[dropcap]T[/dropcap]engo la fortuna de poder decir que he tenido alumnos excepcionales. Uno de ellos fue Miguel Ángel Cuesta Ruiz-Colmenares, quien, movido por su vocación, se dedicó al estudio de los mamíferos fósiles, sobresaliendo en el de los perisodáctilos.
En el Eoceno (hace entre 56 y 34 millones de años) del occidente de Europa fueron los herbívoros más abundantes, habitantes de las selvas tropicales que, como interfluvios, dominaron el paisaje de aquella época remota, aurora de los tiempos modernos. Fueron los antecesores de los caballos, rinocerontes y tapires actuales.
Miguel Ángel profundizó en el conocimiento de estas primitivas bestias, a las que él llamaba “mis burros”, visitando a los grandes especialistas europeos, con los que llegó a codearse y, con el tiempo, incluso a superarlos en su maestría. Es lo maravilloso de la Ciencia, lo que la hace avanzar, reflejado brillantemente en la genial escultura que adorna la Ciudad Universitaria de Madrid, frente a la Facultad de Medicina, en la que un caído, agotado, entrega la antorcha luminosa a un brioso y joven jinete.
Y cuando Miguel Ángel había conseguido ya un renombre internacional, reconocido por todos, entonces, una cruel enfermedad apagó su luz, tan radiante, llevándole a las eternas praderas celestiales donde puede contemplar como pastan su Iberolophus, su Duerotherium, su Palaeotherium giganteum y otras especies que él definió…
Pero hoy no os pongáis tristes, sonreíd con él, que nos contempla desde la otra orilla, al leer algunas de sus anécdotas.
La primera ocurrió en Mazaterón (Soria), para él su yacimiento favorito. Allá estábamos excavando unas 20 personas y nos prometió una botella de un vino castellano de elevado precio si encontrábamos alguna mandíbula de perisodáctilo. ¡De inmediato comenzaron a aparecer en la roca! ¡Nada menos que seis en sólo aquel día! ¡Ni que decir tiene que nos la bebimos entre todos!
Miguel Ángel con sus hijos en 2008.La otra anécdota que voy a relatar es famosa. Algunos años después vino Miguel Ángel a mi despacho –quiero decir “mi leonera”– para preguntarme si podía llevar algunas mandíbulas a varios centros europeos para compararlos directamente con los que en ellos había. Por supuesto le dije que sí. Y le redacté un Certificado de Salida para que no hubiese problemas en las fronteras.
En aquel viaje fue acompañado por Francisco Javier Ortega Coloma, otro brillantísimo paleontólogo que también comenzó su andar conmigo, que llevaba vértebras y fragmentos craneales de cocodrilos. Llegaron a la frontera francesa en La Junquera. El funcionario de Aduana les preguntó qué era lo que contenían aquellas cajas y se abrió una. Al ver las vértebras pensó que eran restos de animales muertos…
-¡Enséñenme el permiso del veterinario! ¡Es imprescindible para poder pasar la frontera! – exclamó.
Resultó inútil explicar que habían muerto hacia 40 millones de años; tanto como mi Certificado de Salida. Desesperados, Miguel Ángel y Pachi fueron a la dirección de un veterinario en la ciudad, pero resultó que estaba ausente y tuvieron que buscar donde pasar la noche. A la mañana siguiente pudieron arreglar la situación y les dejaron pasar a Francia.
Pero no acaba aquí la historia. Cuatro años después recibí una carta del Jefe de la Aduana de La Junquera en la que preguntaba por aquellos fósiles que, según él, no habían vuelto a España. Le respondí que el regreso se había efectuado por otro puesto fronterizo, Irún, lamentando no haberlo comunicado allá. Añadí a la carta unas publicaciones sobre aquellas mandíbulas. Y me contestó que había sido un honor conocer a aquellos sabios de la Universidad de Salamanca, dando el caso por cerrado el 28 de marzo de 1996.
En Paleontología son frecuentes las anécdotas divertidas. ¡Sirvan éstas como homenaje a Miguel Ángel Cuesta, a quien todos quisimos y recordamos con admiración y cariño!
4 comentarios en «Los burros de Miguel Ángel»
Como siempre amigo enseñándonos tanto de ese mundo, la paleontología, tan lejana para muchos.
Gracias por tu saber, pero sobre todo por compartirlo de manera tan generosa.
¡Que bello y cariñoso recuérdo a Miguel¡…
Me encantan tus lecciones e historias vividas por Tí.
Un abrazo.
Como veo que os gustan, prometo contaros más anécdotas y espero que resulten aún más entretenidas.
Muchas gracias por tus aportaciones, que no hacen sino renovarnos la ilusión de seguir aprendiendo.
Un abrazo.