Opinión

Conspiranoia

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Un hombre golpea una señala de tráfico con una escoba (no es un palo de golf) en la protesta de Núñez de Balboa.

[dropcap]D[/dropcap]entro del escenario de confusión e incertidumbre al que bien o mal, unos y otros, intentamos adaptarnos, la cosecha conspiranoica hace su agosto estos meses.

No digo que toda conspiranoia esté fuera de lugar como respuesta preventiva o incluso prudente, de autodefensa, en tiempos donde todo es confuso e imprevisto.

Así mientras un Nobel de Medicina especula sobre el origen artificial del coronavirus SARSCoV-2, otros lo niegan y aportan pruebas científicas irrefutables, al tiempo que unos terceros, también expertos, sostienen que ese origen artificial no parece probable pero sí posible.

Como además nos precede una dilatada historia de investigación y manipulación microbiológica con fines bélicos, y de experimentación de posibilidades un tanto extrañas en laboratorios casi secretos que no son del todo seguros, como no lo es nada humano, pues esta conspiranoia tiene en este caso un punto de apoyo en una racionalidad no necesariamente dislocada.

USA, la antigua Unión Soviética, China, y otros países tenidos por serios y responsables, trabajaron y trabajan mucho este campo que da mucho miedo.

La que sí parece fuera de lugar y bastante pueril es la actual conspiranoia en curso según la cual el gobierno de España intenta prolongar el estado de alarma con fines ocultos y perversos. Algo así como el guion simple y a medio rumiar de las películas de Fu Manchú que nos tragábamos con palomitas en la inmadurez preadolescente.

La que sí parece fuera de lugar y bastante pueril es la actual conspiranoia en curso según la cual el gobierno de España intenta prolongar el estado de alarma con fines ocultos y perversos.

¿Pero a quién se le ocurre pensar que el gobierno de España tenga algún interés, ni oculto ni declarado, en prolongar el estado de alarma? ¿En qué le beneficia este estado de cosas? ¿No será más sensato pensar que si prolonga o pide prórrogas para prolongar y estirar un poco más esta situación de prevención epidemiológica, no es porque sea grato, sino más bien porque el riesgo grave de retroceso es muy cierto? ¿No será porque intenta, dentro de sus capacidades, que no se pierdan más vidas humanas, que debe ser el objetivo prioritario, al menos entre gente que no ha perdido del todo el norte y ese fondo último de humanidad tan castigado con las últimas revoluciones políticas, económicas, e intelectuales?

Para algunos catecúmenos del posmoderno neoliberalismo reaccionario lo prioritario es conocer el nombre de los expertos que asesoran al gobierno o el de los funcionarios y técnicos que deciden ciertas cuestiones técnicas. Y así como la transparencia es exigible en toda democracia que se precie y en casi todas sus gestiones, más dudoso es si a la vista de los hechos de la presente pandemia, con su dosis generosa de sorpresas, descubrimientos, sustos y desastres, no solo en nuestro país sino en casi todos ellos, habrá muchos conocedores de este campo dispuestos a calificarse y reconocerse como “expertos” en SARS-CoV-2, un virus que sigue siendo todavía una incógnita con piernas.

No debe perderse de vista tampoco las amenazas de todo tipo que algunos asesores en esta materia están recibiendo en otros países.

Nos debería intrigar mucho más, creo, el comportamiento de este virus, aún por desvelar en gran parte. Lo raro y lo que nos debe llamar la atención es lo claro que lo tienen algunos, si nos hemos de guiar por sus actitudes y propuestas, y por las prisas que meten para pasar de fase.

Ya lo dijo un político experto de la nueva hornada reaccionaria (no nos consta que sea microbiólogo ni inmunólogo): “Los españoles tenemos anticuerpos especiales frente a este virus chino”. Acertó de lleno.

No sabemos tampoco si algunos sectores políticos que promueven una irresponsabilidad epidemiológica desaforada y gamberra, son conscientes del retrato indeleble que de esta actitud suya ha de quedar

Si en vez de intentar adivinar las intenciones ocultas de unos expertos perversos, que beben de la mala leche de Fu Manchú (según barruntan estos nuevos conspiranoicos), nos fijamos en el colectivo sanitario, que si no es experto del todo es el más dispuesto a aprender y sacar conclusiones razonables sobre los hechos palpables enfrentados durante esta pandemia, veremos que en general la mayoría de estos sanitarios (salvo que sean comisarios políticos de un poder constituido) ven con buenos ojos extremar la prudencia y prolongar el confinamiento con el fin último de salvar vidas. Y en tanto en cuanto ciertos parámetros e incógnitas no estén bajo control, consideran prudente e imprescindible avanzar con tiento y casi palpando el terreno que se pisa.

Original ha sido también la valoración del expresidente del gobierno Felipe González que muy en su línea ha señalado la “inexperiencia” del actual gobierno central en la gestión de esta crisis COVID, en comparación con otros como el gobierno autonómico de Madrid, porque es sabido que todos los años tenemos en nuestro país una pandemia de COVID-19, y de esa experiencia repetida año tras año unos aprenden más y otros menos. Siendo el gobierno de Madrid el que más aprende y el gobierno central el menos aplicado. Bien se ve el objetivo de su campaña política.

Al menos se digna recordar otros países donde los hechos han transcurrido de forma parecida, sin duda por una “inexperiencia” en COVID-19 muy similar de sus propios gobiernos respectivos.

No sé qué le sugerirá al expresidente González, apóstol del neoliberalismo rampante y sus privatizaciones anexas, el dato flagrante del último estudio de seroprevalencia según el cual el índice de contagio de las provincias adyacentes a Madrid es muy superior y casi dobla a la media nacional.

No sabemos tampoco si algunos sectores políticos que promueven una irresponsabilidad epidemiológica desaforada y gamberra, con destrozo de mobiliario público con palos de golf, son conscientes del retrato indeleble que de esta actitud suya ha de quedar.

Entre manifestaciones descontroladas de abanderados ultrapatrióticos, y botellones prepúberes, este país está dando la nota.

Así como este ha sido el tiempo de las sorpresas y de las interpretaciones conspiranoicas de esas sorpresas (sorpresas virológicas y epidémicas), también ha sido el tiempo de las grandes amnesias.

Si bien el gobierno actual tiene poca historia a sus espaldas, algunos ciudadanos tenemos muy buena memoria. Recordamos a la perfección los recortes practicados en los servicios públicos, quién o qué gobiernos los llevó a cabo, y bajo qué inspiración ideológica esos recortes de lo “público” fueron considerados el no va más, un rasgo distintivo de la posmodernidad más rabiosa. Y esto de “rabiosa” en sentido literal.

Pero hay a quien, voluntaria o involuntariamente, le falla la memoria y rellena esos huecos de amnesia deliberada -como en el síndrome de Korsakoff- con fabulaciones y confabulaciones.

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