[dropcap]A[/dropcap]ntes de la hecatombe -13 de marzo de 2020-, se calcula que el turismo idiomático movía en Salamanca más de 50 millones de euros anuales.
Por: Javier A. Muñiz / ICAL
La provincia salmantina es la más castigada de Castilla y León en este sentido, ya que reunía casi a 35.000 alumnos extranjeros cada año, el 68 por ciento del total comunitario. Según datos de la marca ‘Salamanca, ciudad del español’, en la capital del Tormes había 17 escuelas y dos agencias de español. Aparte, más de medio millar de familias vivían de la acogida de estudiantes en una ciudad, que alberga además el Centro Internacional del Español de la Universidad, un referente mundial. No en vano, dicha marca llegó en 2019 a otros 11.000 clientes potenciales con acciones internacionales para alumnos y profesores.
Durante la crisis, uno de los centros con más solera de Salamanca, la Academia Isla, se vio obligada a cerrar y entró en concurso de acreedores. Otras dos, Enforex y Don Quijote, vieron en la fusión la mejor salida para aguantar el envite evitando el cierre. En este momento, según datos de la Asociación de Escuelas de Español de Castilla y León (Aeecyl), el 70 por ciento de las escuelas de la Comunidad permanecen cerradas, unas pocas funcionan online y todas ellas tienen a toda, o a la mayor parte de su plantilla en ERTE. Y es que solo el calendario de los ingresos ha quedado congelado. La mayoría de los gastos permanecen inalterables como una gota malaya que hunde un poco más cada mes a los centros.
De hecho, a los más corrientes se sumaron el pasado verano, durante la desescalada, los gastos derivados de la inversión en material sanitario, medidas de seguridad y nueva formación para el profesorado, requisitos de obligado cumplimiento para una reapertura que resultó demasiado efímera y que, en la mayoría de los casos, solo sirvió para incrementar las pérdidas. Para más inri, el de las escuelas de español es uno de los sectores que se han quedado fuera del paquete de ayudas del Gobierno de España, mientras la Consejería de Empleo e Industria “se pone de perfil” y el Ayuntamiento de Salamanca, sin competencias en lo esencial, es la única institución que, según los centros, ha habilitado y concedido algunas ayudas hasta el momento.
Escasez de ayudas
Así lo reconoce el presidente de la Federación Española de Asociaciones de Escuelas de Español para Extranjeros en Castilla y León, Miguel Ángel Benito, en declaraciones a la Agencia Ical. De hecho, sobre Ana Carlota Amigo, consejera de Empleo e Industria, manifiesta, haciendo un pequeño juego de palabras, que “será amiga de sus amigos, pero no de las escuelas de español”. Recuerda que las competencias en el terreno laboral están transferidas a las comunidades y tacha de “brindis al sol” sus declaraciones en Salamanca hace algunos días recordando las cartas que ha enviado al Gobierno reclamando la inclusión de estos centros en la cadena de valor del turismo, auténtica llave en el reparto de estas ayudas. “Lo que hizo fue jugar con la ignorancia del público en general”, asevera.
Por contra, la Junta de Castilla y León justifica su proceder en el sentido de los informes técnicos que, según indica, desaconsejan esta consideración. “Se parapeta en una consulta a Inspección que ha resultado negativa. Lo que no dice es que no es vinculante. La consejera maneja los expedientes de escuelas aceptadas en la cadena de valor del turismo en la mayoría de las comunidades, menos en Castilla y León, que se supone que es uno de los referentes del sector a nivel nacional”, lamenta Benito. Mientras, la escuela de la que es director, el Colegio Delibes en Salamanca, mantiene un recurso de alzada a este respecto que habrán de resolver los tribunales. Agradece, eso sí, que la Administración autonómica haya facilitado el acceso a los créditos de Iberaval y dice conocer “la sensibilidad” del presidente, el salmantino Alfonso Fernández Mañueco, como “buen conocedor de esta problemática”.
Con la espalda del Gobierno y la ambigüedad de la Junta, el Ayuntamiento de Salamanca se ha erigido como única institución que se ha puesto del lado de un sector que, sin duda, dinamiza la economía local. A punto de cumplirse un año de la reunión del alcalde, Carlos García Carbayo, con las empresas del turismo lingüístico, celebrada el pasado 13 de mayo de 2020, el Consistorio ha dado cumplimiento a la mayoría de las propuestas que allí se hicieron. Entre ellas, la flexibilización del pago de impuestos y, sobre todo, un convenio dotado con un máximo de 6.000 euros por centro para dotar a los espacios de las preceptivas medidas sanitarias. Además, se comprometió a la inversión de 100.000 euros a lo largo de este año para impulsar la promoción internacional de estas entidades.
Trabajando a pérdidas
El Colegio Delibes es de los pocos que permanecen abiertos. “Estamos bajo mínimos, subsistiendo a base de crédito y de consumir patrimonio”, reconoce su director mientras asegura que trabajan a pérdidas y justifica su apuesta empresarial en “la esperanza de aguantar el tirón con lo poco que hay”. De sus 24 trabajadores, solo nueve están operativos y el resto se mantiene en ERTE. Actualmente dan clase a unos 40 alumnos, apenas un diez por ciento del volumen habitual a estas alturas del curso. Una parte importante de ellos procede de China y tiene «algún coreano, algún japonés y unos pocos europeos». Todos, eso sí, jóvenes que han decidido ingresar en el país por su cuenta y riesgo, cumpliendo con los requisitos de sus respectivas fronteras y con una PCR bajo el brazo.
