Opinión

Oligarcas

El yate de un oligarca ruso.

[dropcap]N[/dropcap]o les descubro nada nuevo si les digo que muchas de las catástrofes actuales que hoy nos agobian y nos quitan el sueño, incluidas algunas guerras, tienen una relación directa con el modelo económico que «nos hemos dado», tanto en el Este como en el Oeste.
«Que nos hemos dado» es una frase que en nuestra neolengua está muy bien vista y se repite mucho, aunque bien mirado gran parte de eso «que nos hemos dado» nos ha sido impuesto y no hemos tenido ninguna posibilidad de elegir.

Intento saber estos días si los «oligarcas» del Este son diferentes de los del Oeste, o si el daño (en forma de desigualdad y concentración de riqueza y poder) que producen los Hunos se distingue en algo del daño igual de perverso que producen los Otros.

Conviene escribir estos términos con mayúsculas porque los Hunos y los Otros oligarcas tienen una relación privilegiada con el poder, en cuanto que el poder básicamente son ellos. Tanto en el Este como en el Oeste.

Este hecho innegable y muy perturbador para cualquiera que aún guarde en la memoria la dignidad civil del poder representativo y democrático, es el resultado final de una pasividad y desidia continuada en el tiempo (el tiempo posmoderno), una continua cesión del poder legitimo al ilegítimo, que inspirada en una ideología muy concreta ha permitido este parasitismo del dinero que los “oligarcas” han sabido aprovechar.

Hoy decir oligarcas y decir delincuentes es casi lo mismo, tanto en Oriente como en Occidente, en cuanto que la Ley que obliga a todos los ciudadanos no alcanza a llegar a esas alturas siderales donde los paraísos fiscales y demás cuevas de malhechores suponen un espacio reservado, un espacio VIP donde concurren monarcas, narcotraficantes, políticos y empresarios saqueadores del dinero público, traficantes de armas y demás gente de mal vivir. Espacio o coto cerrado que además está amparado y protegido por el poder que dice representarnos.

Los oligarcas hacen y deshacen a su antojo, tanto en el Este como en el Oeste, de forma que los oligarcas rusos parecen una mala copia (quizás solo más descarada) de los oligarcas occidentales -su modelo a imitar- con sus mega-yates, sus ejércitos privados de mercenarios, sus monopolios, sus políticos comprados y a sueldo, etcétera.

El intercambio de papeles y el flujo de influencias es continuo, de manera que un dato que hoy adquiere interés es qué líderes o políticos occidentales han recibido dinero ruso, es decir, dinero de Putin y sus oligarcas.

Se menciona estos días por ejemplo a Macron como receptor y beneficiario de ese dinero, pero también a los conservadores británicos, que otorgan a los corruptos rusos un trato especial de favor. Pero probablemente no son los únicos.

Se habla también de las relaciones de Putin y sus oligarcas con la ultraderecha europea, etcétera.

Vemos también muy significativo que de las sanciones que se pretenden imponer a Putin y sus oligarcas para frenar la guerra y la matanza, los belgas piden excluir el sector del diamante; los alemanes, el sector energético; los italianos, el sector del lujo… y así por el estilo.

No debe extrañarnos por tanto que en relación con la actual guerra en Ucrania aparezca tanto en los medios el término «oligarcas». Esto no significa otra cosa sino que puede establecerse una relación directa de este y otros desastres de nuestro tiempo con la involución reaccionaria de los años ochenta, en que los oligarcas y su corrupción toman definitivamente el poder en Occidente, y la democracia degenera en plutocracia.

Dicho de otro modo, esta y otras guerras y conflictos mantienen un vínculo potente con -por ejemplo- los «Papeles de Panamá». Aunque parezca que no viene al caso, sí viene al caso establecer esa relación.

Hoy en día para estar informado es muy útil y recomendable frecuentar el género audiovisual de los documentales, que ha experimentado un desarrollo espectacular.

Si bien en otro tiempo los documentales parecían limitados al ámbito de la Naturaleza y su seres vivos, ahora son indispensables para conocer lo que ocurre en otros ámbitos como el de la política, la economía, y la sociedad. Son documentales que brotan como hongos y casi en tiempo real, al hilo de la Historia en curso, y en muchos casos son de una gran calidad.

Los hay sobre la estafa financiera de 2008 y el giro ideológico que la inspiró, muy reveladores.

Los hay sobre Trump y sus mentiras descaradas (sin complejos) y también sobre la utilización política del negacionismo de la pandemia, etcétera.

Dada la gran cantidad de fuentes que hoy tenemos a nuestra disposición para acceder a estos contenidos documentales, es fácil evitar las visiones sesgadas y mutiladas, o condicionadas por la visión de una sola de las partes. De manera que pudiendo comparar y contrastar, la perspectiva que obtenemos es más amplia y probablemente más fiable.

Los sucesos de Ucrania (los que pagan y sufren son siempre los mismos, los ciudadanos de a pie), me han llevado estos días no solo a leer artículos en prensa sino también a ver un buen número de documentales sobre hechos relacionados de forma más o menos directa, o más o menos cercana, con este conflicto.

He llegado a familiarizarme con las caras y los nombres de los oligarcas rusos de la primera hornada, los oligarcas de Yeltsin, el dirigente alcohólico que manejado por un Occidente imprudente y prepotente dejó caer como una bomba un capitalismo salvaje, cruel, inhumano y delictivo, sobre un pueblo desprevenido, que con este shock llegó a añorar la Unión soviética.

El pueblo ruso o de la antigua Unión soviética fue así una víctima más del pensamiento único impuesto en Occidente en los años ochenta: el pensamiento neoliberal. Vemos descritos en estos documentales los mismos procedimientos (predicados por los Chicago boys) de saqueo y privatización del patrimonio público, de las empresas públicas, de las que se apropiaron y con las que se enriquecieron esos primeros oligarcas, al mismo tiempo que el pueblo sufría la miseria y el imperio del crimen.

Se decía entonces (con el mundo del crimen imponiendo su ley en las calles de la antigua Unión soviética) que el Este se había convertido en el salvaje Oeste.

Vemos por ejemplo en las imágenes la mansión de uno de estos oligarcas del tiempo de Yeltsin protegida por un ejército privado bajo la dirección de antiguos coroneles de la KGB, contratados por el oligarca para protegerse de la violencia desencadenada por el modelo económico con el que esos oligarcas se enriquecieron y acumularon poder, mientras el pueblo era desposeído y conducido a la miseria y el hambre.

Vemos que también se sugiere en ese documental cómo dicho oligarca, protegido por Yeltsin y por antiguos coroneles de la KGB, ahora al servicio privado de ese potentado, ordenó el asesinato de un dirigente local que en defensa de su pueblo protestaba por la gestión que ese oligarca hacia, basada en la explotación laboral, el impago de salarios, y los despidos masivos. Algo que a nosotros, los occidentales, nos resulta extrañamente familiar.

A esta primera hornada de oligarcas ligados a Yeltsin, sucedió otra hornada de oligarcas ligados a Putin (tras su correspondiente guerra interna entre clanes mafiosos), que son de los que hoy se habla. Como por ejemplo el famoso cocinero (el “chef”) de Putin, al que se vincula con una empresa «privada» de mercenarios y otros asuntos turbios.

Resumiendo: el dinero en el poder y el poder del dinero. El gran tóxico de cualquier democracia.

Una pregunta que nos hacemos a la vista de estos resultados: ¿Será esta la única herencia del Occidente neoliberal y posmoderno en aquel mundo?

Esperemos que no y que todos tomemos conciencia de como se fabrican y se gestan determinados desastres.

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