Tenemos santas, catedráticas, artistas, socialité, empresaria,… Salamanca tiene en su historia grandes nombres de mujer y La Crónica de Salamanca inicia una serie donde se recordará a estas mujeres que dejaron su impronta en la ciudad y fuera de ella.
[dropcap]C[/dropcap]así cumplió cen años, le faltaron unos meses para soplar la centuria a la artista Mª Cecilia Martín Iglesias. Durante ese tiempo, fue testigo de dos dictaduras, la de Primo de Rivera y Franco, de una Guerra Civil, una Mundial, pero tuvo suerte y se libró de las dos últimas pandemias de la humanidad, la llamada gripe española, que sufrió la humanidad en 1918, y de la Covid en 2020. Todo esto lo vivió y lo libro una de las más grande artistas salmantinas: María Cecilia Martín Iglesias.
Tenemos que tener presente que la sociedad española en la primera mitad del siglo XX necesitó sobrevivir a las crisis económicas, sociales y políticas, por lo que la cultura se desplazó de las prioridades de una ciudadanía aquejada por el hambre y la miseria. Salamanca no es ajena a este panorama y la vida de Mª Cecilia Martín Iglesias se desarrolla en estas circunstancias.
Así las retrata Laura Múñoz en su artículo: Mujer y artista en una capital de provincias española durante el siglo XX: el caso de Salamanca. la sociedad en la que vivió María Cecilia. “Cuanto más conservadores, cerrados, retardatarios y caducos son los escenarios en que las mujeres se mueven, mayores dificultades de progreso encuentran en los mismos”.
De hecho, Laura Muñoz señala que para encontrar muestras de la implicación femenina en cuestiones artísticas y sopesar al tiempo el cuasi nulo papel que a ellas se les da en el contexto cultural global. Muñoz analiza la Exposición de Pequeñas Industrias, organizada por el Círculo Católico de Obreros de 1901 en el marco de las ferias y fiestas salmantinas. «Más allá del anacronismo de un episodio de estas características (muy frecuente pese a lo que a nuestros actuales ojos podríamos suponer), lo que interesa de la propuesta de Salamanca es, por un lado, la amplísima representación femenina que acude a la misma (y no a través, tan sólo, de productos de artesanía —comestible o no— sino con manifestaciones de su creatividad, cuajadas de ínfulas más o menos artísticas) y, por otro, harto más significativa, la nula trascendencia que a dichos trabajos se otorga en el reparto final de galardones, donde las mujeres aparecen relegadas frente a un exclusivo palmarés masculino».
Unos años después, en 1918 hay otra exposición con una doble peculiaridad: todas sus protagonistas son mujeres y la sede desde la que exhiben sus creaciones es el domicilio de una de ellas, en concreto la profesora de dibujo y pintura Concepción Guillén, quien cede su vivienda de la calle Zamora para dar acogida a las obras de sus pupilas. Ellas son Carmen Domínguez León, Carmen Gutiérrez, Ángeles Ortiz de Urbina, Rosario Enríquez, Antonia Mateo, Isabel Méndez, Catalina Alba y Tomasa Maldonado.
“En resumen, la exposición interesantísima acusa una personalidad vigorosa en las distinguidas discípulas y un gusto primoroso en la señora Guillén que dirige el estudio donde concurren nuestras bellas muchachas” . Quizá sea este tipo de juicio, unido al hecho de que los medios califiquen a estas mujeres como “distinguidas señoritas”, autoras de “primorosos” o “lindísimos” cuadros, esto es, como joviales diletantes y no como profesionales de la creación (frente a sus colegas masculinos), lo que determina que, pese a que ciertos de estos nombres se repiten a lo largo de los meses en los periódicos de la zona y llegan a ser medianamente conocidos en los círculos artísticos, ninguno adquirirá el nivel de compromiso e importancia suficiente como para trascender la prueba del tiempo y de la historia, puntualiza Laura Muñoz en su artículo.
