Opinión

El secador de mi madre

 

Si yo dijese que me gusta afrontar nuevos retos, mentiría. Pero si es cierto que cuando decido sacar adelante una idea, no pienso ni en el éxito ni en el fracaso, simplemente decido comenzar y si las cosas no van saliendo como yo quiero, las arreglo por el camino lo mejor que puedo. Así siempre me sirve de base para otras propuestas.

En mí la calma nada tiene que ver con la paciencia y menos con la constancia. A la hora de comenzar un proyecto, a estas dos virtudes les adjudicó un contrato temporal para que me ayuden a desarrollar la fase inicial; después me dejo llevar por la ilusión como un galgo de carreras por el señuelo.

Recuerdo de mi infancia las maquetas de aviones, me chiflaban los cacharros que volaban. Maquetas con mil y una piezas numeradas. Según las instrucciones, el ensamblaje de las piezas requería varios días, el pegamento debía secarse bien antes de continuar con la siguiente pieza. Lo mismo ocurría con la pintura, debía secarse bien la primera mano antes de aplicar la segunda, y finalmente los mismo con los distintivos de cada modelo que se adherían al fuselaje ya terminado.

El proceso completo requería una semana para que el resultado fuese parecido al señuelo publicitario de la caja, ese atractivo dibujo que a los ojos de un niño volaba de verdad. Pero era tal la impaciencia generada por poder jugar que en una tarde pegaba, pintaba y ponía las pegatinas, precipitando el secado con un secador de pelo que tenía mi madre.

Como ya os conté, hice un curso de revelado con Claudio de la Cal, en Artística Marciana. Fue mi primera experiencia analógica. Al poco tiempo de realizar este curso, me propuse realizar un proyecto fotográfico que no fuese digital, poco a poco esta idea ha ido tomando fuerza y ya tengo reservado el lugar de la exposición y una fecha aproximada.

Sé que estoy empezando por el final, pero es un modo de motivarme y de no dejar dormir el proyecto. Ahora estoy en la fase de despojarme de la calma, de contratar la paciencia y la constancia necesaria para elaborar un concepto, y decidir qué quiero hacer, pues sé que tras el primer disparo, saltará el señuelo y la ilusión no me dejará parar hasta terminarlo.

Dado que mi experiencia analógica es nula, he recuperado el secador de mi madre, por si a última hora fuese necesario precipitar el proceso de secado.

El Blog de Pablo de la Peña, aquí.

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