¿Entretener o dejar huella?

 

[dropcap]E[/dropcap]xiste un deseo o incluso miedo ligado al ser humano y su condición efímera en su paso por la vida, y es dejar algo para recordar, una marca de que pasamos por aquí por lo que seamos recordados o por lo que haya merecido la pena vivir.

Dependiendo del conformismo, la profesión y la fortuna podrá ser algo más o menos grandilocuente. La cuestión es que en el caso del artista, normalmente el conformismo queda aparcado y el sueño es convertir la obra en algo para la posteridad con una o varias piezas que reflejen nuestro talento y pensamientos. Y no hablo del sueño del famoseo de la pompa y circunstancia, lo cual no a todos los artistas les merece la pena, aunque el éxito suele llevar esa condición intrínseca, pero hoy el punto principal en este caso es la obra y no el artista.

Y hoy reflexiono a cerca de estas preguntas: ¿Los artistas tienen el irremediable deseo de dejar huella? ¿Pero qué ocurre entonces con aquellas piezas que buscan el mero entretenimiento? ¿Se puede crear una obra sin pretender nada más allá que entretener a un público?

Imaginemos la siguiente situación transportándonos a otro arte parecido al cinematográfico.

Sábado por la noche. Acudimos a un teatro para ver una obra de teatro y despejarnos de la cotidianidad y el estrés que se mueve en las calles, para resguardarnos durante un rato en la cálida butaca de un teatro. Somos espectadores durante dos horas de un espectáculo entretenido, gracioso, amable. No le ponemos ninguna pega pero una vez volvemos a nuestra vida corriente, no pensamos en ella. Nos ha regalado dos horas de distracción, pero se acabó.

Llega el siguiente sábado y volvemos al teatro. En esta ocasión de nuevo dos horas que nos regala una compañía, solo que esta vez, cuando hemos salido del teatro no ha terminado del todo la obra. Vamos por la calle de vuelta a casa pensando en esta o aquella escena, en este o aquel diálogo. Y esta reflexión viene y va por un par de días debido a que nos ha despertado algún tipo de sentimiento o pensamiento.

¿Es la segunda obra mejor que la primera? ¿Debería el creador o creadora de la primera intentar parecerse a la segunda? Volvamos al cine.

Como ya avancé en otro artículo, siempre he pensado que aquellas películas que nos dejan pensando, aunque sea por un minuto, merecen la pena. ¿Por qué? Porque en primer lugar si llegan a emocionarnos quiere decir que un conjunto más o menos largo de personas han conseguido ordenar y narrar una serie de imágenes, sonidos y música de manera que esto suceda, y es sin duda maravilloso. Y en segundo lugar si nos han hecho cuestionarnos, es porque el discurso empleado ha funcionado.

Pero esto no quiere decir que si vamos ese sábado a ver una obra de teatro que únicamente lo que haga sea entretenernos sea menos obra que la segunda, porque a lo mejor el objetivo que plantea el artista o artistas es precisamente ese y por lo tanto no tiene que querer parecerse a la segunda. Sin embargo para mí siempre será mejor la segunda, ya que ha dado un paso más.

Hace un año aproximadamente surgió un debate interesante sobre el cine “de superhéroes”, con algunos exponentes mundiales de la dirección cinematográfica argumentando que no podían considerarlo cine. En mi caso no voy tan lejos, sí lo considero cine y de hecho para mí es un género en sí mismo.

Fotograma de la película “Manhattan” de Woody Allen, cuyo director de fotografía era Gordon Willis.

Lo que aquí ocurre en mi opinión es que las reglas de juego cambian. Cuando un espectador acude a una sala, durante los primeros minutos de la proyección se establecen las reglas de juego en las que va a jugar la película y que nosotros asimilamos inconscientemente. Por ejemplo en la película “Manhattan” de Woody Allen no nos tragaríamos que entrase un dragón echando fuego por Manhattan. Y al contrario, en una película de Batman sería extraño encontrarnos un estilo fotográfico como la película de Woody Allen. O a lo mejor sí, y le vemos un día vestido de hombre murciélago, quién sabe. No obstante, el cine de superhéroes puede llegar a emocionar a muchos espectadores, y es ahí donde quiero llegar.

Creo que todo cortometraje o película que se precie debe intentar marcarse en la retentiva del espectador, aunque sea por cinco segundos y ojalá llegar a aflorar sus sentimientos. Y de esta misma manera con la música, el teatro, pintura o cualquier arte que se precie. Porque seamos realistas, todos hemos visto muchas películas, ¿pero de cuántas nos acordamos?

Aquellas piezas que nos entretienen y nos hacen pasar un buen rato en nuestra butaca o nuestro sofá son también igual de valiosas si logran hacernos olvidar por un rato de nuestras rutinarias preocupaciones pero la fina línea que separa eso de “una película más del catálogo” es lo que debería evitarse, y para ello ese sentimiento egocéntrico de dejar huella debería estar por encima del económico, ya que entonces no buscamos emocionar y lucrarnos, sino solamente lo segundo, y es ahí donde la obra se pierde.

2 comentarios en «¿Entretener o dejar huella?»

  1. Las películas que entretienen y además dejan huella son las que más nos gustan, aunque las dos cosas es difícil que se pueda conseguir.

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