Escondidos en un camión, andando, pagando dinero a desconocidos, en grupo o en solitario… muchas son las historias que viajan en la cabeza de demasiadas personas que, por la situación de su país, deben abandonar la tierra que los vio nacer en busca de una nueva vida.
La lucha por una segunda oportunidad para poder ser feliz, para intentar comenzar de cero en un lugar en el que, en muchas ocasiones no son bien recibidos, con la complicación de integrarse, lograr un trabajo y poder tener una vida normal; tan simple y complicado como eso.
Éste es el caso de muchas personas procedentes de países como Venezuela, Colombia, Siria o Ucrania y, últimamente, de Mali, desde donde salen cada vez más jóvenes y familias en busca de un futuro mejor, aunque su vida se pueda quedar por el camino.
Algunas de estas historias se encuentran en el centro que la asociación Ymca tiene en la capital salmantina, con el gran objetivo de integrarse en la sociedad, que ésta les acepte y poder entrar a formar parte del mercado laboral; en definitiva, empezar de cero y poder hallar la felicidad tras mucho, demasiado sufrimiento…
Ymca gestiona desde 2020 en Salamanca un total de 80 plazas de acogida de protección internacional mediante un programa gestionado por el ministerio de Inclusión, Seguridad Social e Inmigración.
“Actualmente hay 34 plazas ocupadas en este centro de la hermandad religiosa (Hospedería Dehon en el barrio de San José), ubicadas en la tercera planta de esta hospedería. El resto, 46, están divididas en varias viviendas alrededor de Salamanca para una acogida temporal de personas solicitantes o de protección internacional, con el objetivo de crear itinerarios de integración sociolaboral”.
Así lo indica la coordinadora de Protección Internacional de este programa, Alejandra Acosta, quien apunta que en este momento, “en el centro de acogida residen 20 hombres solos originarios de Mali en su gran mayoría; también de Marruecos y Senegal. En los dispositivos que tenemos en Salamanca, residen unidades familiares originarias de Perú y Colombia”, señala.
Estas personas hacen una solicitud a España de protección internacional y el equipo valora su situación y se hace un apoyo si se considera oportuno, a esa solicitud. “Lo que queremos es que en esos primeros meses las personas o familias vayan ganando autonomía para poder pasar a la segunda fase. Actualmente, solo pasan a esa segunda fase las personas que tengan reconocido el asilo, y las que no, deben tener esa aprobación”, explica Acosta.
Su estancia se basa en dos fases: la primera dura seis meses, y en función de la vulnerabilidad de cada familia o persona, se puede ampliar hasta los nueve. En Ymca trabajan con ellos la integración a través de varios talleres sobre la normativa española, la sanidad, el acceso al mercado laboral español, la enseñanza del idioma o el apoyo social, económico, psicológico y jurídico.
Los que sí han logrado pasar a esa segunda fase, salen de su ‘casa’ (el centro de Ymca) y pasan a vivir de alquiler en una casa que gestionan ellos mismos. ¿Cómo? “Los acompañamos en los aspectos social y económico; en el caso de que las personas no estén trabajando, buscamos una vivienda, intermediamos con los propietarios, y las familias pueden ya iniciar una vida autónoma e independiente. El objetivo es que sigan con la formación, talleres y búsqueda de empleo para que puedan vivir como cualquier otro migrante; esa segunda fase puede durar hasta aguantar los 18 meses del itinerario”.
Precisamente, en esta segunda fase del programa “atendemos a 18 unidades familiares con un total de 74 personas. Las unidades familiares son mayoritariamente originarias de Colombia y Venezuela, pero también de Honduras, El Salvador, México, Colombia, Ucrania, Siria y Chile. Hoy en día se atiende desde el programa a 101 personas diferenciado en 68 adultos y 33 menores de edad”, destaca la coordinadora de Protección Internacional.
Cuando los migrantes llegan a España, “la mayoría tiene regulada la situación administrativa, pero no permiso de trabajo y por eso el programa contempla un catálogo de ayudas para la integración; el programa se creó en España por el compromiso con la UE de acoger a un porcentaje de refugiados y por eso se generó”.
Así, si cualquier persona acogida al programa consigue un trabajo y sus ingresos son superiores a las ayudas que reciben, se paralizan las mismas, pero seguiría contando con el resto de los servicios que presta Ymca, y haciendo una vida completamente normal. No en vano, no es muy elevado el porcentaje de inmigrantes o familias que logran vivir de una manera independiente, eso sí, se garantiza la escolarización de los menores en el centro del barrio en el que vivan.
En el caso de que las personas terminen el programa y no haya sido posible su inserción sociolaboral, “hacemos una derivación a los servicios sociales municipales; es un programa concreto y limitado en el tiempo y allí ya continúen la intervención que deban”, explica Acosta.
