[dropcap]E[/dropcap]l ser humano se caracteriza por ser muchas cosas, entre ellas ser sus pérdidas y sus ganancias.
Hoy me quiero centrar en la parte menos bonita de la historia.
No me digas que parte de lo que te define no está ahí: en lo que ya no está. Para mí es algo realmente importante.
Las pérdidas más evidentes son las personas que ya no están con nosotros porque han fallecido.
Cada duelo que hemos sobrellevado nos determina profundamente, son algunos de los momentos más duros de la existencia de cualquier ser humano y eso marca, y mucho.
Ante cada gran duelo se modifican nuestros valores, nuestras creencias, nuestras prioridades.
Cambia nuestra vida porque la vida no es la misma sin esa persona tan cercana.
Es duro, lo sé.
Luego están los duelos por los vivos, que no dejan de ser otro tipo de duelo.
Cuando se rompe una pareja, cuando una amistad muy significativa deja de serlo, cuando las familias se distancian o cuando dejas de trabajar en un sitio y ya no compartes tu día a día y la complicidad con tus compañeros.
Todo eso son pérdidas, y a veces duelen mucho.
¿Y qué me dices de las pérdidas de ubicación? Esos sitios tan importantes para ti, esos lugares en los que has sido feliz y por Xs motivos ya no volverás o aunque vuelvas no serán los mismos porque todo ha cambiado.
No sé quién decía que la madurez significa aprender a dejar ir: pierdes a tus referentes, pierdes capacidades, en muchos casos pierdes hasta la salud. Aprendes a vivir la renuncia a aquello que fue.
No es sencillo aprender a vivir los cambios que se producen a los 60, por ejemplo. Pero tampoco lo es a los 15.
Cada etapa tiene sus propias dificultades. Y también sus estrategias para que la adaptación resulte más fácil.
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