[dropcap]N[/dropcap]ada más entrar en el edificio histórico de la Universidad bajamos por el zaguán hacia el claustro; este cuadrado, que algunos dicen imperfecto, tiene una mezcla de estilos y épocas.Nos quedamos en la planta baja cuya galería está recorrida por unos arcos sencillos en número de veintitrés, seis por crujía y tan sólo cinco en el lado de poniente.
Las puertas abiertas de las aulas tradicionales nos invitan a conocer su historia y es que, al menos, las salas septentrionales habían llegado en mal estado a la segunda mitad del siglo XVI, por lo que el proyecto presentado en 1570 por Rodrigo Gil de Hontañón nos las ha legado tal cual las podemos contemplar hoy día, evitando las reformas llevadas a cabo en el resto del edificio en el siglo XIX.
Si una, e importante, es el Paraninfo, la otra es el aula de Teología donde impartió clases desarrollando excepcionales discusiones académicas nuestro insigne profesor; en ella llama la atención su traza sencilla y la disposición del antiguo mobiliario: la preside, con iluminación tenue, el púlpito con su tornavoz y el asiento para el repetidor a sus pies; y además, elevado del suelo a ambos lados, el estrado con balaustre para los doctores.
En esta ocasión no ha sido preciso viajar al pasado —¡no alertémos a los protagonistas de su tiempo con nuestras pesquisas!— pero la atmósfera creada en ella trasciende y hemos tomado asiento para oír la lección; tanto las mesas como los bancos, apoyados ambos en pies derechos, han dejado de ser sencillas vigas casi sin desbastar —aunque sí muy desgastadas— para convertirse en un álbum de madera, de historia variopinta, repleto de marcas, muescas, fechas, escudos y nombres —nombres casi anónimos y nombres de renombre—; escribir algo sobre un papel en estas mesas se nos antoja crear un nuevo arte de la perforación, mejor no intentarlo y lo más acertado será escuchar al orador.
«…», como es más que dudoso que lo dijera, tampoco nosotros lo vamos a decir; hasta el siglo XVIII no se menciona que lo pronunciara, además, desde su libertad en diciembre de 1576 no fue hasta dos años más tarde cuando pasó a ocupar, por mandato, una cátedra diferente a la que ostentaba.
De Belmonte, Cuenca, nació un día de un mes desconocidos de 1527 ó 1528 y falleció el 23-VIII-1591 en Madrigal de las Altas Torres; una de las cumbres de nuestra poesía lírica, catedrático de Teología, de Biblia y de Filosofía Moral.
El Concilio de Trento había prohibido verter al romance la Biblia en todas o alguna de sus partes, por lo que nuestro fray Luis fue denunciado a la Inquisición por traducir en un bello castellano el «Cantar de Cantares» del rey Salomón, permitiéndose advertir también que las Sagradas Escrituras de San Jerónimo («La Vulgata») contenían gran número de errores; sin olvidar el agravante que suponía ser judío en cuarto grado, lo que impidió en el tiempo una posible canonización. El juicio que le llevó a prisión fue en 1572 y se libró de la tortura, tal vez, por mandato del propio rey Felipe II.
Luis se convierte en fray Luis en 1544, procesando en el convento de San Agustín, del que dice S. Vicente Ferrer «taller de santos y seminario de sapientísimos maestros».
Tras su muerte, el cuerpo fue trasladado inmediatamente para su entierro al convento de Salamanca, al que llega la medianoche del día 24.
Sus restos son rescatados a las cuatro de la tarde del 13-III-1856 de un convento en ruinas empezado a demoler en mayo de 1810 y volado definitivamente a las seis de la tarde del 17-V-1812 por los franceses.
****Curiosidades de la estatua de Fray Luis.
- Propuestas de ubicación: Plaza Mayor, de Santo Tomé y del Colegio Viejo.
- En 1858 la reina Isabel II autorizó una suscripción nacional para financiar la escultura.
- Monumento inaugurado el XXV – ABRIL – MDCCCLXIX
- «El aire el huerto orea, / y ofrece mil olores al sentido, / los árboles menea /
con un manso ruido, / que del oro y del cetro pone olvido» - «Del monte, en la ladera / por mi mano plantado tengo un huerto / que con la primavera /
de bella flor cubierto, / ya muestra en esperanza el fruto cierto» - El escultor realizó la figura en Roma al tamaño definitivo (2’60 m.) en el año 1868.
- La fundición y cincelado se llevó a cabo en unos talleres de Marsella.
- En el pedestal, bajo relieve de una ninfa con lira, alegoría de la Poesía.
- Modesto Falcón: «Yo no sabré decir si esa estatua corresponde a una realidad histórica,
pero puedo afirmar en conciencia que ese es el fray Luis de León que conocí toda mi vida»
2 comentarios en «Fray Luis de León»
Una nueva píldora de historia concentrada.
Aunque tomadas en pequeñas dosis, son de intenso efecto.
Historia que invade nuestros sentidos desde muy diferentes perspectivas, a través de texto e imágenes.
Gracias, Pesquisidores.
buenas tardes ,es bonito saber que los eternos turistas de la ciudad ,se esmeran en enseñar en pequeñas dosis ,como el buen perfume ,trocitos de la historia de la ciudad .Gracias ,chatines