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La salmantina Dolores Cebrián, una de las primeras científicas de nuestro país

Unamuno dijo de ella que tenía “cabeza de hombre” valorando así su inteligencia
Dolores Cebrián, salmantina de nacimiento y una de las primeras científicas de nuestro país.
Dolores Cebrián, salmantina de nacimiento y una de las primeras científicas de nuestro país.

 

[dropcap]T[/dropcap]enemos santas, catedráticas, artistas, socialite, empresaria,… Salamanca tiene en su historia grandes nombres de mujer y La Crónica de Salamanca inicia una serie donde se recordará a estas mujeres que dejaron su impronta en la ciudad y fuera de ella.

 

Dolores Cebrián Fernández de Villegas es una de las mujeres más brillantes que dio Salamanca en el siglo XX. De ella dijo Unamuno, -véase como un halago, aunque con la mentalidad del siglo XXI podría ser una lisonja muy machista- que tenía «cabeza de hombre». Así, el rector de la Universidad alababa la extraordinaria inteligencia de Dolores Cebrián, hija del catedrático de Anatomía de la Universidad de Salamanca, Cristino Cebrián, y de Concepción Fernández de Villegas.

Dolores Cebrián nació en Salamanca el 13 de agosto de 1881 y su vida estuvo marcada por la gran inteligencia que atesoraba, además de una gran voluntad para querer aprender y crecer académicamente. Fue una de las grandes mentes que trabajo por la Educación y Formación en nuestro país hasta la Guerra Civil en 1939. Después de la contienda, esta mente privilegiada, ‘cabeza de hombre’, no pudo volver a ejercer la docencia, se lo prohibieron durante la dictadura de Franco, porque murió antes que el dictador un 18 de febrero de 1973.

Antes de la Guerra Civil, Dolores Cebrián se hizo un nombre en nuestro país. La salmantina formó parte de organizaciones femeninas como el Lyceum Club de Madrid; también pudo ser miembro de la Asamblea Nacional durante la dictadura de Primo de Rivera; Lo que sí aceptó fue ser la directora de la Escuela Superior de Maestras entre 1930-35. En 1931, fue nombrada miembro del Consejo de Instrucción Pública, lo que sería después Comisión Nacional de Cultura y al que solo dos mujeres tuvieron acceso, la salmantina Dolores Cebrián y María de Maeztu.

La formación de Dolores Cebrián fue extraordinaria. No es que fuera adelantada a su tiempo, porque las mujeres españolas ya accedían a la Universidad a principio del siglo XX, lo que ocurre es que con la Guerra Civil y la dictadura de Franco, este avance que habían conseguido las mujeres en las primeras décadas del siglo pasado, se frenó de golpe y ahora nos parece que iba por delante de los tiempos, pero no era así, lo que ocurrió es que España retrocedió y ha costado mucho conseguir que las mujeres ocupen un lugar, que ya había conseguido hace un siglo.

Dolores Cebrián terminó la carrera de Magisterio en Salamanca en 1902. Al fallecer su padre, la familia se traslada a vivir a Madrid, donde Dolores se adentra en el estudio de la Botania de la mano de Ricardo Rubio.
Antonio Jiménez-Ladi, en su libro, La institución Libre de Enseñanza y su ambiente: Periodo de expansión influyente, cuenta que en 1905, Dolores gana, por oposición, la cátedra de Ciencias Físicas y Naturales para Escuelas normales y es destinada a la Normal de Toledo, donde permanecerá hasta 1908 en que es trasladada a la Escuela Normal de Madrid. En ese mismo año, marcha a Londres y, en 1911 a Bélgica, donde hace estudios, que se costea ella misma. En 1912 viaja a París, pensionada por la Junta para Ampliación de Estudios, a fin de seguir un curso de Fisiología Vegetal, en la Sorbona.

Después de este periplo por Europa -dominaba el inglés y el francés aprendido en el colegio salmantino de las Jesuitínas- adquiriendo conocimientos en tres países, se convierte en una de las primeras científicas de nuestro país. En 1934, Filiberto Villalobos, don Fili para los salmantinos, que fue ministro de Instrucción Pública en la Segunda República, decía de ella: «Doña Dolores Cebrián, profesora dignísima, por su inteligencia, su preparación y su amor a la enseñanza».

Su vida personal

Dolores Cebrián conoció en Toledo al que sería su marido y su gran amor, Julián Besteiro, quien fuera fue un catedrático y político español del PSOE, presidente de las Cortes durante la Segunda República, y también miembro de la Unión General de Trabajadores.

De Luna de Miel, el matrimonio recorre Francia, Austria y Alemania. Al regresar, establecen su domicilio en la calle Abascal,9, en Madrid.

Dolores Cebrián y su esposo, Julián Besteiro, en Asturias. Fundación F. Largo Caballero.

El matrimonio vivió en Madrid hasta el final de la Guerra Civil. Besteiro fue sometido a consejo de Guerra y acusado de haber promovido un socialismo moderado, fue condenado a cadena perpetua. Durante el año que estuvo encarcelado Julián Besteiro, Dolores lo visitó en las cárceles de Porlier y Cisne en Madrid, Dueñas en Palencia y durante su enfermedad –tenía tuberculosis- en la cárcel de Carmona, donde el dirigente socialista murió en 1940.

Gregorio Peces-Barba, el 18 de noviembre de 1982, en su discurso como presidente del Congreso de los Diputados. “Soy el último y más modesto de todos los presidentes de esta casa, soy un miembro del PSOE, el segundo que encabeza esta institución. El recuerdo de don Julián Besteiro Fernández, hombre ejemplar, profesor intachable y socialista. El 27 de julio de 1931, al constituirse definitivamente la mesa de las Cortes lanzó entre otras muchas ideas, este mensaje de esperanza para el futuro de nuestro país, que hoy sigue siendo válido: ‘Hay que considerar –decía Besteiro- que las naciones vivas no son caminantes temerosos que van por un camino a dejarse dominar, sino verdaderos Prometeos rebeldes que rompen todas las cadenas para encontrar la expansión de su vida”.

La salmantina no pudo vivir este momento, porque había muerto 9 años antes, un 18 de febrero de 1973, como tampoco pudo volver a ejercer el Magisterio, del que la apartaron por dos ‘delitos’ ser una mujer pionera, culta y preparada y haberse enamorado de un dirigente socialistas.

Dolores Cebrián está enterrada junto a su marido en el cementerio civil de Madrid.

Tumba de Dolores Cebrián y Julian Besteiro. Foto. Cementerio Civil de Madrid.

En la carta testamento de Julián Besteiro, le escribe a su mujer, a la que llamaba Lolita: Yo, que nunca hubiera podido dejarte cuantiosos bienes de fortuna, te dejo en cambio un nombre respetable que algún día, creo yo, habrá de imponerse a la consideración de las gentes. Y si ahora sufres el reflejo de la persecución desencadenada contra mí, justo es que más tarde recaiga sobre ti la consideración que, a mi parecer, se me debe.

La salmantina, con cabeza de hombre, no llegó a disfrutar en vida de esa distinción, todo lo contrario.

Bibliografía:
La institución Libre de Enseñanza y su ambiente: Periodo de expansión influyente, de Antonio Jiménez-LadiLa
Julián Besteiro: Nadar contra corriente, de patricio de Blas Zabaleta y Eva de Blas Martín-Meras.

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