[dropcap]E[/dropcap]n los primeros cuatro años en la alcaldía los viajes a Madrid eran frecuentes. Al no haberse puesto en marcha la comunidad autónoma todas las competencias residían en el Gobierno de España. En invierno, cuando ya entrada la noche llegaba a Salamanca después de disfrutar de la luz intensa de la capital de España, la ciudad me parecía como una luciérnaga, con una luz tenue, con sombras por doquier. Las escasas bombillas que alumbraban el centro de la ciudad no aportaban seguridad a los escasos viandantes que se adentraban por el Barrio Antiguo.
Apostar por la iluminación de nuestras calles y avenidas fue una de las decisiones primeras de la Corporación democrática. Dos personas me vienen a la memoria cuando paseo en la actualidad por Salamanca, quizás una de las ciudades mejor iluminadas de España. Dos funcionarios de excepción, que supieron apostar por la eficacia a la vez que por el ahorro, Serafín Portillo y José Rodríguez Méndez.
En 1981 se colocaron nuevas luminarias en las avenidas de Filiberto Villalobos y Villamayor. Se dio luz a dos largas calles, con cerca de un kilómetro de longitud la primera, que llevaban veinte años sin renovar su alumbrado. Trece millones de pesetas importaron las dos obras en las que se colocó, por primera vez en Salamanca, un nuevo sistema que reducía un 60% el consumo de madrugada. Se instalaron relojes sincronizados que permitieron este ahorro. En Filiberto Villalobos se instalaron 48 lámparas de vapor de sodio de alta presión. En Villamayor los puntos de luz colocados fueron 34.
La calle más transitada de la Prosperidad, en cuanto a público infantil y juvenil se refiere, es Vergara, hoy Príncipe de Vergara. Esta calle conoció el alumbrado nuevo también en 1981. Con 370 metros de longitud, se colocaron 13 puntos de luz de vapor de sodio.