[dropcap]E[/dropcap]s el jardín más antiguo de Salamanca, data aproximadamente de 1700 y durante mucho tiempo fue el único pulmón verde de la ciudad. Celebrado, paseado y descrito en prosa y en verso por escritores salmantinos como Miguel de Unamuno o Carmen Martín Gaite, puede considerarse, junto al Huerto de Calisto y Melibea, uno de los dos jardines románticos de Salamanca.
Es cierto que este jardín siempre ha tenido una historia azarosa y que ha vivido tiempos de esplendor y tiempos de decadencia y abandono, pero por su privilegiada situación en el centro de la ciudad ha sido siempre un espacio querido y transitado por los salmantinos. Aún lo es, aunque en menor medida, por el estado de abandono y suciedad en el que se encuentra. Cuando la Facultad de Medicina estaba en Fonseca, durante los primeros años de la carrera los días de primavera que nos pirábamos las clases allí nos sentábamos al sol, para ver pasar a las chicas del recién estrenado COU camino del Lucia de Medrano.
Atravesar este precioso jardín, de norte a sur o de este a oeste, genera en el paseante que ha conocido tiempos mejores del mismo, una sensación de tristeza. Durante el pasado invierno los jardines, los paseos y los bancos estaban llenos de excrementos de los estorninos que han establecido en los árboles del Campo de San Francisco su dormitorio general, un dormitorio céntrico y con vistas a las “torres del alto soto”, excrementos que al fermentar lo inundan de un olor nauseabundo e insoportable. Para completar las ventajas que ofrece al parque ser la residencia de los estorninos, al atardecer producen un estruendo ensordecedor que hace desagradable sentarse, pasear o atravesar el jardín.
Si a ello se suma que, habiéndose habilitado un espacio para perros, este espacio no se respeta y los perros campan a sus anchas por todo el parque, mientras sus dueños conversan con los dueños de otros perros, el césped acotado de sus jardines está destrozado, es prácticamente inexistente, son más bien calvas con diminutas islas de césped que sobrevive difícilmente.
De hecho, el único espacio del parque que es muy utilizado es el área recreativa que existe en el extremo oeste del mismo, donde se localizan la biblioteca, el quiosco-bar y los juegos infantiles, una zona libre de árboles y, por ello, libre de estorninos y de sus consecuencias.
Un jardín como el Campo de San Francisco, situado en el centro histórico de la ciudad, merece una atención especial y un cuidado permanente. Ver su estado de abandono se hace más doloroso cuando se compara con el también denominado Parque de San Francisco, situado en el centro de Oviedo y cuyo ayuntamiento lo cuida y mantiene limpio “como una patena”. Para más paralelismo con el de Salamanca, el de Oviedo también perteneció a un convento, pero en la actualidad brilla con luz propia y suma su atractivo al paseo por el centro de la ciudad de los propios carbayones y de los turistas o visitantes de la ciudad.
El Ayuntamiento de Salamanca, como hace el de Uviéu, también debería poner sus ojos en el Campo de San Francisco y rehabilitarlo para disfrute de salmantinos y turistas. No precisa de una gran inversión, solo precisa de una limpieza profunda y eliminar las causas del deterioro para que no vuelva a reproducirse. Residentes y turistas lo agradeceríamos mucho. Yo no desespero de poder volver a sentarme y leer en este remanso de paz del centro histórico, es más, lo estoy deseando.