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«Solo queremos que mis abuelos descansen juntos»

Los nietos de Ramón y Encarna quieren que sus abuelos sean enterrados juntos, Encarna saben donde se encuentra, pero Ramón es uno de los miles de desaparecidos en la Guerra Civil, que engrosa la lista de enterrados en cunetas
Los niestos de Ramón quieren enterrarlo junto a su abuela Encarna.

 

[dropcap]P[/dropcap]arece que este vez sí, que se removerá la tierra, en sentido real, se desenterrar cunetas y fosas comunes de hace más de ochenta años, y figurado, donde lo emocional se verá sacudido, sobre todo para las miles y miles de familias, nietos y biznietos en su mayoría, que esperan que sus antepasados sean justamente enterrados y así cerrar ese capítulo tan doloroso que tuvo que sufrir su familia.

Siete presidentes del Gobierno después, Suárez, Calvo Sotelo, González, Aznar, Zapatero, Rajoy y Sánchez, se aprobará este martes en el Consejo de Ministros un anteproyecto de Ley de Memoria Democrática que recoge la creación de una fiscalía para investigar los crímenes y buscar a los desaparecidos durante la Guerra Civil o la dictadura.

El proyecto de ley hace verdadero hincapié en los desaparecidos. Además de declarar el 31 de octubre como día oficial en su recuerdo y homenaje y anunciar la creación de un censo nacional de víctimas de la Guerra Civil y la dictadura, se confirma la apuesta por un banco nacional de ADN y, lo más importante para las asociaciones de Memoria y Justicia, se reconoce a la Administración General del Estado como responsable de encontrar a los desaparecidos, según recoge ‘El Periódico’.

Eso es precisamente lo que llevan esperando los nietos de Ramón y Encarna. Ramón era jornalero y no saben si lo denunció un hermano o tiró una piedra a un coche oficial cuando pasaba por la carretera de su pueblo, Encina de Abajo, lo cierto es que un día fueron a buscarlo a su casa, cuando su mujer Encarna estaba embarazada de su segundo hijo, y nunca más lo volvió a ver. «A mi abuela le entregaron su pelliza. Estuvo esperando a que apareciera por la puerta toda su vida. Nadie le dijo si estaba vivo, muerto, huido,…», explica Piedad, una de las nietas de Ramón y Encarna.

Encarna y su nieta Piedad.

Hace unos semanas la Asociación Memoria y Justicia de Salamanca buscaba a familiares de presos republicanos que habían estado en la Fuerte de San Cristóbal, una fortaleza con funciones de penal que aún corona la cima del monte Ezkaba, en Pamplona y del que se produjo una huída masiva. Entre ellos había once salmantinos, uno de ellos Ramón Haro. «Por uno de los presos que huyó conocemos que mi abuelo cayó, pero no sabemos si lo volvieron a meter en la cárcel y lo mataron o cómo murió», puntualiza la nieta.

585 de los 795 prisioneros fugados en la noche del 22 mayo fueron nuevamente capturados, más de 200 fueron asesinados en la persecución y los fusilamientos posteriores y sólo tres consiguieron llegar a la frontera francesa, uno de los que se tienen constancia de que lo fusilaron fue Valentín Lorenzo Bajo, de los otros salmantinos no se sabe nada.

En la actualidad, se están haciendo diferentes exhumaciones en el Monte Ezkaba y el paso siguiente es el de llevar a cabo la identificación de los restos encontrados. «Mi tío donó su ADN por si algún día servía para encontrar a su padre», apunta la nieta.

De la época que Ramón Haro estuvo en el penal, Encarna guardó como oro en paño las cartas que le envió su marido. Ahora son un legado de la familia. En ellas se puede ver el amor que sentía el matrimonio y el deseo de Ramón de conocer al hijo que esperaba la pareja.

Una de las cartas que Ramón Haro envió a su familia.

Encarna se quedó sin marido en 1938. Estaba embarazada de su segundo hijo, pero eso no impidió que le raparan el pelo, le pusieran un lazo rosa y le hicieran el paseillo por las calles de su pueblo. «Jamás habló mal de nadie. Nunca, salvo de Carrillo y La Pasionaria, que se marcharon y los dejaron aquí sin consuelo», incide su nieta.

Encarna tuvo el cobijo y amparo de su familia. «Siempre estuvo arropándola y cuidándola. Mi abuela fue muy trabajadora y sacó a sus dos hijos adelante trabajando de costurera y lavandera. Se dedicó a trabajar».

Piedad recuerda que de niña hacían excursiones, una de ellas se organizó para visitar el Valle de los Caídos. «Fue la única vez que yo vi a mi abuela muy firme, nos pidió que por favor no fuéramos y no lo hicimos. Mi abuela se había quedado sorda en una explosión de un artefacto, pero nunca se aisló, aprendió a leer los labios, se comunicaba y se hacía entender muy bien».

También recuerda Piedad que su abuela siempre tuvo la esperanza de que un día apareciera por la puerta su marido Ramón. «No perdió esa ilusión nunca, por eso nosotros sus nietos lucharemos para que mis abuelos descansen juntos. Queremos que mi abuelo y mi abuela estén enterrados juntos».

Iñaki Gabilondo señala que el legado póstumo que dejó el franquismo es convencer a muchos ciudadanos de que intentar reparar las consecuencias más lacerantes de la dictadura es antipatriótico, porque lo patriótico es dejarlas estar.

La familia de Ramón y Encarna es la familia de miles y miles de desaparecidos durante la Guerra y la dictadura que solo quieren enterrar a sus muertos.

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