Pizarrales, el barrio solidario

Un hombre pasea por uno de los parques de Pizarrales.

 

[dropcap]E[/dropcap]n 1915 Pizarrales era un barrio con poco más de diez casas alrededor de la taberna de la Duquesita, lugar donde merendaban huevos fritos y chorizos los señoritos de la ciudad. Las viviendas aparecieron a consecuencia de la inmigración de los pueblos de la sierra que emigraban a Salamanca buscando mejorar sus condiciones de vida. Estos nuevos habitantes eran eminentemente obreros.

La estructura organizativa estuvo caracterizada por la arbitrariedad. No había un plan predefinido a la hora de construir las casas. La gente se apropió del terreno ilegalmente y allí construían una pequeña casita de baja altura. Según explican desde la asociación de vecinos de Muníbar, debían levantarlas durante la noche con la pizarra que encontraban en el suelo. Si al amanecer no habían conseguido fijar un techo a su nueva vivienda, corrían el peligro de que la policía derribara el nuevo hogar. Los vecinos que ya habían colado su tejado ayudaban a aquellos que no lo habían logrado. Desde su nacimiento, Pizarrales dependió de la solidaridad de todos sus vecinos.

Pero estas nuevas construcciones eran muy precarias, carecían de todos los servicios básicos. Según cita José Luis Martín en Historia de Salamanca V Siglo Veinte, «Lorenzo González Iglesias describía los Pizarrales de los años treinta de la siguiente manera: la mayoría de sus casas mostraban su pobreza, la economía de los materiales con que las levantaron era agrisada pizarra y barro encendido, y los pequeños ojos de sus ventanucos sin cristal, ojos hueros de pedigüeño».

Varios edificios del barrio de Pizarrales.

La situación continuó en la siguiente década, como atestigua una inspección realizada por técnicos municipales y por el párroco del barrio. Las conclusiones, según José Luis Martín fueron «ochenta casas, la mayoría de apenas doce metros cuadrados, con una sola estancia y las menos malas disponían de dos estancias, donde vivían matrimonios con familia numerosa en condiciones miserables». El Ayuntamiento descubría así la irresponsabilidad de haber dejado crecer el barrio sin control alguno. En realidad, nunca se preocuparon de Pizarrales hasta que los problemas alcanzaron unas dimensiones que supusieron un cargo moral.

En 1979 Salamanca sufría en algunos de sus barrios la lacra del chabolismo, y entre ellos, Pizarrales era el más afectado. Los vecinos cargaban con la pobreza, el paro y la escasez de vivienda. Pero al terminar la alcaldía de Jesús Málaga el problema del chabolismo se solucionó y el acceso a la vivienda era casi pleno.

Un ejemplo que constata este hecho, es una visita en los años 90 de líderes sindicales procedentes de Iberoamérica. Querían visitar los barrios obreros para comprobar su forma de vida. Jesús Málaga recuerda en su libro Desde el balcón de la Plaza Mayor. Memorias de un alcalde, la expresión de esta comitiva al volver de Pizarrales. Le recriminaron que tal vez no les había entendido, no querían visitar un barrio burgués, deseaban observar las chabolas que podían encontrar en sus ciudades de origen, a lo que Jesús Málaga les tuvo que explicar que Pizarrales era un barrio obrero. El problema del chabolismo se había solucionado y ahora la gente trabajadora tenía acceso a viviendas de calidad.

El monumento al obrero en Pizarrales.

Vida durante la dictadura de Franco

Desde Muníbar señalan que este periodo fue muy duro. Pizarrales era el barrio rojo y obrero de la ciudad, por lo que la dictadura vigilaba de cerca a su población con un cuartel de la Guardia Civil instalado en la carretera Ledesma, la arteria del barrio. «La gente tenía miedo a expresarse y sufrir las consecuencias».

Isabel, una vecina de Pizarrales, narra cómo era vivir en la dictadura de Frnaco: «vivíamos como obreros o como pobres. Mis hermanos trabajaban desde bien pequeños. Si no tenías para comer pan no comías cocido. Nos comíamos el pan duro, no como ahora los niños que solo aceptan el pan del día, entonces no podíamos elegir». También habló de la inseguridad, donde afirmó que «la pobreza y el hambre provocaban que los vecinos tuviesen que pelar por los pocos alimentos existentes y a veces desembocaba en altercados».

