[dropcap]N[/dropcap]os ha sorprendido enormemente (y gratamente) estos días que Francisco Martínez, el que fuera Secretario de Estado de Seguridad (se dice pronto), haya decidido decir la verdad al juez y contar con pelos y señales el engranaje mafioso político-policial que el PP en el gobierno se había montado para proteger su modus operandi corrupto de las últimas décadas, y también para perjudicar a sus oponentes políticos. Lo que ha dado en llamarse «policía patriótica» (considerando que el PP o el dinero negro es la única patria), habiendo recibido también este modo de hacer las cosas el apelativo de «cloacas del Estado”.
Este último término, «Estado», es un poco más amplio que el de «partido», y debe dejarnos preocupados si lo que implica es que esas cloacas (del Estado) tenían un trajín institucional amplio y oculto, más allá de que puntualmente sirvieran para ocultar los delitos de un partido concreto. Pobre España. Y pobres españoles. Ciegos. ¿Ciegos voluntarios?
Y digo que debe sorprendernos que nos sorprenda el hecho grato de que Francisco Martínez -que cuidaba de nuestra seguridad de aquella manera- se haya decidido a contar la verdad, cuando lo que debería sorprendernos es que tantos y durante tanto tiempo, se hayan puesto de acuerdo para ocultarla.
A algunos no les preocupa ese “consenso” para ocultar la corrupción y el delito en nuestra historia reciente y no tan reciente. Lo que les preocupa es que haya diferencias de opinión sobre la mejor manera de actuar en el seno del Gobierno actual.
¡Extraordinario! ¡Así nos va!
Recordemos, por ejemplo, a Cosidó, senador del PP (no sé si lo sigue siendo) que afirmaba con soltura que a los jueces del tribunal Supremo se les toquetea por detrás.
Un rey huido al que no se puede investigar, unas cloacas del Estado que nombran patrona a la Virgen, una corrupción generalizada como santo y seña del mundo de los altos negocios ¿Ustedes creen que con este panorama pueden tenernos por un país serio más allá de nuestras fronteras? Difícil.
No voy a explicar aquí lo que es y supone la «omertá», ley no escrita que rige en el mundo de la mafia, suficientemente conocida por las películas de gánsteres, pero sí querría que reflexionáramos todos sobre el deterioro prolongado, creciente, y casi siempre silenciado de nuestro país, que visto lo visto no puede ser motivo de orgullo y sí de bastante vergüenza, porque más allá de la falta de escrúpulos de bastantes de nuestros políticos y de muchas de nuestras Instituciones, implica la colaboración necesaria del silencio unánime y la desidia ciudadana.
Recordemos, por ejemplo, a Cosidó, senador del PP que afirmaba con soltura que a los jueces del tribunal Supremo se les toquetea por detrás.
Ya dije en otra ocasión que la mentira (la mentira oficial y la mentira adyuvante de los que colaboran con ella) es una larva pertinaz, constante, que va minando la salud hasta del cuerpo más sólido. Actúa como un cáncer silencioso, oculto, que se va extendiendo por metástasis, y sustituye lentamente la vida por la muerte, la salud por la podredumbre.
Si no se actúa a tiempo contra ella, luego es demasiado tarde.
En resumen: la actitud de Francisco Martínez, decidido a tirar de la manta, ha sorprendido a muchos. Lo sorprendente, sin embargo, lo preocupante, es que haya tanta manta de la que tirar y tantos mudos. Trabajo acumulado, y el prestigio por los suelos.
En otro orden de cosas, aunque sin salirnos de la corrupción (tan extendida está que es difícil no pisarla): conviene dar la voz de alarma (no sigamos colaborando con la mentira) sobre la actitud de Pedro Sánchez (que se decía progresista) al prohibir junto al PP (véase más arriba) y VOX (sin comentarios), la investigación del rey emérito y sus oscuras operaciones, presuntamente corruptas.
La situación de Pedro Sánchez en el gobierno de coalición tiene límites estrechos. Por un lado, el gobierno lo ganó con una apuesta progresista y la intención de dejar atrás la involución neoliberal de su propio partido. Fue así como desbancó a Susana Díaz y algunos otros dirigentes un tanto rancios, apoyándose en la militancia y el voto progresista.
A partir de aquí hemos visto algunas cosas raras, incongruentes con ese proyecto, que pueden hacerle perder apoyos a marchas forzadas.
¿Qué pinta Nadia Calviño, representante de la plutocracia, en su gobierno? ¿Qué sentido tienen los rumores que se escuchan sobre la edad de jubilación o el sueldo de los funcionarios? ¿A qué responde buscar el apoyo de CIUDADANOS, buque insignia del neoliberalismo rapaz, en contra de PODEMOS?
Pedro Sánchez tiene pocas alternativas: todo lo que sea escorarse a la derecha y el extremismo neoliberal, será achacado a su libre iniciativa.
Todo lo que sea avanzar en el proyecto progresista en materia laboral, de impuestos, de servicios públicos, será mérito de su coalición con PODEMOS. Es decir, mérito de ambos.