El deporte como tabla de salvación: el gesto de Guijuelo y CB Tormes
Además de las actividades del itinerario que marca el programa, desde Ymca también se fomenta el ocio y el tiempo libre para favorecer la integración. “A los chicos les encanta el fútbol y juegan todas las tardes entre ellos; Unionistas nos invitó a ver un entrenamiento y el Guijuelo nos ha entregado ropa y balones para que puedan jugar, además de haber ido a ver al equipo de baloncesto Usal La Antigua en varias ocasiones, que también nos cedió una equipación y un balón firmado”, agradece Acosta.
En concreto, la directora general del Guijuelo, Natalia González, y el jefe de prensa del club, Víctor González, fueron los encargados de donar varios balones y petos para los chicos de Mali, mientras que el CB Tormes, a través de su presidente, Darío Lavado, y la jefa de prensa, Isabel de la Calle, donaron un balón y una equipación firmadas.
Asimismo, los jóvenes pueden ir al cine, conocer la ciudad y su cultura y tener un ocio saludable.
¿Por qué se ven obligados a abandonar sus países de origen?
“Cada persona tiene una historia diferente; en general, la situación política y económica en Mali es mala y huyen de su país cruzando la frontera; en concreto, los que están aquí con nosotros son los que estaban en Canarias y que han distribuido por diferentes zonas. A la mayoría, le lleva mucho tiempo desde que sale de Mali hasta que llega a España con situaciones críticas en el proceso migratorio; cruzar países es muy complicado y lo hacen escondidos en camiones, andando, pagando a alguien que les transporte, con travesías que les llevan mucho tiempo… pasan miedo y hambre y hay mucho riesgo de violencia. Sus condiciones sanitarias cuando llegan no son buenas y cuando una persona llega sin recursos económicos se acoge a este programa y es el Ministerio el que nos asigna las diferentes plazas; lo primero es hacer una valoración sanitaria y que reciban atención médica”, explica Alejandra Acosta.
¿Regresar al lugar en el que nacieron?
Hay una situación que va más allá de encontrar o no trabajo, pero una vez que una persona decide dejar su país, muchas cosas tienen que pasar para volver. No todas las solicitudes de protección internacional son favorables, es algo que ocurre; ¿y qué pasa entonces?
“Esta persona en cuestión pasa de ser solicitante a estar en una situación administrativa irregular porque la oficina y el Ministerio deciden que la solicitud no cumple con los requisitos establecidos. En el caso de las personas de Venezuela, aunque no tienen estatuto de refugiado, España valora que en su país hay una situación concreta y se les da un permiso por razones humanitarias”, explica Acosta.
El día a día en el centro de Ymca
“Hay horarios de entrada y de salida, pero los chichos tienen plena libertad para entrar y salir del centro, siempre dentro de la normativa de régimen interno del centro. Ellos se levantan y tienen horario de desayuno de 08.00 a 09.00 horas; los que no hablan español tiene 15 horas semanales de clase y casi todos van por la mañana. Por la tarde hay talleres de contextualización, que son de carácter semanal, para intentar resolver cualquier duda y espacio para el ocio”, indica la coordinadora internacional del proyecto.
Normalmente, su tiempo de ocio lo dedican a jugar al fútbol, que es la actividad que más les llena, con un horario de comidas y cenas también establecido. Tras el fin del Ramadán ya han podido recuperar su actividad normal, aunque durante ese periodo de tiempo se modificaron las horas de las actividades.
El centro cumple con todas las medidas Covid y apenas ha tenido una incidencia de contagios durante toda la pandemia.
Doce trabajadores para este programa
En Salamanca, el equipo está formado por 12 personas; una coordinadora, tres trabajadores sociales, un psicólogo, un asesor jurídico, una trabajadora social, dos técnicos de empleo, un docente de español y dos personas en administración.
“También tenemos el apoyo técnico e institucional en sede central que está en Madrid para poder prestar más servicios; y contamos con un servicio de emergencia con el que los técnicos tenemos que estar disponibles por si ocurre algo”, explica.
En Salamanca existe un pacto institucional, un convenio de colaboración con la asociación Plaza Mayor para las víctimas de violencia de género y otro con la USAL para estudiar ciertos casos que no resultan positivos en su solicitud.
Este programa se renueva de manera anual, con un presupuesto gestionado por el Estado y tiene fecha hasta el 30 de septiembre; “luego dependerá de cómo evolucione el programa de acogida y lo que se pueda extender, siendo éste el segundo año que lo llevamos a cabo”, concluye.
Todo ello para buscar una nueva vida, una manera de ser feliz después de tener que abandonar el lugar donde quisieron, pero no pudieron quedarse; cada historia presenta una tragedia diferente… en el viaje hacia una nueva vida.
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