[dropcap]L[/dropcap]a auditoría que piden algunos expertos en epidemiología y salud pública sobre lo ocurrido en nuestro país durante la pandemia COVID-19, de la que por cierto aún no hemos salido y que dentro del marco de catástrofe y sorpresa general que ha provocado en todos los países se ha cebado especialmente en algunos como el nuestro (si nos hemos de guiar por determinadas cifras de contagio y mortandad, desprotección de los sanitarios que la combaten, etcétera), ha sido bien recibida por el gobierno, que la considera pertinente y necesaria.
Esta actitud le honra y resulta rara en un país como el nuestro donde la transparencia y rendición de cuentas generalmente brilla por su ausencia, y donde los intentos de conocer la verdad sobre determinados asuntos poco claros son sistemáticamente bloqueados por aquellas fuerzas a las que no convence o no conviene este ejercicio democrático.
Es esta una lacra que con el transcurso del tiempo va marcando nuestro perfil como país, y que hace dudar a muchos (también fuera) de que nuestra democracia sea homologable o consistente. Allí donde abunda la corrupción abunda también el oscurantismo, por motivos obvios.
Quizás por ello en nuestro país resulta asumido con una resignación que pasma (será la costumbre) el hecho de que haya cloacas policiales trajinando no contra delincuentes sino contra oposiciones políticas, o circuitos subterráneos y ocultos por donde se mueve opaco el dinero, o que no podamos conocer la verdad sobre ciertos actos y operaciones de la monarquía.
¿Qué tal una auditoría sobre esta institución que ocupa la jefatura del Estado?
Y es quizás también en esta clave en la que cabe interpretar que seamos campeones en el número de aforados.
El término «salud pública», que pone en íntima relación los aspectos sanitarios y los aspectos sociales, ya nos proporciona una base para iniciar esa reflexión que piden los expertos.
El retroceso y deterioro de nuestros servicios públicos durante este periodo neoliberal ha sido inmenso, y por tanto se partía de una posición muy débil y vulnerable a la hora de afrontar esta pandemia
De hecho, su carta ya incide en la importancia de lo «social» como determinante de la eficacia con que un país responde a este tipo de retos sanitarios. Mencionan así la desigualdad económica como una de las lacras que más nos afectan y más nos perjudican como país, y que muy probablemente ha influido de forma significativa en el triste resultado de nuestra lucha contra la pandemia.
Quizás esto explique también por qué otros países como USA o Brasil han sido de los más perjudicados.
Es sabido que dentro de una corriente histórica e ideológica neoliberal cuyo último objetivo es el deterioro o incluso desaparición de lo «público» y comunitario para sustituirlo por un individualismo de tipo selvático, nuestro país ha sido algo así como el discípulo repipi de aquellos maestros feroces y extravagantes.
El considerado por muchos el socialismo oficial de nuestro país (felipismo y secuelas) hace mucho tiempo que se pasó con todo el equipo a las filas de ese extremismo, y turnándose con el PP en el poder se han dedicado unos y otros, PPSOE, a llevar hasta sus últimas consecuencias el programa neoliberal.
El paisaje que resulta de esa prolongada labor de saqueo y deterioro ha sido el de un inmenso retroceso de lo público, cuyos servicios acabaron siendo raquíticos y en muchos casos impotentes.
Esta situación de fragilidad de estos servicios, la desigualdad económica y la pobreza extrema, ya fue diagnosticada antes del COVID-19 por informes independientes como el del relator de la ONU para la pobreza extrema, Philip Alston.
El informe de Philip Alston sobre nuestro país, decía entre otras cosas lo siguiente:
«La recuperación después de la recesión ha dejado a muchos atrás, con políticas económicas que benefician a las empresas y a los ricos, mientras que los grupos menos privilegiados han de lidiar con servicios públicos fragmentados que sufrieron serios recortes después del 2008 y nunca se restauraron».
Como decimos este informe es anterior a la pandemia.
Visto este escenario, aquellos que lanzan la pregunta de cómo es posible que con uno de los sistemas sanitarios más potentes del mundo nos haya pasado lo que nos ha pasado, probablemente están partiendo de un supuesto falso.
Quien lo ha vivido a diario desde dentro, verbigracia los profesionales, sabe que el retroceso y deterioro de nuestros servicios públicos durante este periodo neoliberal ha sido inmenso, y por tanto se partía de una posición muy débil y vulnerable a la hora de afrontar esta pandemia.
En otro orden de cosas:
Pedro Sanchez recogió un PSOE en caída libre, y gracias a este cambio de rumbo respecto al ultraliberal implementado hasta entonces, pudo empezar a remontarlo. Ahora parece dar marcha atrás
Una de las circunstancias más cómicas de nuestro sistema postverdadero es ver a algunos medios intentando convencernos de que el gobierno (instrumento democrático votado por el pueblo) controla a la monarquía (estamento que no se vota, sino que se hereda), cuando lo cierto es que la monarquía es incontrolable y hace lo que le da la gana. Eso sí: con dinero público y lo que caiga.
También aquí cabe pensar que son necesarias y pertinentes varias auditorías.
Los elementos de reflexión que hemos apuntado más arriba sobre el estado vulnerable de nuestra sanidad y de otros servicios públicos cuando nos abordó la pandemia, deberían ser meditados por Pedro Sánchez en estos momentos de duda en que debido a la enorme presión que sobre él ejerce cada día la plutocracia (poder que no pasa por las urnas), puede caer en la tentación de escorarse hacia la derecha y el extremismo ultraliberal, como algunos de los dirigentes que le precedieron, aplicados y bien recompensados capataces del IBEX, y perder así ese balón de oxígeno que el PSOE ganó con su liderazgo, caracterizado por acercarse a sus bases y corregir la línea de actuación del partido, más favorable en teoría al interés general y al programa socialdemócrata.
Pedro Sanchez recogió un PSOE en caída libre, y gracias a este cambio de rumbo respecto al ultraliberal implementado hasta entonces, pudo empezar a remontarlo.
Ahora parece dar marcha atrás (es este tipo de incumplimientos del contrato electoral el que llevó al PSOE a sus peores momentos) y el acercamiento a Ciudadanos, la renuncia a derogar las reformas laborales, y a cumplir el mandato constitucional en materia fiscal (la Constitución española establece una fiscalidad progresiva), puede hacerle perder lo remontado y llevar de nuevo a un PSOE alejado de sus bases y de sus votantes. Sin olvidar que acercarse a Ciudadanos es acercarse a VOX. ¿Cabe mayor despropósito?
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