Opinión

El árbol caído

El árbol caído.

 

[dropcap]E[/dropcap]n este otoño del 19 nos han visitado varías tormentas, un tanto fuertes, procedentes del Atlántico. Siguiendo la moda vigente, por no decir la fiebre, las han llamado con nombres que siguen el alfabeto, alertando a la población, que es de lo que se trataba. La última, más ventosa, que coincidió con la llegada del invierno, derribó en Salamanca árboles por doquier.

 

Pero «cada uno cuenta la verbena según le va en ella«. Por lo que a mí respecta, me ha afectado en la vivienda de mi hijo, derribando un árbol y arrancando incluso sus raíces, que han levantado y agrietado la cerca. Y aún hubiese hecho más daño si el tronco no hubiese encontrado apoyo en la casa, en la que sólo rompió dos tejas.

El viento ha sido muy fuerte, sí, pero no con el dramatismo de un tornado como los que estamos acostumbrados a ver en los telediarios y en películas norteamericanas. Yo he visto los efectos de uno que pasó por Galicia en enero de 2010. En las fragas y bosques de eucaliptos dejó un pasillo de destrucción de unos 20 metros de ancho; no pasó por pueblos, pero las casas aisladas que pilló quedaron sin tejado.

Al caer el árbol sus raíces levantaron la valla.

Para endulzar este incidente se me ha «ocurrido» dedicar un epitafio versiforme al árbol caído de mi hijo, que podía haber causado muchos daños en la casa pero apenas lo hizo.

EPITAFIO AL ÁRBOL CAÍDO

Hojas del árbol caídas

juguetes del viento son.

Caísteis con todo el árbol

tumbado por un ciclón.

No fueron las mustias hojas

lo que el viento se llevó.

Fue todo el árbol, entero;

nada, nada perdonó.

Las raíces se salieron

del suelo, sin compasión,

y la valla levantaron

como si fuese algodón.

Sin sustento te quedaste

cual si fueras un anciano;

en la casa te apoyaste

sin hacerla ningún daño.

Ahora habrá que trocearte

para el fuego alimentar,

pues tus astillas darán

mucho calor al hogar.

Por los alegres cantores

que en ti formaron su nido,

por la sombra que me has dado,

yo te quedo agradecido.

(Salamanca, 6 enero 2020)

 

De vez en cuando sufrimos la presencia de estas tormentas, que en muchas ocasiones traen consigo un viento huracanado. Son la consecuencia de un desajuste atmosférico provocado por la Corriente del Golfo, lo que se dio en llamar «el anticiclón de las Azores».

Me explicaba el gran profesor de Geodinámica Externa, don Francisco Hernández Pacheco –y yo lo hacía también, cuando impartí esa misma asignatura–, que las cálidas corrientes Ecuatoriales del Norte y del Sur, al llegar al Golfo de Méjico, actúan unidas como si fuese la pelota manejada por un jugador de cesta-punta, modificando su rumbo oeste-noroeste por el nordeste, cambiando de nombre por la del Golfo, lanzando un chorro de calor sobre las costas de Europa Occidental y creando un desequilibrio atmosférico en su trayecto, responsable del peculiar clima europeo, no adaptado a la latitud que le corresponde.

Corrientes marinas.

Pero esto no siempre ocurrió así. Hasta el Mioceno, que comenzó hace unos 23 millones de años, las dos Américas estaban separadas, de modo que la cálida corriente ecuatorial pasaría entre ambas sin problema. Pero al comienzo del Mioceno se levantaron las Montañas Rocosas, la Cordillera Andina y la conexión entre ellas, el istmo de Panamá, provocando el rebote de la corriente. Este cambio paleogeográfico trajo consigo un trasiego de faunas entre las dos Américas, hasta ese momento muy diferenciadas, como fue proclamado hace cien años por el gran paleontólogo George Gaylord Simpson. Ese tránsito norte-sur, o viceversa, no fue detenido por barreras geográficas.

Pero en lo que después fue Europa sí había barreras en sentido Este-Oeste y el cambio climático que supuso la nueva llegada de los trastornos atmosféricos acabó con la mayor parte de la flora y fauna del Oligoceno, para ser sustituidas por otras nuevas, ya en el Mioceno. ¡Ese sí que fue un cambio climático, y no lo que dicen que estamos padeciendo ahora!

Antes del Mioceno, al no encontrar obstáculos, las corrientes ecuatoriales pasaban entre las dos Américas.

2 comentarios en «El árbol caído»

  1. Querido amigo: Aunque con retras he eido la úlima de tus ocurrencias
    Precioso el verso y muy didactico e interesante las explicaciones y lecciones que cada semanas nos das.
    por lo cual te quedo muy agradecida.
    En espera de la próxima, mis saludos a su sra. y para usted querido amigo, un gran abrazo.
    Creo que le dije que mi ibro ya saio hace casi n mes y esta teniendo buena acogida
    De moment lo mando por correo pero he enviado muchísimos ya a todas parte de la peninsula.
    Se lo comento porque sé que se alegrará por mi, no me cabe nnguna duda.
    Buenas noches. Buen descanso

    Responder

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