Llega al Hospital Clínico Universitario de Valladolid sobre las 7.30 horas y se va cuando puede. En este año de pandemia ha aprendido, como el resto, a “estirarse como el chicle” porque no le queda otra. El coordinador autonómico de Medicina Interna frente al COVID-19, Carlos Dueñas, no pierde el humor pese a jornadas maratonianas en las que cada vez hay que atender a más pacientes; buscar alternativas y tener un plan de contingencia para vaciar plantas limpias; abrir sucias, decidir qué se hace con los pacientes no COVID-19 y, así, minuto a minuto, bajo la amenaza de las cifras de nuevos contagios.
S. Calleja / ICAL
Cifras “elevadísimas” que ya no dan respiro y que tensionan a cada segundo a los hospitales; y todo con la fatiga psicológica y física de una pandemia que no da tregua, que deja exhausto a cualquiera, y más ante un tsunami que está por llegar a los hospitales y a las ucis, porque los contagios de hoy son el mañana de los centros. Con toda la imaginación sobre la mesa y buscando camas donde no las hay, lamenta: “Aunque abramos los gimnasios y las cafeterías del hospital, si la gente no se conciencia, esto puede ser una catástrofe”, a lo que se une que la pandemia también la están pagando los enfermos no COVID-19. Por eso llama al autoconfinamiento, y advierte: “No había visto tantas habitaciones de matrimonios juntos. Son las consecuencias de las reuniones familiares”.
Se ha convertido en un mantra. El sistema sanitario está saturado, las ucis se desbordan, sobrecarga de urgencias, profesionales agotados… Usted que está al pie del cañón, ¿concibe está situación en una sociedad, en teoría, evolucionada? ¿Qué más nos tienen que decir?
Los mensajes son claros y lo llevan siendo desde marzo del año pasado. El problema es que ya no sé si calan como tienen que calar. La realidad es que los hospitales están preparados para asumir un número de ingresos limitados y no un número tan alto que acaba sobrecargando y haciendo que las cosas no funcionen todo lo bien que tienen que funcionar. Castilla y León hace dos semanas tenía unos 600 pacientes ingresados en planta COVID-19 y ahora tenemos 2.000. Un ascenso de 1.400 pacientes en 15 días es brutal para que lo puedan asumir los hospitales, y a eso hay que añadir que siguen viniendo pacientes sin COVID-19; siguen llegando las urgencias traumatológicas, los infartos, los ictus, las hemorragias digestivas. Estamos en récord de ingresos diario, duplicándolos y los hospitales tienen un número limitado de camas, nos nos las podemos inventar. Todos estamos así, Río Hortega, Clínico, Palencia, Segovia… Y eso, con un número limitado de profesionales, y que nadie está saliendo de trabajar a las tres de la tarde. La calidad de la asistencia se ve mermada por la avalancha de pacientes que tenemos, esto es así. Y la gente tiene que entender que los hospitales tienen un número limitado de camas y que no podemos seguir a este ritmo de ingresos. Si no se confinan y hacen las cosas como las tienen que hacer, los hospitales vamos a sufrir bastante, ya lo estamos sufriendo.
¿Han tenido que decir ya a algún enfermo, vuelva usted mañana; mandar a gente a su casa que en otras circunstancias se hubiera quedado ingresada en el hospital?
No, porque al final acabamos inventándonos. Si hay que buscar camas de debajo de las piedras, las acabamos buscando como ha hecho Palencia. Si tienes que habilitar el gimnasio para atender pacientes, lo habilitamos. Pero no es lo mismo ver a pacientes en una planta que en un gimnasio; la calidad asistencial también se ve mermada. Es así. Ser más estrictos en urgencias a la hora de decidir un ingreso, igual sí, pero si está indicado, no se va a decir que no. Habrá que buscarles sitio donde sea. Entonces, nos reinventamos, se sacan cirugías a los hospitales privados para que los pacientes no ocupen camas. Es lo que llevamos haciendo, reinventándonos y buscando camas donde no las hay casi.
