[dropcap]E[/dropcap]n estos días, mientras algunos regalaban libros y flores (símbolos de la cultura y de la vida, o dicho de otro modo: de la cultura de la vida), otros enviaban sobres con balas amenazando de muerte a representantes democráticamente electos: Pablo Iglesias, Marlaska, y María Gámez, directora de la Guardia Civil.
El reto de la modernidad, que precedió a esta posmodernidad líquida, oscura y retrógrada que padecemos, quizás pueda resumirse en un debate entre balas y libros, entre violencia y razón, entre imposición y argumentos, entre novios de la muerte y amantes de la cultura, entre los fanáticos de la fuerza bruta y los cultivadores de la palabra, entre los que no saben vivir sin excluir y anular al prójimo, y los que prefieren el diálogo para integrar las diferencias o convencer (sin vencer) de sus razones.
Son muchas las metáforas o los símbolos de esa dialéctica que define la modernidad como intento permanente de mejora y avance. El asesinato de García Lorca por los fascistas españoles es uno de ellos. El enfrentamiento entre Unamuno -que desplegó su palabra lúcida y valiente- y los falangistas que amenazaban, pistola al cinto, en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, es otro.
Pero lo es también el asalto y el bombardeo del Palacio de la moneda por las tropas fascistas de Pinochet y la muerte del presidente Allende.
Una de las características del fascista es que se arroga y se reserva la voluntad de todos y suprime al disidente
Antes de este último episodio de amenazas fascistas en nuestro país, ya hemos tenido precedentes inmediatos que se van acumulando y sumando:
¿Qué fue del episodio reciente en el que unos fascistas, ejerciendo como tales y en un acto antisemita, volvieron a gritar: «El judío es culpable»?
¿Qué fue de aquel energúmeno hormonado y el cerebro lleno de odio que se divertía fusilando dianas con fotos de nuestros representantes electos?
¿Qué fue de aquel otro -también energúmeno y fascista- para el que la solución de los problemas de España pasa por fusilar a 26 millones de españoles, niños incluidos?
Una de las características del fascista es que se arroga y se reserva la voluntad de todos. Por eso, cuando la señora Monasterio, en el reciente episodio de la cadena Ser, dice saber lo que quieren «los españoles» (todos), está en ese camino, por otra parte, tan siniestro, de adueñarse de la voluntad colectiva y suprimir al que disiente.
La vicepresidenta Calvo ha dicho que se hará lo imposible para encontrar a los remitentes de esas balas. En los episodios que precedieron a esta otra amenaza, también se dijo que se tomarían cartas en el asunto. Mientras tanto esa amenaza fascista sigue creciendo como una bola de nieve.
Lo del tweet del PP, dirigido a Pablo Iglesias, al calor de los hechos de la cadena Ser, diciendo «Al salir cierre la puerta», luego borrado (tiran la piedra y esconden la mano), es para nota… de la misma barbarie.
— oOo —