[dropcap]E[/dropcap]l principio del libro Ana Karenina, de León Tolstói, es uno de los más conocidos y citados de la literatura universal.
Dice así:
«Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada».
Seguro que al leer la frase te vienen a la cabeza ejemplos que conoces de los dos tipos de familia.
Es una frase muy llena de verdad y que da que pensar cómo nos afecta nacer en una familia u otra.
Analizándolo desde la psicología, muchas de las personas con un mayor grado de neuroticismo (o inestabilidad emocional para entendernos) han vivido situaciones bastante o muy complicadas en su infancia o adolescencia.
En la mayor parte de las ocasiones, el origen es la familia.
No tengo pruebas para afirmarlo, pero tampoco dudas. El conocimiento empírico después de 25 años en este mundillo me lo confirma: la familia tiene un peso fundamental en la estabilidad emocional de la persona.
Luego están las familias felices que dice Tolstói, esas que se parecen. De ahí surgen individuos más serenos, más resilientes y más seguros de sí mismos.
Parece una realidad dicotómica, o tu familia es feliz o no lo es, y eso determinará tu futuro. Como hayas nacido en una familia desgraciada, no podrás levantar cabeza.
Pero esa presunción se aleja mucho de la realidad.
Primero, porque es muy posible que conozcas a personas que pese a la adversidad, son un ejemplo de superación. Incluso tienen muchas más estrategias emocionales que la mayoría.
La familia no tiene por qué determinar cómo va a ser el resto de nuestra vida. Por muy complicado que sea el origen, siempre hay personas que logran traspasar ese dolor y vivir una vida plena.
O algo parecido a la plenitud, ya sabemos que las vidas perfectas no existen.
Y segundo, seamos realistas, las familias felices también tienen problemas. Quizá no desgracias, pero los problemas no son exclusivos de unos cuantos.
Esos problemas pueden condicionar, y mucho, la estabilidad emocional de una persona. Por muy maravillosos que hayan sido tus padres, como en el trabajo te hagan mobbing durante un año tu nivel de estrés va a estar por las nubes.
O puede que tu infancia y adolescencia fuesen felices, pero tu relación de pareja actual es un infierno y poco te acordarás de cuando comías castañas calientes delante de la chimenea.
Así que ya ves, ni un mal inicio tiene por qué determinar una mala vida, ni uno bueno te asegura que no vengan curvas de las que marean.
Al final, tarde o temprano todos necesitamos aprender a gestionar mejor nuestras emociones, y si lo aprendemos temprano, mucho mejor que tarde.
Por si acaso.
Si quieres recibir más reflexiones, anécdotas y estrategias para sobrellevar mejor la vida cotidiana, puedes registrarte aquí.