La solidaridad, el alma del barrio

El ejemplo más característico de cooperación de los vecinos fue la manera de conseguir que el agua llegase hasta las viviendas. Pizarrales disponía de un depósito que no funcionaba. El primer intento consistió en una recaudación organizada por el párroco del barrio, donde los vecinos reunieron unas cien mil pesetas para instalar el alcantarillado y el agua. Francisco Bravo, alcalde charro entre 1941-1943, prometió que «se hará lo que se pueda para que los Pizarrales tengan agua a domicilio”, constata José Luis Martín. Se desconoce el destino del dinero, pero lo seguro es que los vecinos siguieron sin acceso al agua.

Pero el barrio no se rindió. En la década de los 60 el vecindario se organizó y trabajaron a «pico y pala» según Isabel. Cavaron zanjas ellos mismos desde el depósito rojo en Pizarrales hasta otro depósito ubicado en el barrio de la Chinchibarra. Llegaban del trabajo y comenzaban a cavar por turnos. Finalmente el agua llegó a las viviendas.

 

Dos figuras solidarias han destacado en la historia de Pizarrales. La primera, el párroco Jesús García Rodríguez. Luchó por mejorar la situación de sus habitantes en incontables ocasiones. Fue el precursor de la campaña de alfabetización que experimentó el barrio, de este tema hablaré más adelante.

Era conocido como uno de los curas rojos. Pero esta connotación no estaba asociada a su ideología, sino a su mentalidad trabajadora. Después de ejercer el hábito, todos los días desempeñaba trabajos manuales como el resto de obreros de Pizarrales. Este hecho era algo insólito en la España franquista, pues los eclesiásticos eran vistos como figuras de autoridad que debían ejercer su oficio desde la casa del señor, y no mezclarse en las labores mundanas que ejercían los obreros.

El segundo gran nombre es Alfonso Sánchez Montero, de quien los vecinos conservan recuerdos de gratitud. Su ejercicio como médico evolucionó a un servicio altruista, los vecinos podían contar con su ayuda a cualquier hora del día. Luchó por dotar al barrio de todas las carencias que adolecía. Gracias a su determinación el barrio adquirió agua, farmacias, escuelas, asfalto para sus calles y la fundación de la Asociación de Cabezas de Familia Pizarrales (la primera de este tipo en toda España). En muchas ocasiones las medicinas las costeaba él, y cuando no disponía de más recursos organizaba funciones de teatro destinadas a costear equipamiento médico. Su muerte fue llorada por el barrio y gran parte de la ciudad.

Una mujer pasea por el barrio de Pizarrales.

La campaña de Alfabetización fue un hecho insólito en la historia de Pizarrales. Universitarios, animados por el párroco Jesús García, se esforzaron por enseñar conocimientos básicos a los vecinos. Entre ellos estuvo Jesús Málaga, el primer alcalde de Salamanca en Democracia.

Los universitarios iban a las casas de los trabajadores y daban clases en pequeños grupos cuando los obreros salían del trabajo. Jesús Málaga recuerda que «por la mañana acudían a la facultad y por la tarde en vez de estudiar iban a Pizarrales a seguir con su labor social».

En los sótanos de la iglesia nueva se formaban a los adultos que de jóvenes tuvieron que abandonar la escuela para llevar algo de dinero a sus casas. Se les enseñaba las cosas básicas que necesitarían en su día a día. Una revolución consistió en las clases de educación sexual, pues en aquella época el sexo era un tabú social. El objetivo era que los adultos disfrutaran de una vida sexual sana.

La convivencia entre universitarios y vecinos de Pizarrales finalizó con grandes lazos de amistad que se mantienen hasta nuestros días.

Evolución

La fisionomía de Pizarrales ha cambiado con el tiempo. En 1982 se inaugura el parque de Villar y Macías. Cuenta con 14500 metros cuadrados. Se invirtieron en él diez millones de pesetas (60.000€) entre árboles, paseos, lugares de estancia, pistas de baloncesto, futbito y juegos infantiles.

