[dropcap]H[/dropcap]ay vidas que si formaran parte del argumento de un libro, no le extrañarían a nadie. También hay un dicho popular que señala que la realidad siempre supera la ficción. En esta serie de personajes con leyenda, no podía faltar Rafael Antonio Salazar Motos, conocido artísticamente como Rafael Farina.
Por: Aurora Corvo Félix
En su lápida del cementerio de San Carlos Borromeo, se puede leer: Tu Pitu, no te olvida: Cantaba Farina al alba, Ángeles y Serafines tocaban con sus guitarras; cantaste Mi Salamanca y te pusiste a llorar; la Virgen te contestó: No llores con desconsuelo, yo te he traído conmigo a que cantes en el cielo.
Rafael Farina fue cantante salmantino de copla y flamenco. De familia gitana, nació en Martinamor, un pueblo salmantino de la comarca de Alba de Tormes. Según cuentan desde pequeño Farina se sintió atraído por el cante flamenco, tanto es así que su carrera comenzó a los seis años en el barrio Chino de Salamanca, donde volvería al cabo de los años.
Como artista cosechó grandes éxitos, compartió escenario con grandes estrellas de la música española como el Niño de Linares (actualmente conocido como Raphael), Lola Flores o Conchita Piquer.
Sobre Rafael Farina y su relación con el público hay miles de testimonios, tantos como espectadores lo vieron sobre las tablas. Recogemos el de un matrimonio que fue a verlo actuar a Ciudad Rodrigo hace más de 50 años, por Carnavales: «Conocíamos a Farina del boca a boca. Por aquel entonces, nosotros no teníamos radio, pero se le conocía popularmente. No recuerdo quién vendía las canciones en papel, pero las conocíamos todos», comentan.
Llegaron a Ciudad Rodrigo y compraron las entradas para ver a uno de los grandes de la música de finales de los sesenta. Se sentaron en el patio de butacas y esperaron a que saliera Rafael Farina. Nada más pisar el escenario y coger el micrófono dijo: “Voy a cantar lo primero Mi Salamanca, por si acaso se me olvida”. Esa frase hizo que todo el público riera y, con ello, se los ‘metió’ en el bolsillo, si es que no lo estaban ya. «En ese momento, todos nos levantamos y empezamos a vitorearlo. Y, después se dirigió a unos aficionados que estaban en el gallinero con este cariñoso saludo: «Que no se me olvide saludar a toda esa camarilla que tengo de parientes”, luego ya empezó a cantar», recuerdan.
Se les ha olvidado cuánto pagaron por ver a Farina, pero casi viven como si fuera ayer cómo recibió el público los primeros compases de Mi salamanca, cómo cantó este himno de su tierra a plena voz en el Teatro Nuevo de Ciudad Rodrigo. También tienen presente que en un momento dado, dejó el micrófono y «cantó a pelo, porqué no le hacía falta gracias al chorro de voz que tenía».
Fuera de los escenarios, pero sin irnos muy lejos, hay más testigos que conocieron a Rafael Farina pasear por Salamanca y compadrear con la gente de aquí. Recuerdan que fue invitado en las bodas de Santiago Martín ‘El Viti’ y de Julio Robles. Dos nombres que también llevaron el nombre de Salamanca por las plazas de toros de medio mundo. «Era un hombre muy agradable y sociable, nunca ponía una pega o una mala cara y siempre tenía una sonrisa para todos aquellos que le pedían un autógrafo o una foto. Siempre que coincidí con él resultaba asequible, no era ningún creído a pesar de que por aquel entonces Farina era un mito y lo sigue siendo».
También recuerda este salmantino que tuvo el privilegio de compartir con él algunos buenos ratos, que cuando un paisano lo iba a ver actuar a teatros de otras ciudades y le decía que era de su tierra, «los trataba fenomenal. No era de esos artistas engreídos. Era campechano y muy agradable».
No resulta difícil imaginarse a Farina como una persona cercana paseándose por las calles de Salamanca, o por el Barrio Chino, que antes era la zona de la fiesta canalla de Salamanca, donde los club de alterne se mezclaban con los tablaos y donde la noche y el día tenían coincidencias.
Farina tenía presente a Salamanca y Salamanca a día de hoy también tiene presente a Farina. Justo en lo que era el barrio Chino, hoy la Vaguada de la Palma, hay una estatua que preside toda la explanada. Allí, Agustín Casillas inmortalizó a este gitano que iba por el mundo entero, cantando de soberano, con el sombrero en la mano, como alegre pregonero. Salamanca bendita, que cosita bonita tiene el tesoro de tu joyero, Salamanca bendita, Tres cositas bonitas, cante flamenco toro y torero».
Agustín Casillas plasmó a este gitano guapo, elegante y chulo, con un brazo extendido y en el otro, su sombrero diciendo desde su pedestal: Aquí estoy, para lo que necesitéis.
Farina sigue vivo hoy en día en la mente de los salmantinos. Un ejemplo: Al inicio de este curso escolar, un profesor de Historia de España de 2º de Bachillerato decidió calibrar el nivel de sus alumnos en esta materia antes de empezar con el temario y les preparo un examen similar al de EBAU, una de las preguntas fue ordenar cronológicamente unos conceptos. Entre ellos, se encontraba el personaje se Rafael Farina.
Además, durante el confinamiento, Rafael Farina también se convirtió en un habitual de los balcones de la capital del Tormes y por algunas calles se escuchaba Mi Salamanca.
La voz de Rafael Antonio Salazar Motos se apagó un 21 de noviembre de 1995, pero la de Farina vivirá eternamente.
Va por ti maestro, dale al play.
Fotografías: Almudena Iglesias Martín
Para ver el ‘recorrido’ de Rafael Farina por Salamanca, sigue la flecha.
1 comentario en «Farina era y es un mito»
Una de las voces mas grandes no, la voz mas grande que se haya conocido hasta la actualidad. Y salvo momentos oportunistas, olvidado por completo por parte de la autoridad.