[dropcap]E[/dropcap]n casa del cantero, florecen las piedras o al menos, el granito, en el caso del hogar Julio Calderón, en Lumbrales, cuyas manos hacen ‘florecer’ construcciones antiguas, iconos salmantinos o monumentos que están grabados en la retina del cantero del Abadengo.
Beatriz Jiménez/ ICAL. A las puertas del Parque Natural de Los Arribes del Duero vive Julio Calderón junto a su familia. Es un hombre trabajador, «muy activo», dicen sus vecinos y también buen conocedor de las tierras y huertas de la zona, como «alcalde de campo» que fue durante mucho tiempo. A sus 83 años, este lumbralense desborda una energía envidiable por eso, él mismo asegura que «nunca va a parar», a pesar de estar jubilado «oficialmente», mantiene que «esta es su vida».
Este municipio salmantino es conocido por su popular piedra arenisca y por el granito, que es aprovechado también para recursos naturales. Así se puede apreciar en las propias viviendas y también en construcciones como las fuentes, molinos e incluso las chozas de las tierras, utilizadas por los pastores o labradores para resguardarse, al igual que los corrales para los animales.
En plena plaza del mercado de Lumbrales se encuentra la carnicería de su hijo Julio, conocida por su original escaparate, que cada año «luce más hermoso», apunta una vecina. Nadie se resiste a parar frente a la cristalera para observar con qué mimo y cuidado esta familia pone cada Navidad ‘su tradicional Belén’. En él son protagonistas las obras de piedra fabricadas por el padre y que han logrado además de varios premios como el que recuerdan de la Diputación de Salamanca hace un par de años, que también fue expuesto en la capital durante unas semanas.
Afición y devoción
Es allí, donde con una tímida sonrisa, Julio Calderón cuenta que lleva ya muchos años dedicando su tiempo libre a tallar la piedra del campo, esa que se encuentra en sus paseos o faenas diarias. Asimismo, relata que su vida ha estado dedicada al campo y a pesar de tener una edad, remarca que «nunca se jubilará» y es que «no puede estar parado». Asegura que lo suyo «es el campo y la artesanía con la piedra, sobre todo el granito».
Antes, este lumbralense mantenía también el ganado en las fincas, y al jubilarse lo vendió, pero el campo… «eso no lo puede dejar», remarca con rotundidad. Dice que cada día sale a las tierras y se pone a hacer paredes de piedra, porque según cuenta también trabajó en ello un tiempo y eso «le gusta mucho». Con los trozos de granito que le sobran o que encuentra por el camino, Julio Calderón labra las chozas y construcciones que se localizan en el campo charro de Lumbrales. Quiere mantener en su memoria y también en la de todos las vecinos esa arquitectura «peculiar».
Recreaciones en piedra
Con una de sus esculturas en la mano, mientras acaricia su piedra, señala que «da mucho trabajo». Así explica cómo es su labor. Primero corta las piedras seleccionadas con un alicate o tenaza y también usa el martillo. En su cabeza él reproduce la imagen que quiere recrear, pero lamenta cómo a veces, «cuando vas arreglando un lado, das un mal golpe y la piedra se parte por donde no debe», ahí es donde «hay que volver a empezar», y aunque le da rabia, este vecino de Lumbrales «no se rinde». Algunas de esas casas son ovaladas, redondas o cuadradas y también están los verracos hechos en una única pieza de piedra.
Asegura que en un día «no termina el trabajo», porque se tardan varias horas en cortar la piedra, preparar y pegar bien. Muchas de las construcciones que realiza son recreaciones de las que se encuentra por el campo, como los refugios para los pastores o el ganado. Además, entre sus obras también destaca el Castillo de Sobradillo, el cual a través de unas fotos que le hicieron fue capaz de recrear artesanalmente con las piedras. «Toda una obra de arte», muestra orgulloso Julio Calderón, hijo, quien tiene expuestos permanentemente estos trabajos en la sala anexa a la carnicería. Allí también se divisa la ermita del pueblo, de la que dice «dio más trabajo», porque es de mayor tamaño y en ella quiso reflejar «cada detalle».
Este artesano explica que en este tiempo más frío emplea la cola que los albañiles usan para fijar los azulejos y los suelos, para pegar las piedras, pero «con el frío tira poco», por lo que «hay que darle más tiempo o poner algo de calor cerca» para asegurar el secado y que todas las piezas queden unidas, tal y como argumenta.
Cuando el tiempo calienta «no paro de poner piedras, porque el sol y el aire lo calientan rápido», señala. Y así pasa este vecino de Lumbrales su tiempo, «un rato me voy a las fincas que tenemos en el campo y hago las paredes y otro me siento y corto piedras para después hacer las chozas». Sin perder la sonrisa, dice mantenerse activo e ir «poco a poco» con las labores.
Una sala de exposiciones con ‘chicha’
Su hijo Julio se muestra muy orgulloso del trabajo de su padre, del que también señala que «no para quieto» y para él es un «orgullo» poder mostrarlo en el local de su carnicería. Además, afirma que «lo hace por él», porque «le conoce mucha gente dentro y fuera del pueblo y es un orgullo mostrarlo en su nombre», porque quizás es «lo más grande». Así, también se contribuye a que esta tradición de esculpir el granito y las construcciones típicas del campo «permanezcan en la memoria».
Cuenta la anécdota que todo empezó porque su mujer pidió a su padre que hiciera un portal para el Nacimiento que les gusta poner todos los años. De manera que se puso manos a la obra y no solo hizo el portal sino que también construyó una choza y a partir de ahí «no ha parado de hacer cosas».
También ha conseguido recrear la Torre del Castillo de San Felices de los Gallegos y una reproducción de la escultura del ‘Burro de la Barrera’, que se configura como uno de los restos de la cultura vetona, encontrado en el Castro de las Merchanas, muy famoso en la capital del Abadengo. Se trata de una escultura de granito de una sola pieza que representa a un jabalí en actitud de atacar. Como esta figura, pero en menor tamaño «tiene unos cuantos», afirma su familia.
Todas las obras de piedra que Julio Calderón realiza manualmente, pretenden atestiguar los rasgos de su pueblo para que «no desaparezcan» y asegura que ya tiene «algunas piedritas preparadas» para el día que cuadre ponerse a la faena y continuar recreando la memoria de su campo y de su vida.