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Buenos Aires, un barrio de contrastes

El narcotráfico empaña la lucha por progresar de uno de los barrios más jóvenes de la ciudad
La plaza de Extremadura, en el barrio de Buenos Aires. ARCHIVO.

El barrio de Buenos Aires se inauguró el 6 de julio de 1983 con un acto en la plaza de Extremadura. Allí recibieron de manos del entonces alcalde de Salamanca; Jesús Málaga, las llaves de las viviendas a estrenar los presidentes de cada bloque para simplificar el proceso. Así nació uno de los barrios más jóvenes de la capital charra.

Los arquitectos encargados de diseñar Buenos Aires fueron Fermín Querol y Javier Rey. Tomaron cómo inspiración los barrios residenciales de Londres: organizaron las viviendas en torno a una gran plaza desde la cual giraría la vida de todos sus habitantes.

Así comenzaron hace casi cuatro décadas a habitarse las 360 viviendas que conforman el barrio de Buenos Aires. Los vecinos más viejos recuerdan que en los buenos tiempos del barrio llegó a haber siete bares, varias tiendas de fruta, carnicería, ferretería, kiosco, pescadería y peluquería.

Pedro y su mujer regentan el único ultramarinos que queda en Buenos Aires.

«Ahora solo queda Pedro, el día que se jubile, aquí ya no quedará nada, porque están él y su mujer. Pedro tiene el ultramarinos y su mujer la mercería», explica Manuela Romo, una de las Siervas de San José que sigue abriendo cada día el Taller de Nazaret, donde enseñaron a coser a muchas mujeres del barrio, como en su día, la fundadora de las Siervas de San José, Santa Bonifacia, hizo con las mujeres del siglo XIX en Salamanca.

Pedro y su mujer están detrás del mostrador. Llevan 38 años al frente del negocio. Llegaron con 25 y estarán hasta que se jubilen. «Es toda una vida. Los he visto crecer. He visto como ha ido cambiando el barrio. Hace casi cuatro décadas funcionaba muy bien el colegio y la guardería, luego comenzó a irse la gente, porque al principio vivían aquí personas con mucho poder adquisitivo, policías, profesores, funcionarios, hasta un catedrático,… «, recuerda Pedro, el encargado del Ultramarinos de Buenos Aires.

Echan la vista atrás y comentan que daba gloria cuando los niños salían del colegio. «Había bandadas de niños. Las personas eran muy agradables, en estos años todo ha cambiado mucho, ahora vamos más a lo nuestro. Esto no es un barrio, es un pueblo. Está aislado. El problema central lo ha habido siempre, pero ahora se ve como mucho más. Pero nosotros no hemos tenido nunca ningún problema. Lo que si son es serviciales, son familiares».

Pedro quiere poner en valor a los hombres y mujeres que han triunfado en el barrio. «De aquí han salido chicos y chicas con muy buenos trabajas. El colegio era muy bueno, con grandes profesores y hay muchos vecinos del barrio que han sacado buenas carreras y ahora tienen buenos trabajos».

Manuela Romo, Sierva de San José, en el Taller de Nazaret en Buenos Aires.

Esto mismo opina Manuela Romo. Ir con ella por las calles de Buenos Aires es pararse a cada momento o estar constantemente saludando. Es una de las monjas que conforman la comunidad que las Siervas de San José tienen en Buenos Aires, donde hace casi 40 años abrieron el Taller de Nazaret.

Manuela Romo recuerda que han enseñado a muchas mujeres a coser. Incluso durante años, muchas de ellas se ganaban la vida cosiendo. Ahora, aquel trajín ya no es tan grande, pero sigue siendo el local del Taller de Nazaret un referente en el barrio. «Estos locales fueron muy importantes porque al principio de venir aquí, no había nada y este sitio se convirtió en un centro juvenil, donde podían venir los chicos y chicas del barrio, hacer comunidad. También se daba catequesis y había encuentros», explica Manuela Romo.

Ahora, todavía se escuchan las máquinas de coser, hay hilos colocados en las estanterías y mesas de corte, «pero ya no es como antes». Además, el local sirve también de ropero. Manuela Romo explica que son las propias mujeres de la asociación las que se encargan de colocar, etiquetar y distribuir las prendas y objetos que llegan.

Los pilares de Buenos Aires

Otro referente en Buenos Aires es Emiliano Tapia, cura en la iglesia de Nuestra Señora de Nazaret, ubicada en Buenos Aires, determina la historia del barrio en base a tres pilares: «Ha sido un barrio creativo y solidario, ha generado gran cantidad de relaciones y de redes; y un tercero, que no puede ocultar a los dos primeros, el narcotráfico».

Durante los primeros diez años, Buenos Aires se transformó en una urbanización donde las familias afrontaban sus problemas. «Disfrutaban porque tenían una vivienda, un espacio y sus hijos se encontraban con una situación que antes no se imaginaban. Se lo escuchabas decir a los vecinos de aquel momento», explica Emiliano Tapia. Con esta ilusión, los vecinos comenzaron a crear multitud de asociaciones: de jóvenes, gitanos, mayores, mujeres, vecinos…

Emiliano Tapia, párroco de Buenos Aires.

