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Opinión

Ignacio Azcuna, entonces

[dropcap]H[/dropcap]oy se ha dado sepultura al alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna. En las rememoraciones salmantinas que se han plasmado, ¡qué curioso!, siempre se ha recurrido a su condición de unamuniano y a llevarlo al bar Plus Ultra a tomar pimientos, porque en una de sus recientes visitas se refirió a ese gusto, que era lo que hacía medio mundo en esos tiempos, en un establecimiento bien diferente, con su sabor a bar a la antigua usanza.

Pero en Salamanca dejó más rastros Iñaki Azkuna, que entonces figuraba oficialmente y en los periódicos como Ignacio Azcuna, porque a ver quién era el guapo que se denominaba a lo vasco en aquella España dictatorial. Y de esa etapa quien más conoce es el vasco-salmantino Enrique Clemente, que fue compañero de andanzas de protestas, e incluso de piso, de Azkuna. En aquellos tiempos suponía una rareza que los estudiantes de fuera

Iñaki Azkuna.

se asentara en en pisos, como hoy es tan común; las pensiones y los colegios daban acogida a los forasteros. En esa nueva dimensión de alojamiento estuvo el grupo de “los vascos”, que sentaron “casa” en el paseo de Canalejas, donde se recibían frecuentes visitas de la Policía para buscar indicios conspiratorios. Entre los inquilinos figuraban los estudiantes de la facultad de Letras Enrique Clemente, el escritor navarro Ramón Irigoyen –en etapa de radicalismo–, y los alumnos de la facultad de Medicina el ginecólogo Fernando Cristóbal y el también médico Iñaki Azkuna, que entonces coqueteaba con el trostkismo, aunque luego –tras la estancia en París, en pleno fragor de mayo del 68– fuera a caer en el sector crítico del PNV, con recorrido glorioso, como sabemos, hasta llegar a ser denominado “el mejor alcalde del mundo”.

En ese momento, invierno de 1967, Iñaki Azkuna figuraba como delegado de actividades culturales de la facultad de Medicina, y con la misma delegación de la facultad de Letras y la del Distrito –que entonces encabezaba el psiquiatra José Basabe— se montó el I Concurso de Teatro Leído, que figuró como muestra de desviación de las propuestas del SEU, el sindicato estudiantil obligatorio que era instrumentalizado para “otras propuestas”, saltando por encima del oficialismo del TEU, como reflejaron los organizadores al establecer los objetivos del ciclo, con autores y obras alejadas de la ortodoxia del régimen. Lo habían hecho también en Letras otro grupo donde figuraban el actor Mario Pardo, el poeta Aníbal Núñez, Mari Luci G. Gagoiti, José Manuel Martínez… Aunque quizá los hechos más sonados tuvieron lugar con motivo de la denominada “huelga de los cines” y la revuelta contra el concurso nacional de Teatro del SEU, del que fue cerebro Ramón Irigoyen.

Como ya referí en mi libro “Salamanca 1950-1992. Materiales para la Historia” (2002), eran los tiempos en que además de Azkuna y Enrique Clemente –el dirigente de la muy activa JEC–, figuró un hombre con especial influencia, el sacerdote y profesor de Psicología Enrique Freijo, y comenzaban su recorrido gentes hoy tan conocidas como Jesús Málaga, Rafael de Agapito, Dionisio Alonso, Patricio de Blas…, y también iban y venían, entre otros, Jesús “Cuchas” Ruipérez, Miguel Cid, José Castro Rabadán, Inocencio G. Velasco, Manuel Desviat, José Miguel Ullán…, en los incordios opositores al régimen dictatorial, en los que anduvo enredado abiertamente el entonces Ignacio Azcuna.

 

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