Si bien es cierto que la sublevación de 1936 triunfó rápidamente en Salamanca, también hay que reconocer que se produjeron ciertas muestras de resistencia. Especialmente durante las primeras semanas del conflicto. Uno de los actos de oposición, y también el último, fue la huelga general que se declaró en la provincia de Salamanca durante el verano de 1936.
Tras la declaración del estado de guerra en la ciudad de Salamanca, en la mañana del 19 de julio de 1936, los militares tomaron el control de los puestos clave de la ciudad. El día 21 ya habían logrado un control prácticamente absoluto. El siguiente paso fue llevar a cabo una depuración entre la población, que desencadenó una gran represión entre aquellos que se oponían a la sublevación. Fueron objeto de ella personalidades de todo tipo e ideología, como Casto Prieto, alcalde de Salamanca, Filiberto Villalobos, o José Manso.
La huelga fue una de las maneras de mostrar la oposición al movimiento subversivo. Tuvo mayor importancia en Salamanca capital que en los pueblos de la provincia. Una de las excepciones fue Retortillo, cuyo alcalde se negó a publicar el bando de estado de guerra y convocó la huelga el 21 de julio. La publicación del bando suponía la sumisión del poder civil ante el orden militar, por lo que la negativa a su divulgación implicaba fuertes represalias. Entre ellas estaban la toma del pueblo por parte de los militares y el inicio de un consejo de guerra hacia los insubordinados.
En Salamanca capital
La huelga general en la ciudad de Salamanca tuvo una mayor intensidad, especialmente en el Ayuntamiento y el sector de la construcción. En algunos servicios públicos la parálisis fue bastante notable. El comandante militar de la plaza y nuevo alcalde de la ciudad, Francisco del Valle, aseguró que ninguna huelga paralizaría la actividad del Ayuntamiento. Por lo que el nuevo consistorio nombrado por el gobernador civil tomó cartas en el asunto, militarizando varios servicios y purgando a los huelguistas.
Esta militarización comenzó el 1 de agosto cuando, por orden del comandante del Valle, se sometió al personal de Electra, la empresa de suministro eléctrico. También se militarizó al personal de diferentes servicios municipales: Aguas, Alcantarillado, Beneficencia, Cementerio, Desinfección, Edificaciones, Incendios, Matadero y Mercados. Así como a la plantilla del servicio público municipal de autobuses.
Después de la militarización se dio de baja a 25 trabajadores. Como la huelga permaneció, en las siguientes sesiones del Ayuntamiento, continuaron los ceses del personal que no se presentaba ante sus puestos de trabajo. Los despidos se prolongaron durante el mes de agosto. En uno de los ceses, el 3 de agosto se expulsó a nueve guardias municipales por su “ideología marxista y ser enemigos declarados del régimen y situación actual”.
Poco a poco, la huelga fue perdiendo intensidad y derivó en una resistencia individualizada. A principios de septiembre la práctica totalidad de los huelguistas habían sido detenidos y encarcelados, e incluso fusilados. Esto supuso el fin de cualquier foco de huelga y resistencia en Salamanca. La pérdida de capital humano por la purga que se había llevado a cabo supuso el desmantelamiento de una parte importante de los servicios públicos del Ayuntamiento, especialmente los referentes a la sanidad y la enseñanza.
Documentación: Víctimas y Nuevo Estado, Santiago López García y Severiano Delgado Cruz (2001)
2 comentarios en «La huelga general de 1936 en Salamanca»
Y así, continuó el Régimen en Salamanca hasta nuestros días, sin que nadie se atreva a criticar a los caciques por las represalias.
Quizás sería importante mencionar los famosos «tiros en la Plaza Mayor» que el Sr. Robledo -profesor de la Historia de la Universidad de Salamanca- cuenta con datos ciertos. A partir de esa «matanza» los militares metieron el miedo en el cuerpo de cualquier persona que fuera a sublevarse. La represión posterior de falangistas y los de la JONS pueblo a pueblo, parroquia a parroquie hicieron el resto. El Golpe había triunfado, el resto fueron crímenes.
Es de destacar el papel de la Iglesia Católica antes del golpe de estado -sus púlpitos servían más para ensalzar el Movimiento que para explicar el evangelio- y después del golpe cuando muchos curas «señalaron» a quienes no iban a misa -«los rojos»- y tras ellos fueron los asesinos a sangre fría. A Salamanca venían desde Valladolid. A Valladolid iban de Salamanca. Esos asesinos se han ido de rositas y posiblemente se hayan sentido orgullosos de sus crímines, otra prueba más de su mala formación cristiana…que diría Don Miguel de Unamono.
Conocer la historia para que no se olvide y sobre todo, para no cometer los mismos errores. Muchos son los que aún añoran aquellos tiempos ya que se consideran «justos herederos del movimiento»…