Opinión

El factor humano V: pobres y parados. Demasiados

Imagen de 1820796 en Pixabay

 

Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general. Constitución Española (Artículo 128).

El Estado, mediante ley, podrá planificar la actividad económica general para atender a las necesidades colectivas, equilibrar y armonizar el desarrollo regional y sectorial y estimular el crecimiento de la renta y de la riqueza y su más justa distribución. Constitución Española (Artículo 131).

 

[dropcap]¿[/dropcap]De qué país habla la Constitución en el artículo 128? ¿Quién es el Estado al que se refiere el artículo 131? Lo digo asombrado de la algarabía que están montando algunos que parece que ninguno forma parte de España y tampoco son responsables de ninguna parcela de gobierno del Estado. Quien esté libre de culpa que arroje la primera mascarilla o el primer avión.

Que todos los que sobrevivamos al Covid-19 habremos salido perdiendo de esta pandemia es algo que tenemos asumido. Somos vencedores del equilibrio entre salud y economía porque estamos vivos, pero también perdedores porque seremos más pobres, aunque no deberíamos olvidar que sin vida no hay economía.

Muchas personas no han salido o han vuelto a la pobreza, muchos padres y madres se han visto sin recursos económicos viviendo la crisis encerrados en pisos pequeños (en muchos casos interiores), tratando de engañar el hambre de sus hijos, con pizzas o sándwiches como prolongación de un menú escolar interrumpido, que en muchas ocasiones había que compartir para toda la familia. Muchos escolares han visto truncada su formación por no disponer de ordenadores o internet en sus casas. Muchos jóvenes con empleos precarios han vuelto a ser expulsados del mundo laboral. Demasiadas vidas rotas.

Muchos trabajadores de las grandes empresas, que habían sobrevivido a la deslocalización parcial de las mismas, viven de nuevo la pesadilla y se les han comunicado expedientes de regulación de empleo, temporales, pero saben que muchos de ellos posiblemente no volverán. Una carta aséptica con membrete del departamento de recursos humanos se lo comunicará. Demasiados proyectos rotos.

Muchos pequeños empresarios han visto desmoronarse empresas familiares que habían logrado salvar de la crisis económica y se han visto obligados a despedir a trabajadores que, en muchas ocasiones, llevaban toda su vida laboral en esas empresas, en las habían trabajado anteriormente sus padres, a quienes posiblemente sustituyeron en el puesto de trabajo. A diferencia de las grandes empresas han tenido que anunciar personalmente, de frente, cara a cara, mirando a los ojos, la imposibilidad de mantener el empleo. Demasiadas historias rotas.

Muchos autónomos ven desmoronarse su empresa y con ella su vida personal y familiar, su futuro y el de su familia; muchos emprendedores (eufemismo gestado durante la crisis económica pasada) habrán perdido su sustento actual y sus sueños ya no se cumplirán. Muchos jóvenes que habían emigrado a otros países buscando un futuro que aquí no tenían, se han visto obligados a regresar y, posiblemente, no podrán volver a sus trabajos anteriores. Demasiados sueños rotos.

Políticos y economistas que gestionan la macroeconomía han comenzado a derramar sus cálculos (solo estimaciones… que la economía no es una ciencia exacta) sobre la ciudadanía: el porcentaje del PIB que se perderá este año (9,2%) y los próximos, el incremento del déficit (10,5%) y la deuda pública (115%), el número de trabajadores que perderán su empleo (9 millones), la tasa del paro que alcanzará el 20%…  Números, sin ver que detrás de cada número hay personas. Muchas voces prediciendo la catástrofe y muy pocas proponiendo soluciones, y los que proponen alguna se refieren a sí mismos: ¿Qué hay de lo mío? Los que abominan de la intervención del estado en la vida pública, predicadores del mantra de “menos estado”, se aprestan ahora a pedir ayudas a ese estado que antes denigraban y que seguirán denigrando cuando ellos se recuperen y las ayudas sean necesarias para otros.

Sobre ese escenario económico y social se comienza a debatir la respuesta del gobierno, de este gobierno, de cualquier gobierno, de todos los gobiernos… y resulta que no han aprendido nada. Es obvio que seremos más pobres, pero las recetas ultra-liberales solo harán más ricos a los que ya lo son. Históricamente las crisis no han servido para redistribuir la riqueza sino para reconcentrar el capital, para poner el dinero en pocas manos.

Es precisa cierta redistribución de la riqueza para frenar el crecimiento de la desigualdad que se viene produciendo desde finales del siglo XX y que puede verse acentuada por la crisis actual. Una crisis económica global precisa soluciones globales. Necesitaremos la ayuda solidaria de los países europeos más ricos en una cuantía que nunca habríamos imaginado ni ellos ni nosotros, pero es obvio que, en la misma medida, deberemos aplicar la solidaridad dentro de España y las CC.AA  más ricas deberán ayudar a las más pobres. Igualmente, los ciudadanos más ricos deberán aportar más, pagar más impuestos. Solidaridad interterritorial y solidaridad entre individuos, ambas son complementarias: dos caras de la misma moneda, pero poco populares en los tiempos que corren.  Sin embargo, solo la solidaridad nos sacará de esto.

Será necesario que los gobiernos afinen mucho en la inversión pública porque deberán realizar un gran esfuerzo en políticas sociales para no dejar a nadie atrás, a la vez deberán ayudar a las empresas en dificultades a salir adelante, lo que va a exigir de numerosas subvenciones de uno u otro tipo. Demasiadas peticiones que atender, demasiadas presiones (de lobbies económicos) que aguantar, pero también demasiadas bocas que alimentar. Priorizar será una necesidad, ¿Adam Smith o Keynes?, y es ahí donde las distintas sensibilidades políticas deberán marcar la diferencia. 

La crisis del coronavirus la habrá ganado la ciudadanía, no la habrá ganado ningún gobierno. Que nadie se ponga medallas. Podemos disculpar los errores que han cometido, pero no los que cometan en el futuro.  Como señala Pepe Múgica, presidente de Uruguay hasta 2015 “esta crisis está demostrando la enorme importancia de un buen gobierno, un gobierno competente que haga el mejor uso posible de sus recursos y busque sin parar ideas inteligentes del sector privado o de otros países”. Pues eso, pónganse a ello, que para eso le pagamos los ciudadanos.

Factor humano (I) Los ciudadanos

Factor humano (II) Profesionales sanitarios

Factor humano (III) Cajeras de supermercado. 

Factor humano IV Las residencias para personas mayores

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