[dropcap]E[/dropcap]l arte urbano nació en París a mediados de los sesenta como protesta político-social. Rápidamente se extendió por las ciudades más vanguardistas de Europa y América. En un principio, se pintaba con plantillas diseñadas por los artistas que apoyadas en las paredes, servían para dar forma al brochazo de pintura de un modo rápido y conciso, priorizando el mensaje sobre la estética.
Podemos constatar que este tipo de expresión artística continúa en evolución y que hoy tiene más aceptación social al ser representada en lugares consensuados. Véase al Barrio del Oeste en Salamanca, con su concurso anual de puertas de cocheras decoradas en un espacio acordado entre la asociación ZOES y las comunidades de propietarios.
Esta aceptación social de la pintura urbana es el reconocimiento al talento que hay en esta disciplina artística, pero también es la adaptación de un movimiento nacido en rebeldía para expresar la intolerancia ante la injusticia social. Movimiento cuya seña de identidad fue la clandestinidad.
Todo nuestro entorno se va transformando y, aunque algunas pintadas siguen respirando clandestinidad, parece que el muro de las redes sociales ha usurpado esta función de protesta, sin necesidad de ser artista ni de pintar, en cierto modo, las pantallas digitales ocupan el espacio reservado a la crítica social.
Hoy en día es habitual ver muros usados como enormes lienzos que ilustran las calles de nuestros pueblos o ciudades con obras de meticulosa configuración compositiva, que utilizan técnicas como el grafiti, la brocha, incluso la impresión digital sobre paneles anclados en fachadas.
No todas contienen un claro mensaje social, son obras diseñadas con esmero y ejecutadas sin prisas. El paso del tiempo hará un cribado selectivo y solo sobrevivirán aquellas que mejor se adapten a la evolución de la ciudad. Aparte del museo urbano del barrio del Oeste quiero destacar tres obras que sobresalen por sus diferentes estilos.
En La calle Rúa Mayor, una pintura de formas oníricas o surrealistas elaborada con pinturas y rotuladores de colores sobre una pared de cemento. Para mí, la más original de todas y es el propio artista quien aparece de vez en cuando rehabilitándola para mantener los colores vivos como el primer día.
En el Paseo de la Estación, un diseño vanguardista de Caín Ferreras, el mural más grande de la ciudad, una alegoría a la libertad con dos cigüeñas en vuelo, instalado en pleno confinamiento, coincidencia o no, este dato debería aportarle valor para su futura conservación.
Y por último, destacar un mural que cumplió treinta años, realizado por la Escuela Taller Veracruz de Salamanca en 1991, una obra de intención prioritariamente decorativa, para rellenar un espacio desnudo que afeaba la plaza de Santa Eulalia y que ya es junto con la Torre del Aire parte indiscutible de la postal de esta plaza tan salmantina.
El Blog de Pablo de la Peña, aquí.