Ante las cifras de contagios que no bajan de los 2.000, con el añadido de la cepa británica, mucho más contagiosa y, al parecer, también más mortal, ¿se temen lo peor en quince días?
Mientras sigamos con incidencias muy altas, los hospitales van a estar soportando muchísima presión asistencial, y 15 días más allá de que los contagios bajen, seguiremos; y las ucis, un mes más. Cuando se normalice la cifra de incidencia, nosotros todavía estaremos casi un mes con problemas en los hospitales. Si a eso añadimos el progresivo aumento de pacientes con sospecha de la variante británica, al aumentar la transmisión, tendremos más ingresos. Todo va en contra de los hospitales y de la Atención Primaria, también.
¿Podemos volver a la situación de abril, a los peores momentos de la pandemia?
Si seguimos así, sí; estamos ya en cifras cercanas. En abril, el Clínico alcanzó el máximo de unos 200 pacientes en planta y en la UCI hasta 70, y ahora son más de 160 y todavía nos quedan dos o tres semanas de recorrido con un elevado número de ingresos. Hay hospitales de la Comunidad como puede ser León que tiene ya cifras más altas que en la primera ola, o Palencia, o Ávila…
¿Han comenzado ya derivaciones entre hospitales, para dejar hueco a los siguientes pacientes, para desahogar centros pequeños?
A través del coordinador de UCI se han organizado traslados de zonas donde están más apretados, a zonas más liberadas y hay mucho movimiento. El Hospital de Segovia, que ha estado un poquito más apurado, ha estado derivando a Burgos, al Clínico y al Río Hortega pacientes a la UCI; Medina del Campo, también, que no tiene UCI. Sí que hay movimiento. Y en planta, a parte de los traslados al Hospital Rondilla -que ha recibido pacientes del Clínico, Río Hortega, Palencia, Segovia, Ávila y de Medina del Campo-, el Hospital de Palencia ha tenido que mandar al Hospital de Burgos y al Clínico de Valladolid algún paciente con afectación respiratoria importante, porque ellos no podían asumir en momentos pico a todos los pacientes en planta.
¿El edificio Rondilla va a ser suficiente, o teme la vuelta a los hospitales de campaña?
Tiene capacidad de hasta 200 pacientes ingresados. Con la apertura total de la segunda planta, tenemos capacidad de 90 y estamos con setenta y algo. Probablemente, lleguemos a los 90-93 pacientes estos días. Si hiciera falta abrir más camas por saturación de los hospitales, se irían abriendo en el momento en el que se dispusiera de personal.
¿Otro problema, porque de debajo de las piedras no salen profesionales?
Nos vamos estirando como chicles y hacemos lo que podemos. No estamos en la situación ideal, tenemos que duplicar el número de pacientes que vemos, diagnosticarles; duplicar las guardias… Ahora mismo hay diez facultativos trabajando en el Hospital Rondilla, y ese es el menor problema, es más el del personal de enfermería, porque no hay enfermeras. Quiero agradecer, desde aquí, a las enfermeras que trabajan a días en el 1-1-2 que se acaban de incorporar como voluntarias a este hospital los días que están de descanso.
¿Y cómo están esos profesionales, con una fatiga acumulada que a nadie se le escapa?
Doblando turnos, multiplicando guardias, con muchos más pacientes a cargo de cada uno; con un patología que hace mucho daño psicológicamente, porque hay pacientes que se ponen malos y a los que no les encuentras una solución porque no evolucionan bien. Esto es muy duro física y psicológicamente. La gente está agotada, cómo va a estar; exhausta. Pero bueno, sabemos a lo que nos decidamos y sacamos fuerza de donde no la hay. Intentamos que la gente descanse un mínimo razonable, porque esto es una carrera de fondo… Llevamos casi un año y no parece que esto vaya a aflojar tan pronto.
¿En una situación normal, a cuántos pacientes atiende un médico, y a cuántos tocan ahora?
