La expresión inglesa: The grass is always greener on the other side, me parece sublime.
Aparte de ser una canción del genial grupo de pop Travis (bueno, la canción se titula Side), podríamos decir que esta frase nos representa como humanos.
La traducción sería algo así como que la hierba es siempre más verde (y más brillante, y más bonita y más de todo) en el otro lado (equivalente a tu cuñado, tu vecino, tu mejor amigo o tu primo).
La envidia es uno de los siete pecados capitales más extendidos, está en cada poro de nuestra piel.
Incluso si no nos consideramos envidiosos, la envidia nos mueve un poco a todos.
O más que la envidia, el pensar que las personas que están en una situación diferente a la nuestra están mejor.
El soltero cree que el casado es mucho más feliz que él. Le imagina en el salón de su casa pasando buenos momentos en compañía de su pareja. Todo es amor y armonía.
El casado piensa que el soltero se pasa los fines de semana de fiesta en fiesta viviendo la vida loca. Lo visualiza en el local más de moda de la ciudad rodeado de glamour y diversión sin fin.
El asalariado piensa que si no tuviera jefe, todo sería mucho más fácil. Se ve a sí mismo programando sus propios horarios, escogiendo a sus clientes y encima ganando mucho más dinero.
El autónomo envidia la seguridad de cobrar un sueldo fijo a fin de mes. Piensa en lo fácil que es cobrar un sueldo sin tener que ocuparse de las facturas, pagar nóminas, y sobre todo, poder desconectar cuando el trabajo se acaba.
Y así con todo.
Pero ni el soltero contempla lo difícil que puede llegar a ser la convivencia, ni el casado imagina la sensación de soledad incapaz de llenarse con nada que puede experimentar el soltero, ni el asalariado ve lo extremadamente complicado que es ser autónomo ni el autónomo piensa que el trabajador por cuenta ajena puede estar muerto en vida por un trabajo que odia y del que no puede escapar.
Nos resulta más fácil ver solo la parte de la realidad que nos interesa, y encima magnificarla.
Y pensamos que menuda suerte tienen ellos y qué mala suerte la nuestra.
Ellos no sufren como nosotros.
No tienen problemas.
Ni contratiempos.
Es más fácil así, ¿verdad?
Pero como puedes imaginar, la realidad de esa persona que crees tan afortunada puede resultar bastante diferente de lo que piensas, incluso puede que lo esté pasando cien veces peor que tú.
Lo que pasa es que no te lo dice.
No asumamos que conocemos la realidad de los demás.
Casi nunca acertaremos.
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