El principal problema es que los programas colectivos de aprendizaje de idiomas en el extranjero están cancelados en todo el mundo. “No hay ningún organismo público ni privado que se atreva a viajar con grupos”, explica Benito, quien ve en la vacuna “la esperanza y la única solución” posible a este galimatías internacional y sanitario que ha puesto en jaque su negocio. “Nuestros referentes son los países que llevan un alto porcentaje de vacunación, como Israel o Inglaterra. Si la evolución aquí es igual, en la mejor de las previsiones, de aquí a tres, cuatro, cinco o seis meses podremos volver a tener un flujo incipiente de estudiantes”, augura con la esperanza de que empiecen entonces a «despertar los mercados”.
Más allá de las clases
En el corazón de Salamanca, en plena calle Compañía, inserto en un histórico edificio del siglo XVII, el Colegio de España, centro de español más antiguo de la ciudad, tiene a sus nueve profesores en ERTE. Su directora, Teresa González, y su gerente, Yeilin González, mantienen, escoba en mano, decente un inmueble que acumula meses cerrado a cal y canto, mientras hacen cuentas para sobrevivir “sin recibir ningún tipo de ayuda”. “Tenemos que seguir pagando la Seguridad Social y los impuestos con cero ingresos. Es un desangramiento diario en el que no podemos hacer nada”, denuncia la administradora, quien reconoce haber “dejado de ver las noticias” para poder continuar con el día a día.
Allá por febrero de 2020, fueron los alumnos chinos quienes dieron la pista en el centro. “Empezamos a ver que tenían miedo y sus padres les pedían volver. La semana previa al estado de alarma pidieron dos semanas de vacaciones en la escuela para autoconfinarse. No nos pareció mal, aunque un poco raro”, recuerda Yeilin. Poco más tarde, los numerosos grupos de italianos que, por entonces, poblaban los coquetas aulas del Colegio de España fueron confirmando “el desastre”. “Nadie sabía qué había que hacer”, pero la mayoría de estudiantes volaron antes del cierre. Solo quedó «bloqueado» un pequeño grupo que fue alargando progresivamente la estancia en sus alojamientos. Hubo que empezar a hacer devoluciones y se plantearon las clases online, al menos para los alumnos chinos que venían «para mucho tiempo».
La desescalada del mes de junio supuso la reapertura del centro con apenas un par de grupos y estudiantes que llegaban “a cuentagotas”. También se mantuvo activo como centro examinador de la nacionalidad y del Diploma de Español como Lengua Extranjera del Instituto Cervantes. La realidad es que cifran en un porcentaje “cercano al cien por cien” la caída en la facturación, mientras los gastos para abrir las puertas apenas eran sostenibles. Y eso, agradeciendo la comprensión de su arrendador, la congregación religiosa titular del inmueble, que condonó el alquiler de “no sé cuántos meses”. Teresa González, al pie del cañón desde hace 37 años, subraya que “las monjas son muy empáticas y les encanta que el edificio se dedique a la cultura”.
En cualquier caso, el caballo de batalla es la inclusión en la cadena de valor del turismo para tener acceso al paquete de ayudas gubernamentales. “El español para extranjeros va mucho más allá de las propias clases. Organizamos actividades, excursiones, clases de baile o cenas”, enumera la directora, quien recuerda que el Colegio de España también funciona como agencia de viajes. “Somos cien por cien turismo. Nuestros alumnos tienen que venir en avión, no podemos dar clases de español a españoles”, reflexiona con obviedad incontestable. Esperan la vacuna como agua de mayo, aunque, de momento, no saben «ni qué contestar» a los alumnos respecto al verano. “El año pasado fue catastrófico y este igual. Puede que para 2022 se mueva algo, pero no estamos seguros”, zanja Yeilin González con más melancolía que esperanza.
Dependencia de grupos
No muy lejos de allí, las constelaciones que dan nombre a las aulas de la escuela Letra Hispánica, en Peña Primera, no habían conocido, ni gracias a su milenaria nomenclatura, una situación similar. Tampoco su administrador, Tomás Criado, que lleva siete años en el centro y media vida en el sector, y recuerda con muy lejana semejanza la crisis de 2008. “Es una situación muy excepcional. La gente tiene miedo a salir de sus países, y yo lo entiendo. ¿A dónde mandas a tus hijos”, pregunta con retórica. Recuerda que ya a finales de febrero, los grupos de alumnos de China permitieron a los responsables del centro ver las orejas al lobo. “Al principio crees que puede ser un virus más, pero luego vas percibiendo que no es solo una gripe”, rememora.
De los nueve profesores fijos en la plantilla de Letra Hispánica, ocho están en ERTE. Solo él se mantiene en activo y se dedica a facilitar las pruebas de nacionalidad a quien las requiere, así como a algunas tareas de mantenimiento o, básicamente, a responder emails. “Ahora mismo dependemos de iniciativas particulares, de alumnos sueltos. Los malo de las escuelas de español es que necesitan a los grupos para mantener un flujo continuo de estudiantes. Y eso ahora es muy difícil porque no se favorecen viajes a nivel institucional”, explica con desazón.
Sin negocio, de nuevo las ayudas públicas se revelan como única alternativa cierta para subsistir en lo que todo pasa. “Los fondos ICO y algún apoyo del Ayuntamiento ha sido lo único que hemos recibido. De la Junta no hemos tenido noticias por no estar considerados dentro de la cadena de valor del turismo, pero los estudiantes vienen, precisamente, para aprender en este entorno. Aquí se van de tiendas, bares, restaurantes y consumen en el ocio nocturno. De hecho, tenemos la misma cadena de proveedores que las empresas del sector turístico”, insiste. En definitiva, la vacunación, también para Criado, pasa por ser la única solución a este cañonazo en la línea de flotación de ‘Salamanca, ciudad del español, a fin de volver a ser una realidad, algo más que un eslogan.