevidad del espacio.
Esta villa fue en sus orígenes un coto de caza y pertenecía a los Zúñiga, duques de Béjar desde finales del siglo XV. En el siglo XVI se modifica sustancialmente el lugar con fines culturales, no hay que olvidar que «Cervantes dedicó la primera parte del Quijote al duque de Béjar».
En ese sentido, cabe destacar «los puntos de lectura, como la Exedra, la plaza de la Rotonda, donde se llevaban a cabo las representaciones teatrales o malabares», o la fuente de los ocho caños, que puede pasar casi desapercibida para el público, si no se conoce o se realiza una visita guiada. «Es una única pieza de granito realizada mediante talla directa con un conjunto único de mascarones antropomorfos», entre los que se pueden divisar un niño, un león o un fauno, relata la técnico de Museos y Turismo, Carmen Rubio.
Es de admirar también la calidad técnica de los canteros gallegos, que tallaron la pieza donde ni siquiera el vaso poligonal estaba elaborado de manera sencilla, «lo que sería un octógono», que no se une en los vértices sino que prolongan sus lados para conseguir un espacio más efectivo.
Terraza del jardín
La segunda terraza visitable, ya que de las tres solo se puede acceder a dos de ellas, es la Terraza del Jardín. En la actualidad es de estilo romántico, sin embargo, tal y como nos explica Carmen Rubio, «antes era de estilo renacentista y barroco y destacaba por la rigurosa geometría». Alrededor de 1869, cuando se expropió la finca al último duque de Béjar que la poseyó, fue comprada por el industrial bejarano Cipriano Rodríguez-Arias. El jardín formal se transformó en uno de estilo romántico, en el que destacan las coníferas, como la Secuoya, el Librocedro o cedro de incienso de California, así como la Tuya gigante, entre otras especies. En ‘El Bosque’ la masa de árboles más abundantes son los robles y castaños, «árboles autóctonos de la zona» que se complementan con zonas de choperas, alisedas y fresnedas.
En este lugar también se encuentran varias fuentes con «los zampilli o burlas del agua», conocidos así porque «se activaban para empapar literalmente a los incautos visitantes».
Terraza de la Huerta
Por debajo de la Terraza del Jardín está la Terraza de la Huerta, que sigue existiendo como tal, aunque en estos momentos «no tiene huerto», pero que está en proceso de recuperación. En este lugar se realiza una intervención arqueológica con el fin de «documentar las posibles etapas cronológicas del espacio». Lo que se cultivaba en esta zona, según el catastro del Marqués de la Ensenada, eran fresas y frambuesas en parterres, rodeados de manzanos, perales y membrillos «de los que apenas quedan algunos ejemplares».
Este ‘Bosque Béjar’ es especial por ser una de las tres únicas villas renacentistas de estilo italiano que se mantienen en España y «la mejor conservada». Prueba de ello, «es la rigurosa conservación del original diseño de la villa», dice Raúl Hernández, con los espacios aterrazados, los edificios y los prados donde vivían tanto animales domésticos como salvajes.
Sin duda uno de los elementos vivos más destacables es un Tejo, que según explica Carmen Rubio, «ronda los 500 años de antigüedad». Éste es un árbol venoso, pero considerado como «mágico desde el mundo celta». Además, el espacio cuenta con «uno de los Tilos más grandes de Castilla y León».
La afluencia de público que acude a este lugar «se va incrementando» con el paso de los años por tratarse de un espacio «tan singular», que se mantiene a pesar de los siglos.
Exposición en el Museo
Por su parte, el Museo de Salamanca de la capital, acoge la exposición ‘Laboratorio Vegetal’, una muestra que combina el conocimiento sensorial del ‘Jardín Histórico El Bosque de Béjar’ con un recorrido por las distintas intervenciones que, a lo largo que la historia, se han ejecutado en esta finca.
«Se trata de una muestra eminentemente sensorial, sensitiva y en cierta medida conceptual», aunque nunca abstracta ni cerrada. En esta exposición se muestra a través de diferentes recursos, el proceso de creación del proyecto de un jardín. En concreto, el de la restauración de las Huertas Históricas.
De este modo, todo el que se acerque hasta ella, podrá hacer una visita «abierta a interpretaciones plurales, incluso dispares», en un paseo cambiante, en el que se pueden ver las distintas piezas expuestas, los documentos, los textos y las imágenes, en bucles o zigzag iterados.