“Santa Marta no es un pueblo muy vistoso, eso es evidente”. No parecen palabras de un alcalde sobre su pueblo, pero resulta que lo son. Y es que, con el ánimo de convertir la necesidad en virtud, el regidor santamartino, David Mingo, se embarcó junto a su equipo de Gobierno en un proyecto artístico que ha transformado por completo el municipio. Hasta 17 pinturas murales de gran formato adornan las calles de la localidad trastormesina en un viaje que arrancó hace cuatro años y que todavía no vislumbra su final.
Javier A. Muñiz / ICAL
Mingo recalca que este proyecto surgió de “observar el entorno y su realidad”. Alude en justa correspondencia al salmantino barrio del Oeste, impulsor de iniciativas similares, y a otros lugares de Europa que ha podido visitar, como fuente de inspiración. “Nuestra intención era generar en el municipio una serie de atractivos vinculados al arte contemporáneo y las ideas novedosas”, cuenta a la Agencia Ical, mientras observa el meticuloso trabajo del artista Abel Ferreras ‘Caín’ con el último exponente de ‘su’ galería en el paseo del Cementerio.
En este punto recuerda el Museo de la Moto o el Centro de Interpretación de la Isla del Soto, como ejemplos del afán del Ayuntamiento por intentar atraer, “no solo las miradas de la gente, sino a aquel turista que visita Salamanca, una vez se ha cansado de ver piedra de Villamayor”, comenta en tono jocoso, a la vez que recuerda que, antes de la pandemia, eran cerca de 1,3 millones de personas las que pernoctaban al año en la capital del Tormes.
Otro de esos proyectos es el de los grandes murales. Mingo recuerda que hubo una primera fase llamada ‘La llegada del color’ con 15 obras vinculadas entre sí que contaban una historia homogénea. “A partir de ahí hemos seguido colaborando con otros artistas”, como Caín, que antes de adornar este frontón tradicional con una expresiva niña columpiándose participó en la rehabilitación del edificio del Centro Joven, una cesión de la Confederación Hidrográfica del Duero, amén de otras pinturas en la zona deportiva o en la Isla del Soto. «Este espacio estaba totalmente degradado y nos pareció genial plasmar aquí esta brillante idea de Abel”, dice el alcalde.
Algunos de estos espacios son de titularidad municipal, pero otros han de ser cedidos por comunidades de propietarios que tienen que dar su visto bueno. “Les presentamos una idea inicial y un boceto, y si la aprueban, procedemos a ejecutar el mural. Normalmente buscamos localizaciones que sean muy grandes, que no se vaya a edificar al lado en un espacio breve de tiempo y que estén ubicadas en lugares emblemáticos del municipio, como la plaza de la Iglesia, la avenida de Madrid, la carretera de Naharros, la avenida de Burgos, la avenida Salamanca o junto a algún colegio, como el Miguel Hernández”, describe.
Una ‘afición’ municipal por el arte urbano de gran formato que, como es preceptivo, tiene un coste para las arcas del Ayuntamiento. Sin embargo, Mingo no duda de que merece la pena. “Económicamente no sé si supone mucho o poco. No te sé decir. Hemos hecho una inversión importante, porque hay que pagar a los artistas, pero yo creo que, por el resultado, resulta económico”, valora el regidor, cuando sitúa por encima de los 30.000 euros el gasto aproximado. Y eso por el momento, ya que su intención es continuar proyectando este tipo de obras. “Vamos a hacer uno inmenso junto al centro de salud, quizá sea el más grande que vamos a hacer”, anuncia.
Sobre la respuesta de los vecinos ante tanto colorido, el alcalde, que ha recibido opiniones diversas, cree que “el santamartino en general se enorgullece de tener un pueblo del cual presumir”. En este sentido, insiste en que “es evidente que esto ha transformado Santa Marta y que genera identidad en la gente”. Pero, sobre todo, destaca que “la gente de la hostelería y del comercio nota que hay más movimiento, que hay más miradas”. Por ejemplo, “alguien que viene a ver motos y se entera de que hay un mural súper chulo que merece la pena ver, al final está más tiempo en el municipio”. “Y si estás dos horas aquí, pues te tendrás que tomar algo”, concluye, realzando un valor indirecto que revierte en la economía del municipio.