También hay mujeres que destacan en el arte durante la II República en Salamanca: Matilde Calvo Rodero 10, Piedad Sánchez Iglesias o Carmen López de Rodríguez Muñiz. “Sin embargo todas ellas son, a día de hoy, por su excepcionalidad y carácter contracorriente, sombras desconocidas en un panorama salmantino ya nebuloso, vago y apocado per se que, además, se ve aún más empequeñecido y ninguneado a partir del estallido de la Guerra Civil y hasta mucho después de terminada la contienda”, matiza Muñoz.
La década de los cincuenta
Mª Cecilia Martín Iglesias entra en la escena artística de Salamanca en la década de los cincuenta. La artista salmantina inicia su carrera presentándose a certámentes y concursos colectivos con paisajes rurales y retratos –temáticas que la acompañaran toda la vida- se va dando a conocer y sentando las bases de su personalidad artística carente de grandes revoluciones y amparada en la seguridad de lo que domina. Uno de sus primeros logros fue el segundo premio de pintura logrado en la IX Exposición Provincial de Arte del Productor de Educación y Descanso en su edición de 1949 o el especial de pintura de la convocatoria de 1951.
Mª Cecilia decide ampliar sus conocimientos y se matricula en 1950 en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. A su vuelta, la artista salmantina se hace profeta en su tierra y las galerías de arte de la Salamanca -Miranda, Rembrandt, Winker, Timgad o Artis- dan a conocer sus obras.
Mª Cecilia fue ‘maestra de pintores’ al impartir clases en Escuela de San Eloy donde enseñó a múltiples generaciones de artistas. La artista salmantina vivió el reconocimiento artístico, algo muy difícil “de conseguir en una ciudad como Salamanca, que por su ignorancia cultural, su retraimiento social y su retraso en materia de actualidad artística tarda en reconocer la realidad de una obra sincera e interesante, máxime si es fruto de las manos de una mujer”, puntualiza Laura Muñoz en su artículo.
Además, añade Muñoz que remontándonos a los comienzos de la carrera de Mª Cecilia, alguna de sus compañeras, como María del Pilar Íñiguez Tarragó, «aún hubo de lidiar en su pública presentación con aseveraciones de tipo machista hacia su trabajo; quehacer que, más allá de ser juzgado por su presumible validez, era sostenido por la paz y el sosiego que irradiaban sus bodegones, apuntes, paisajes y flores, como cumple bien a su condición de mujer”.
A lo largo de su carrera María Cecilia se labró el calificativo de gran artista. Recibió reconocimientos, entre ellos el de ser la primera mujer en estar nominada al Premio Castilla y León, o el hecho de que la Diputación de Salamanca hiciera un libro sobre su arte, titulado La pintura de María Cecilia Martín.
María Cecilia formó parte de la gran generación de pintores salmantinos de los años cincuenta con Isabel Villar, Zacarías González, Genaro de No y Fernando Román, entre otros.
Tanto por lo que tuvo que vivir durante la mayor parte de su vida, teniendo en cuenta que era mujer y artista, como el trabajo y el legado que dejó, no cabe duda de que María Cecilia fue una mujer interesante, inteligente, valiente y digna de ser recordada.
Sus colegas
Mª Cecilia vivió casi un siglo por lo que compartió vida artística con otras salmantinas, aquí dejamos algunos nombres de estas artistas:
Juanita González, Ludivina Salinas, Consolación Grandes Onís, Arsenia Revilla San Román, Josefina Pérez de la Torre de Unamuno, Carmen Llorente, María Luisa Hernández, Angelita Cascón Sánchez-Cerrudo, María del Carmen Calzada, María Coscarón o Sofía Hernández. Pero vuelve a incidir en la escasa proyección mediática que tienen.
María Isabel Villar Ortiz de Urbina, Concepción Pérez Daza, Malocha Pombo, Concepción Rodríguez Sainz, Gonzala García San Román, Salud Parada Morollón, Felicidad Montero, Rosario Bondía Román, Narcisa Vicente Rodríguez, Delia Nava, Pepa Santos o Concha Sáez del Álamo o María Teresa Gómez Berrocal.
Bibliografía:
Mujer y artista en una capital de provincias española durante el siglo XX: el caso de Salamanca, por Laura Muñoz Pérez