[dropcap]C[/dropcap]uando yo era pequeño había la costumbre en casa de mis padres de recibir, de su pueblo, una cesta con uno o dos pollos vivos, destinados a su sacrificio gastronómico navideño. ¿Te acuerdas, amigo Jesús –Luke–, que tú siempre me acompañabas a recoger el paquete; mejor dicho: era yo quien te acompañaba a ti?
Y era de ver –digo, de oír—cómo despertaban a todo el vecindario con sus estruendosos alaridos al nuevo día. ¡Y cómo se levantaba mi hermano para meter al despertador inoportuno debajo de un barreño, para poder prolongar su permanencia en la cama! ¡Y cómo me divertía yo con aquellos tacos y denuestos que rumiaba entre dientes!
-¡Mamáa, a ver cuando los matas, que no hay quien duerma con estos bichos!
Porque mi madre era la encargada del degüello y demás menesteres culinarios. Y, al igual que ocurría en todos los hogares, un año se puso a correr por la cocina un pollo ¡SIN CABEZA! ¡Cómo puso todo!
Pero dejemos las truculencias y vayamos a algo más simpático.
Tendría yo 12 años y por mi cumpleaños mi hermano me regaló un pollito, amarillito él, ¡más mono!, con la cocorota pintada de rojo ¡Parece que le estoy viendo, tan pequeñín!
Fue –diríamos hoy—mi mascota querida, y él me correspondió yendo detrás de mí a todas partes. No creo que hubiese pollito más alimentado. Y ¡claro!, creció y creció, gordo y fuerte como un pavo. ¡Ese fue su gran problema!
No. No penséis que nos lo comimos. No.
Una noche de sábado, al volver del cine –gran costumbre familiar, hoy desaparecida, por desgracia—nos encontramos con que el ya pollo se había salido de su caja, metido en una sartén con aceite y, todo pringoso, recorrido la cocina en todas direcciones, horizontales y verticales.
¡Fue duro oír salir de la bendita boca de mi madre aquellos improperios! ¡Y de mi hermana! Yo, en cambio, me moría de risa. ¡Feliz inocencia!
Hoy, ya un poco más mayor, comprendo la bondad de mi madre, que no mató allí mismo al aceitoso pollo de un escobazo ¡por no herir mi sensibilidad infantil!
Pero lo sentenció a irse al pueblo durante el resto de su vida; bueno casi, porque volvería para cumplir el rito navideño de ser engullido más o menos ceremoniosamente…
-¡Adiós, mi pollito querido! ¡Sé feliz con tus gallinitas en el corral!
A los pocos días llamó mi tío:
-¿Pero qué bicho me habéis mandado? ¡Es un pollo ma…. (mejor no terminar lo que le llamó: son cuatro letras más)! ¡No le gustan las gallinas! ¡Y además de no irse a dormir con ellas, canta hasta las tantas de la noche y duerme por la mañana…!
En resumidas cuentas, ¡que había llevado al gallinero las perniciosas costumbres ciudadanas!
Pero no acaba aquí la historia de su vida pueblerina. Eso que dijo mi tío Félix fue al principio, porque después le cogió el gusto a las gallinitas, y no paraba de… eso… en todo el día, continuando la función por la noche.
Y como era un animal enorme –acostumbrado a comer y comer “entre plato y plato”—las tenía a todas aplastadas y reventadas. ¡Las que sobrevivían a su ardor copulativo no ponían, desfallecidas!
¡No llegó a Navidad! ¡Se lo comieron en agosto!
Moraleja: ¡Moderación, hijo, moderación, que te puede pasar algo!
3 comentarios en «El pollo ma….»
Mi querido profesor, sigo todas tus ocurrencias y me parecen geniales llenas de vida, que invitan a vivirla con plenitud. Felicidades. Con el respeto debido me atrevo a corregirte una cosa, Salamanca no es la única ciudad española que tiene dos catedrales. Zaragoza también tiene dos, la basílica catedral de Nuestra Señora del Pilar y la catedral de La Seo. En ésta semana seguro que tienes la oportunidad de verlas, estamos de fiestas. ¡Viva la Virgen del PIlar!.
Muchas gracias, Joaquín, por tu corrección. Tomo nota. ¡¡¡Y que VIVA SIEMPRE LA VIRGEN DEL PILAR!!! Un fuerte abrazo.
Profesor maravilloso, hermano de mi querido y saudoso amigo, Jose Santos Jiménez,
y mi querida amiga (hermana)Josefina Ponce , con toda la familia.
He leído sus crónicas y por cierto son espectaculares, es usted un SABIO,
Y necesitamos personas así para mejorar la vida y el mundo.
Cuanto al fin de cada historia opino igual, cada cual le de su final,
porque en la vida nada tiene final, ella continua a pesar de.. y no por causa de..
Gracias , y por favor continúe con las historias.
Su admiradora.
Francisca.(Paquita)