En la actualidad, David Mingo, además de alcalde de Santa Marta es el encargado del área de Cultura en la Diputación de Salamanca. Un cargo que tiene previsto aprovechar para expandir su idea a otros municipios de la provincia. “Es verdad que la iniciativa de Santa Marta ha abierto la puerta a otros pueblos porque nuestro escaparate es mayor que otros”, cuenta, aunque reconoce que hay varios sitios que también han experimentado con la pintura mural, como Garcibuey, Topas o Juzbado. Por eso, como diputado, anuncia que “desde la Diputación se está preparando una idea bonita para darle a todo esto un poco de ligazón y aportar un nuevo interés cultural a nivel provincial y también turístico”. Sus vecinos estarán atentos.
Expresión callejera
A pesar de la ola de frío invernal que hiela la mañana de Santa Marta, Abel Ferreras se afana en avanzar su obra en el frontón del paseo del Cementerio. Ataviado con abrigo de empaque, no escatima en viajes a la furgoneta para coger y dejar utensilios, y de paso, pensar y repensar el trazo. A veces con forma geométrica, otras escupiendo milimétrica figuración realista, la obra de Caín, como se apoda a este artista, rezuma originalidad y frescura al primer vistazo. “La verdad es que prefiero no explicar mi concepto para que cada uno interprete lo que quiera. Cuando pinto intento no establecer nada para que no prevalezca sobre la opinión de quien pasa por aquí”, explica a Ical.
Sin atisbo de alarde ni recovecos de misticismo impostado, Caín desgrana con profunda naturalidad los pormenores de una técnica que combina los grotescos revestimientos de fachada, para soportar las inclemencias del tiempo, con la precisa fluidez del trazo de aerosol. Porque el spray es su esencia, y la calle, su escuela. Sin formación en Bellas Artes ni asunción de pautas regladas, Caín evolucionó como artista al abrigo del Hip-Hop y su rama más plástica: el grafiti. Símbolo de revolución cultural y cantera inagotable de talento en las últimas décadas.
“Sí, yo empecé en el grafiti hace 25 años. Es mi origen. Todo lo que yo he aprendido sobre pintar ha sido así”, reconoce orgulloso. Extremeño de nacimiento, con 14 años recaló en Salamanca durante una época en la que la cultura Hip-Hop no estaba muy expandida. “Solamente había un grupo y lo conocí enseguida”, recuerda. Habla del colectivo LMC, con presencia en varias provincias castellano y leonesas, y que opera en la capital del Tormes desde mediados de los noventa. “Fuimos el primer grupo en Salamanca que cogió un volumen suficiente para tener a bastante gente pintando o rapeando”, rememora.
Era la época del auge de las ‘jam sessions’, con improvisaciones musicales y escritores pintando grafiti. “Entonces, todos los que nos identificábamos con el movimiento y queríamos darle fuerza nos solíamos juntar en los mismos sitios. Yo viví eso como el paso de ser un movimiento prácticamente endogámico a expandirse a mucha gente”. Ahora, lo que nació como un entretenimiento se ha convertido en su profesión y su manera de ganarse la vida. A sus obras en Santa Marta de Tormes, o en la Isla del Soto, hay que sumar algunos conocidos murales en la capital, como su brillante factura en el reciente y popular ensamblaje de las cigüeñas en el paseo de la Estación.
Por otro lado, Caín zanja la controversia que rodea al grafiti y se desliga de quien lo confunde con vandalismo. “Para mí es arte igual, con permiso o sin permiso. Es una diferencia que hace la gente de fuera. Yo lo he convertido en mi profesión y ahora prácticamente todo lo que pinto es con permiso, pero si alguien al lado pintase otra cosa sin ese permiso, para mí no habría diferencia ninguna”, sentencia.
Con todo ello, no le cuesta reconocer el buen trato recibido por parte del Ayuntamiento de Santa Marta y su firme apuesta por el arte urbano. ”Me gusta trabajar con ellos porque me tratan como un trabajador, simplemente. Les gusta tu obra, te piden un presupuesto y si lo pueden asumir, lo hacen. No divagan. Se trata de encontrar el equilibrio entre lo que ellos buscan, y que puedas defender tu parte de identidad en la obra. Por eso para mí es el tan importante el grafiti real, porque no tiene que pasar por filtros. Entiendo la parte molesta que pueda causar, pero para mi la libertad tiene muchísima importancia a nivel artístico”. Y en Santa Marta de Tormes, los artistas como él, de momento la encuentran.