El rumbo próspero de Buenos Aires se ve truncado en 1994. El aumento del desempleo afecta de lleno a sus vecinos, pero lejos de rendirse se unen y crean Asdecoba, una asociación que integra al resto de asociaciones y a la parroquia. «A nivel social, el emprendimiento más importante que ha habido en Salamanca es esta asociación», manifiesta Emiliano Tapia.

De Asdecoba surgen varias empresas que cambian la historia de Buenos Aires. Primero aparece Algo Nuevo, una empresa de inserción y economía comunitaria que hoy ofrece el servicio de comidas a domicilio para 700 personas mayores en Salamanca. Además, se relaciona con otros colectivos de otras realidades de la provincia. Es una iniciativa que surge de los propios vecinos.

De la asociación Asdecoba surge una segunda empresa. «En 2008, tras la segunda crisis de la democracia, muchas familias no tienen acceso a la alimentación. En ese momento miramos al medio rural, y de ahí al trabajo de la tierra», dice Emiliano Tapia. Así nace Todos Servicios Múltiples, con la misma finalidad que Algo Nuevo y por iniciativa de los habitantes del barrio.

Esta segunda empresa se enfoca en «trabajar tierras abandonadas. Queríamos que produjesen alimentos para utilizarlos en el cátering que ofrecemos a los ancianos. Hoy tenemos 8 hectáreas que producen alimentos libres de herbicidas y pesticidas. Esta empresa une el medio rural que está siendo abandonado con los barrios urbanos que tienen un futuro difícil», manifiesta Emiliano Tapia.

Las vías del tren delimitan el barrio de Buenos Aires.

Y por último, para completar a las dos empresas anteriores, los vecinos sacan adelante un centro de transformación y envasado para los productos agroecológicos que cultivan. «Todas estas iniciativas las desarrollamos desde Asdecoba», explica Emiliano Tapia.

Pero las iniciativas solidarias no finalizan aquí, además hay que observar quiénes trabajan en dichas empresas. «En Algo Nuevo trabajan has un 50% de empleados que están en situación de exclusión», explica Emiliano Tapia.

En Todos Servicios Múltiples, trabajan gente que viene de la calle, de la cárcel, de situaciones de exclusión.»A través del trabajo comunitario posibilitamos la recuperación de la vida de estas personas», señala Emiliano Tapia.

Narcotráfico

Emiliano Tapia lamenta que «el narcotráfico ha sido una dificultad a lo largo de los años, lo es ahora y lo seguirá siendo para el barrio». Una de las principales consecuencias es la pérdida de hasta el 50% de la población de Buenos Aires y la desaparición de los jóvenes de sus calles.

Muchas familias emigraron a raíz de la llegada de la droga. Otras, sin embargo, no se han podido marchar pese a su deseo por emigrar. «¿Cuántos no se han ido y están viviendo en una situación de dolor? Las relaciones entre los vecinos se han roto», señala Emiliano Tapia.

El colegio de Buenos Aires.

La ilusión con la que nació el barrio duró solo unos pocos años. En la década de los noventa hay un interés por transformar el Casco Histórico de Salamanca, se le pretende dar una imagen atractiva para los turistas. Sin embargo, este proceso conllevó el desplazamiento de las personas que allí vivían y que daban una imagen al exterior. Esta gente procedía del antiguo barrio Chino y la Vaguada de la Palma.

Los desplazados son ubicados en dos bloques de Buenos Aires, y comienza el problema. «El fallo fue no aplicarles un seguimiento a estas familias, estaban relacionadas con el narcotráfico. A su vez, compran otras viviendas en distintos bloques de manera ilegal con el propio consentimiento de la Junta de Castilla y León», manifiesta Emiliano Tapia.

Emiliano Tapia explica que «lo hemos denunciado desde hace mucho tiempo, pero todo el mundo se lava las manos. Las consecuencias ahora es que el 70% está relacionada con el gueto gitano. A su vez se les da ayudas públicas que justifican las actividades que realizan».

El gueto

La convivencia entre vecinos y el gueto lo define Emiliano Tapia: «al gueto no le importan los vecinos de al lado, solo su propia vida. Hemos intentado contactar con ellos, pero es imposible».

Las consecuencias de formar parte del gueto las tiene muy claras Emiliano Tapia: «decimos que el mayor daño se lo hacen ellos mismos, las primeras víctimas son los niños y las mujeres. Los pequeños no están escolarizados, no se alimentan en condiciones, no tienen una atención sanitaria aceptable y no establecen relaciones sociales sanas. La mujer, por su parte, carga con el peso de la familia».

Una de la salida y entrada del barrio de Buenos Aires junto a la iglesia.

Las soluciones para resolver este problema son escasas, pero Emiliano Tapia ofrece algunas. «Hace falta una intervención colectiva de las diferentes instituciones. De nada sirve hacer controles por parte de la policía y la Guardia Civil, hay que investigar. Yo veo coches que no son de trabajar en la construcción ni en el campo», concluye Emiliano Tapia.

Sobre la flota de vehículos, Manuela Romo cuenta una anécdota. Llegó una monja de América Latina, al ver los coches aparcados en la calle preguntó: ¿Este barrio no era de personas humildes? La Sierva de San José se sorprendió por los vehículos de alta gama que se podían ver en las calles de un barrio que, aparentemente, era muy humilde y desfavorido.

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