[dropcap]C[/dropcap]ada primavera los ganaderos esperan “con ganas” a las cuadrillas de esquiladores procedentes de otros países como Uruguay, que les ayudarán durante la temporada estival con la ‘motila’. Este año, la llegada estaba prevista para el 15 de marzo, pero el cierre de fronteras y las limitaciones de movilidad debido al estado de alarma por la pandemia del coronavirus, impidieron el vuelo de las cuadrillas desde su país a España.
Por: Beatriz Jiménez / ICAL
Así lo relata uno de los socios, Ignacio Fidalgo, de la empresa encargada de estos profesionales en la provincia de Salamanca, ‘Esquiladores Montaña de León’. Asegura que con dos meses de retraso, las cuadrillas formadas por los 39 trabajadores procedentes de Uruguay llegaron “por fin” a mediados de mayo para trabajar como esquiladores del ganado ovino por la provincia salmantina.
Y es que en esta época, el calor de la primavera “estaba a punto de causar un problema sanitario en los rebaños de ovejas”, porque el fuerte pelaje de lana y la sudoración pueden llegar a provocar sarna, larvas y una humedad que “merma el valor de este tejido en el mercado”, explica Olimpio Martín, ganadero del anejo de Las Uces, en la localidad salmantina de Valsalabroso, donde acudieron estos profesionales durante una mañana.
Ante este “retraso inesperado” en el calendario del campo, muchos ganaderos se han visto forzados a apañarse con los pocos profesionales cercanos o incluso “volviendo al método tradicional de la tijera”, si es que los rebaños eran pequeños, porque muchos no disponen de la maquinaria adecuada. Otros, como Olimpio, prefirieron esperar “un poco más” para esquilar a su rebaño de 350 ovejas.
En vuelo chárter
Dos meses después y con el chequeo listo desde Uruguay y con las pruebas negativas en covid-19, los trabajadores pudieron viajar en un vuelo chárter, organizado por las empresas, que en un principio estaba fletado exclusivamente para estos profesionales que se trasladaban a España para salvar la campaña del esquileo. Según cuenta Ignacio Fidalgo, en este caso, “el pasaje de avión superó los dos mil euros por persona”, y mientras que ellos tuvieron que esperar varios días hasta completar el aforo completo del avión, lamenta que “en ese mismo vuelo viajó gente repatriada a España, que pagaron mucho menos de la mitad”.
Lo bueno, es que a pesar de estas complicaciones, los esquiladores “tuvieron suerte”, como afirma el encargado de una de las cuadrillas, Washington Capó, “porque ahora dicen que los extranjeros deben pasar 14 días en cuarentena antes de poder trabajar en España”. Sin embargo, ellos llegaron “justo a tiempo”, eso sí, con todos los protocolos aprendidos y su mascarilla y botines para trabajar, a lo que “uno se va acostumbrando día a día, porque no te da tiempo a pensar”.
“Para nosotros lo importante era venir pero sin riesgos”, añade Capó. Él sus compañeros dejarán España “si todo va bien con el coronavirus y las fases de desescalada lo permiten”, el próximo 20 de julio y continuarán su periplo por otras tierras, como Portugal, Chile o Brasil.
La rápida motila
Estas cuadrillas viajan cada día desde el municipio de Hinojosa de Duero, donde se alojan desde hace años y descansan después de cada jornada, en el caso de esta zona de Salamanca. Uno de los encargados, Washington Capó, asiente que “siempre somos muy bien recibidos, como todos los años”. En su caso, ya son siete las temporadas de trabajo en las tierras charras. Dice que cada noche recibe en su móvil los datos y coordenadas del siguiente destino y organiza a su equipo, para que “a las siete de la mañana”, como asegura, “estemos en las fincas para empezar nuestro trabajo con puntualidad”.
“Son los mejores, cuentan con experiencia y están profesionalizados en el oficio”, dicen los que confían en ellos. Y es que tardan alrededor de un minuto en esquilar una oveja, a no ser que “el animal sea muy malo” y se llegue a los dos minutos, “pero pasa pocas veces”, dicen los compatriotas. “Mantienen la dolorosa postura sin quejas y cuentan con la maña y profesionalidad que se necesita para la motila”. La maquinaria y los contadores son de la empresa, ellos traen sus propias tijeras y herramientas para el pelado, por si hace falta. Son capaces de hacer entre tres y cinco ganaderías al día, dependiendo del número de reses del pastor, ya que “trabajan sin descanso” hasta el final del día.
Los rebaños charros
Olimpio Martín es el propietario de 350 ovejas en Las Uces, un anejo perteneciente a Valsalabroso. Califica la temporada de “trasera”, porque otros años como explica, “se hacía antes, ya en el mes de marzo o abril. Sin embargo, sostiene que la pandemia ha afectado a todos y también lamenta que “no se tiene en cuenta el trabajo de los ganaderos y agricultores”, porque son los que por sus circunstancias no han podido vivir el confinamiento.
Al principio, cuenta que tanto él como el resto de pastores, se encontraban con mucha “incertidumbre” al no saber qué iba a pasar con las cuadrillas, si podrían viajar a España o no. El problema en su caso es que necesita esta ayuda porque dado el volumen del rebaño “no puedo esquilarlas yo solo a todas”. Aunque se haya retrasado la motila, respira con alivio.
Hasta su terreno han acudido puntuales cinco esquiladores uruguayos que se han desplazado con toda la maquinaria necesaria y sus mascarillas. Cada uno “se pone a la faena para esquilar a cuantas más ovejas mejor”. Mientras tanto, Olimpio ayuda a recoger la lana “pelada” que va cayendo al suelo como si fuese una alfombra, de la que podrá llegar a almacenar más de dos mil kilos. Según comenta, este tejido se venderá y a través de la cooperativa se destinará “para ser exportada a China”.
Oficio “duro”
Este ganadero salmantino relata que desde que tiene uso de razón “esta tarea siempre se llevaba a cabo en la familia”. Recuerda que cuando era pequeño “jugaba con las tijeras a esquilar” tal y como veía a su padre y después ya con maquinaria, aprendió el oficio. Hasta hace unos años él mismo junto a familiares se juntaban para la motila. Pero ahora, su rebaño es muy numeroso y “el trabajo ya no es como antes”. “La motila era casi una fiesta como las matanzas”, de las que se disfrutaba en cada pueblo “a lo grande”.
Los esquiladores profesionales consideran que “es un trabajo muy duro”, sin embargo señalan que ellos “viven de la esquila y merece la pena”. Washington Capó admite que “fue un alivio” cuando supieron que podían viajar, porque “no podemos estar parados y esto nos permite mandar un dinero a la familia que de otra manera no sería posible”. Es por ello, que entre risas dicen que “cuentan con pocas vacaciones”, pero se sienten muy orgullosos de su trabajo. Además, remarcan la buena relación que existe entre los compañeros de cuadrilla y también con los ganaderos a diario.
Quizá lo más duro de este oficio “es mantener durante mucho tiempo la misma postura”, porque la espalda se resiente, pero sostienen que ya vienen “con las técnicas aprendidas”, la forma de agarrar a la res sin necesidad de atarla o hacer la pasar un mal rato y la rutina de pelado “es importante”. Saben que “hay que coger las mejores ovejas para esquilar más”, bromean, ya que su jornal dependerá del número de ovejas que consigan esquilar. Este año, los esquiladores uruguayos han logrado salvar la motila de la provincia de Salamanca y sortear al coronavirus con profesionalidad.