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Opinión

Zorros en el Jerte

Imagen de lunayhana en Pixabay

 

– ¡Me parece que este año no podré ir al valle del Jerte!

– ¿Es que va todos los años?

– Pues sí. Me entusiasma descender al valle desde el puerto de Tornavacas, sobre todo en esta época, con los cerezos en flor…

– ¡Hombre! El espectáculo es muy bonito, con toda la ladera blanca, que parece como si hubiese nevado. La decepción te la llevas abajo, cuando ves que los pueblos han cambiado su personalidad, sustituyendo la tradición por el progreso… Sí; imitan la arquitectura serrana antigua, pero tienen un sello como de aprovechamiento turístico comercial… ¡Perdieron su encanto!

– Sí. Así es. Pero estará de acuerdo conmigo en que la cereza ha hecho progresar extraordinariamente a la gente…

– Eso es verdad hasta cierto punto. Pero acuérdese de aquello de que «en el pecado está la penitencia…»

– ¿Qué quiere decir? ¿No es preferible que todos se hayan enriquecido?

– ¡A ver si me explico! Me recuerda aquel cuento de una pequeña isla en que se escaparon los conejos de una granja y, como no tenían depredadores, proliferaron extraordinariamente. Tanto, que eran una plaga que arruinaba el campo y las cosechas. Los granjeros pensaron una solución, que consistía en soltar unos zorros traídos del continente. Dicho y hecho, e inmediatamente empezaron a verse los resultados. Poco a poco se vio que los conejos ya no eran tan abundantes y los isleños respiraron tranquilos.

«Pero, mira por donde, la abundancia de caza hizo que la población vulpeña aumentase demasiado, y con el tiempo los conejos empezaron a escasear y fueron ellos los que constituyeron la plaga, al tener que depredar en las granjas. Se organizaban batidas para exterminarlos, pero ya es sabido que estos animales son muy listos y no había forma de combatirlos…

 

– ¿Y cómo acaba el cuento?

– Bueno, se le pueden dar varios finales. Por ejemplo, que los granjeros, cansados, emigraron a otra parte. Los zorros proliferaron tanto que la caza se hacía muy difícil por la progresiva escasez de caza… Los depredadores fueron a menos y entonces los conejos supervivientes comenzaron a reproducirse masivamente. Nuevamente los zorros tenían que comer y… ¡vuelta a empezar!

– ¿Y entonces…?

– Pues mire usted. Como la Naturaleza es muy sabia, aprovechando que la isla había sido abandonada por el Hombre, se llegó a un equilibrio, de modo que ninguno de los contendientes, caza y cazador, sobrepasaban los límites numéricos que sus Leyes marcaban. Y colorín, colorado…

– O sea, que el Hombre es el destructor de la Naturaleza, pero que al final ésta siempre gana…

– ¡Exactamente!

– Bien. Pero ahora explíqueme que tiene que ver este cuento con el valle del Jerte.

– Pues es muy sencillo. Durante muchos años, el Valle ha sido sinónimo de producción de cerezas, con una cantidad que a veces se acercaba a la mitad de la producción total de España. Pero los valles vecinos quisieron disfrutar también de esa prosperidad, cosa que es lo normal en el Hombre, y sustituyeron incontroladamente su riqueza natural, castaños y robles, y sus cultivos tradicionales, por los cerezos. Con esta abundancia el precio de las cosechas bajó y la recolección se encareció, no haciéndose productiva. ¿Qué solución tiene este problema? Desoyendo los consejos de los ecólogos, que son los únicos fiables –ecólogos, no ecologistas–, mucha gente está sustituyendo los cerezos por pistachos, que parece que dan buen dinero. O por las higueras de siempre, pero éstas enriquecen al dueño más lentamente…

– ¿Y qué pueden hacer los ecólogos?

– No le puedo decir. No soy especialista en ello. Pero para eso han estudiado una carrera. Recuerde aquello de «…doctores tiene la Iglesia«. El problema es que se contaminen por la presión a que sean sometidos y busquen una solución más política o económica que natural, con lo que la situación se arreglará muy poco o nada…

– ¡Pues estamos apañados! ¡Y yo que cuando empecé a hablarle hoy lo que quería es que me explicase la evolución del paisaje, que sí es lo suyo…!

– Bueno. Pues de eso le hablaré otro día ¿De acuerdo?

– ¡De acuerdo!  ¡Hasta mañana, pues!

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