[dropcap]P[/dropcap]ara solucionar el gravísimo problema de vivienda recurrimos a la promoción de 350 pisos en la finca Buenos Aires, terrenos comprados por el Ayuntamiento de Pablo Beltrán a una congregación religiosa en el término municipal de Tejares. Fueron construidas por el MOPU y eran todo un lujo para la época. Allí fueron trasladados los chabolistas de la ciudad, especialmente los de los barrios de la Palma y San Vicente. Su entrega en julio de 1983 supuso un alivio para centenares de familias que vivían en la calle o en casas prefabricadas que tuvimos que habilitar para acoger a los que no tenían un techo para vivir. Para evitar la picaresca, que la había y mucha, dábamos las llaves de la casa de Buenos Aires a la vez que derribábamos la chabola o infravivienda. Las máquinas estaban esperando que saliera la familia por la puerta para iniciar el derribo.
Un debate interesante se produjo en la ciudad con las viviendas a construir en el Visir y en San Vicente. Vayamos por partes. En la compra que realizamos a la fundación Sánchez Manzanera, apodado popularmente el “Gran Visir”, el solar tenía dos zonas bien definidas, la casa que estaba en alineación con el Patio Chico, y el jardín, en la trasera de la casa, junto a la muralla romana.
La oposición se oponía a construir en el Patio Chico viviendas sociales. Seguían la tradición del franquismo de construir casas baratas en los barrios periféricos, dejando el centro para las clases acomodadas. Por el contrario, nosotros considerábamos que los barrios céntricos de la ciudad debían acoger una población interclasista, como en realidad ocurría tradicionalmente en los barrios históricos de las ciudades. San Vicente y El Visir debían asumir la población del barrio, las familias que por ruina habían tenido que abandonar su vivienda.
En el Visir había un problema añadido, el lugar. El Patio Chico podía quedar afectado negativamente si se hacía un edificio potente, enfrentado con las catedrales. Los arquitectos realizaron una edificación respetuosa con el medio, austera, casi conventual. Tanto fue el acierto que se reconoció el buen hacer con el Premio Nacional de Arquitectura. Los expertos, arquitectos, historiadores del arte, valoran este edificio como uno de los mejores construidos en Salamanca durante el siglo XX, y eso que durante ese siglo se realizaron muchas y magníficas intervenciones arquitectónicas. La construcción de las viviendas del Patio Chico conllevó la ganancia para la ciudad de un nuevo jardín, el del Visir, que se añadió al Huerto de Calisto y Melibea, pero diferenciado de él por su urbanización, completamente distinta.