Más lugares verdes encontramos en el bulevar de Alfareros y Marineros, siendo el primero de la capital charra por un coste de 23 millones de pesetas (138.232€). En su inauguración en 1987 dispuso de jardines, paseos, pista con gradas, juegos infantiles y cancha de calva y petanca. En 2020 el bulevar ha recibido reformas valoradas en 45.496 euros.

Vecinos cavando hasta el depósito de agua de la Chinchibarra. Bar Manoli. Foto. Gombau.

A finales de los 70, Salamanca sufría de la carencia de asfalto en sus calles y de baches. Pizarrales mejoró en este aspecto en 1982 cuando se urbanizó las calles de La Victoria, Luis Anaya, Limón y La Moral con una inversión de 23 millones de pesetas (138.232€).

En 1986 se urbanizaron catorce calles más por 51 millones (306.516€): Génova, Ceuta, Goya; Florinda la Cava, América, Santo Domingo, Luis Anaya, General Albertos, Cándido Albarrán, Salmerón, La Victoria, Andalucía, Juan Miguel, La Luz. Otras fueron detrás: Regato de Buenavista, San Ernesto, Alameda, Santa Rosa de Lima, Girasol, León, Castilla, San Matías y San Pedro.

Por último, en 1987 se trabajó sobre las calles Pozo, San Julián, Prim, Flor, Obispo Alcolea, Ruiz Zorrilla, Pasaje de Carteros, Hilanderos, Carteros, Plaza Triangular, Oropéndola y la plaza de los Oficios, en la que se utilizaron 150 millones de pesetas (901.518€).

En cuanto a instalaciones deportivas, el barrio a día de hoy muestra deficiencias. Desde Muníbar explican que «centros deportivos hay, pero no suficientes».

Las viviendas distan mucho de las existentes hace décadas. En el lado izquierdo de la Carretera de Ledesma perduran hogares que recuerdan al pasado del barrio. Mientras, a la derecha, altos bloques de edificios dominan el paisaje. Además, las nuevas construcciones junto al cementerio han atraído una nueva sociedad de clase media que se ha mezclado con los antiguos habitantes de Pizarrales.

Actividad laboral

Los emigrantes de los pueblos abrieron pequeños comercios donde el resto del barrio, predominantemente obrero, satisfacían sus necesidades de alimento, ropa y ocio. El centro económico de Pizarrales es la Carretera de Ledesma (que conecta Salamanca con el municipio de Villamayor). Aquí se ubican los principales negocios.

Pero en la actualidad el consumo ha cambiado. Ahora muchos vecinos acuden al centro de la ciudad o a los supermercados para adquirir los productos que necesitan. Sin embargo, muchos vecinos siguen comprando en aquellos pequeños comercios que perviven.

Vida social

En el antiguo Pizarrales la vida social era fruto de la solidaridad. La gente salía a las puertas de sus casas para hablar con los vecinos. Todos conocían a sus allegados y se mostraban predispuestos para ayudar a quien lo necesitase.

Los niños se divertían en la calle, jugaban en el barro y la pizarra. Las redes sociales del momento eran las charlas emplazadas en el exterior de los hogares mientraslavaban la ropa en los caños cerca de la parroquia o preguntando al vecino si sufría de alguna carencia para inmediatamente prestar apoyo.

Inseguridad

Los residentes y la asociación de vecinos aseguran que Pizarrales, como cualquier otro barrio de Salamanca, tiene sus problemas, pero no son mayores que en el resto de la ciudad.

Pero si una cosa queda clara, es que la visión generalizada de inseguridad y delincuencia en Pizarrales debe ser sustituida por lo que es realmente y por su origen: la viva imagen de la solidaridad.

Por: David García – Cervigón Romero de Ávila

Pizarrales, vecinos (1 de 1)-4

 

Bibliografía:

  • Callejero Histórico Salmantino de Ignacio Carnero.
  • Historia de Salamanca, volumen V, Siglo Veinte de José-Luis Martín
  • Desde el balcón de la Plaza Mayor. Memorias de un alcalde. De Jesús Málaga.

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