Pongo un ejemplo del Clínico. En enero de hace un año, el Hospital tenía once camas de Intensivos, en este momento están funcionado 71, y el personal ha aumentado en una persona. En esta época, en Medicina Interna puede haber unos 70 pacientes en una situación normal, y ahora mismo tenemos 80 pacientes COVID-19 y 60 no COVID-19, más o menos con el mismo personal. Estamos viendo a más del doble de los pacientes habituales, y lo mismo pasa en Neumología y en todos los sitios. Es como poco duplicar el trabajo en una época mala como puede ser enero con la gripe.
¿Qué factura está pasando la pandemia al sistema y sobre todo a esas patologías no COVID que siguen estando presentes; a las intervenciones quirúrgicas?
Lo están pagando. El tener que dedicar muchos más efectivos a patología COVID-19, los tienes que detraer de otros sitios. Ahora mismo, el servicio de Neumología y el de Medicina Interna se dedican, prácticamente en exclusiva, a pacientes COVID-19. Las consultas de otras patologías relacionadas están paradas o retardadas. Imagínese lo que puede ser un cáncer de pulmón que no se ha diagnosticado porque están retardadas las consultas… Pero también hay profesionales de otras especialidades que están colaborando con nosotros, donde también se está bajando la actividad. Digestivo colabora, lo que probablemente repercuta en que los estudios, por ejemplo, de cáncer de colon y demás se retrasen; en Oncología ocurrirá lo mismo. Seguro que vamos a retrasar diagnósticos que tienen implicaciones en el pronósticos. No es lo mismo diagnosticar un cáncer de colon en estado inicial, que en fase más avanzada, porque ya los riesgos de que se haya extendido son mayores. Esto es así. En la primera ola lo paramos todos, y ahora estamos compaginando lo que se puede la atención COVID y no COVID.
Usted que lo ve todos los días, ¿hay jóvenes en las UCIs?
La edad media de los pacientes ingresados en UCI y en planta está bajando. Yo no había visto tantas habitaciones de matrimonios juntos en este hospital como ahora. Son las consecuencias de las reuniones familiares de Navidad. Están el marido y la mujer, dos cuñados… Y son gente, por lo general, más joven que en la primera ola.
Todos tenemos la esperanza volcada en la vacuna. ¿Qué respiro respiro cree que puede dar, y cuándo puede llegar ese respiro?
Todo va a depender del porcentaje de vacunación y de las dosis que tengamos a corto plazo. Cuanto antes tengamos población vacunada mejor será, siempre y cuando no venga una variante que se salta la vacuna, y de momento la única en la que parece que no es tan efectiva es la sudafricana y, salvo un caso que hay en España, parece que no tenemos más. El respiro es poder tener por lo menos al 70 por ciento de la población vacunada, nos dicen que en verano, pero si pudiera ser antes mucho mejor. Israel está vacunando masivamente y ya lo está notando en las cifras de contagios.
Hemos tropezado dos veces no, tres con la misma piedra. ¿Qué estamos haciendo mal, de quién es culpa, dónde está el problema?
Es un poco de todo. Probablemente, cuando los políticos se ponen a analizar el riesgo de la transmisión frente al riesgo económico, pues pueden ser algo más livianos a la hora de tomar decisiones. La mayoría de los sanitarios habrían cerrado y confinado todo hace mucho tiempo. Y, por otro lado, las personas; llega un momento que las cabezas cambian, dejan de recibir información de COVID-19 porque están saturadas. Llega un momento que tienen que salir y respirar. Se junta todo un poco. La población probablemente está saturada y necesita un respiro; las políticas son complejas, no es fácil cerrar a cal y canto como en la primera ola, y al final todo tiene sus consecuencias.
Por último, ¿qué más se le puede pedir o decir a la población?
Que las cosas vayan bien no está en manos ni de los políticos, ni de los médicos. Tienen que darse cuenta de la situación, del peligro que corre la sanidad en Castilla y León de colapso. Que estén el mayor tiempo posible en sus casas, con el mínimo de personas con las que se relaciona habitualmente. Que hagan una especie de autoconfinamiento, porque si no, va llegar un momento en el que aunque abramos los gimnasios y las cafeterías del hospital para meter camas no vamos a poder asistir a todos los pacientes. Acabaremos como Portugal. Si la gente no se conciencia y es responsable, esto puede ser una catástrofe.