Opinión

La indefensión aprendida

Una mano sujeta un muñeco articulado. Foto. Unsplash.

[dropcap]H[/dropcap]ace unos cuantos años, una profesora de instituto hizo un experimento con sus alumnos.

Les repartió una hoja de papel con tres palabras, y los alumnos tenían que formar anagramas.

Un anagrama consiste en crear una nueva palabra a partir de la reordenación del conjunto de letras proporcionadas. Por ejemplo, nos dan la palabra MORA, y podemos formar las palabras ROMA o AMOR.

El único requisito del experimento era que los alumnos tenían que empezar cuando la profesora lo indicase y levantar la mano una vez tuviesen el resultado, de ese modo sería mucho más evidente tanto la velocidad de respuesta como quién era capaz de solucionar el ejercicio y quién no.

Con la primera palabra, más o menos la mitad de la clase levantó la mano de forma inmediata, mientras que la otra mitad no lo hizo. Los alumnos del segundo grupo no entendían cómo sus compañeros podían contestar tan rápidamente.

Con la segunda palabra sucedió lo mismo. Los más rápidos eran extremadamente veloces, en cambio los otros eran incapaces de formar una palabra.

En la tercera los resultados fueron algo más dispares, pero la mayoría de rápidos formó la palabra inmediatamente, mientras que muchos de los lentos no supieron formularla.

El truco estaba, obviamente, en que los ‘rápidos’ habían tenido una lista diferente a la de los ‘lentos’.

Sus palabras habían sido bastante fáciles, mientras que el otro grupo había tenido palabras imposibles.

¿Las tres palabras? Pues no, la tercera palabra fue común tanto para un grupo como para otro.

Sin embargo, como el segundo grupo había perdido la confianza en sí mismo durante las dos primeras, muchos de los alumnos pertenecientes a esa parte de la clase fueron incapaces de completar la tercera palabra, aunque esta no tuviese ninguna dificultad.

El experimento de esta profesora fue un gran ejemplo para demostrar lo fácil que es inducir la indefensión aprendida.

Puedes ver el vídeo aquí.

Quizá conozcas el ejemplo del elefante que de pequeño aprendió a no soltarse de la cadena, y que siendo adulto ya no lo intentaba porque no pensaba que pudiese romperla.

Aunque pesase varias toneladas y con su fuerza pudiese partir la cadena en dos sin problemas.

La indefensión aprendida es la base de cualquier maltrato sostenido en el tiempo.

La persona puede que las primeras veces intente tener una actitud proactiva y solucionar la situación, pero al no obtener resultados, opta por abandonar porque tiene la sensación de que todo está fuera de su control.

Y como te imaginarás, eso hará tanta mella en su confianza y en su autoestima que difícilmente podrá salir de ese círculo vicioso.

A no ser que pueda tomar perspectiva (no siempre es posible, claro) y pueda ver que de ahí se puede salir.

Porque aunque se pierda mucho por el camino, más se pierde siendo sometido.

Aplíquese a violencia de género y a cualquier tipo de violencia continuada dentro y fuera del hogar, mobbing, bullying, ciberacoso, etc.

En general, a cualquier situación en la que te amarguen la existencia de forma continuada y tengas la sensación que de ahí no puedes salir.

Pero salir de ahí es posible. Es complicado, sí, pero no es imposible porque es un aprendizaje y de alguna manera podemos desaprenderlo.

Desaprender implica todo un proceso, y pasa la mayoría de las veces por tomar decisiones difíciles.

Algunas incluso tendrán que ser bastante radicales.

Y es posible que el entorno no comprenda esos cambios, sucede muy a menudo.

Ellos no están en nuestra cabeza y no tienen todas las piezas del puzzle para entender el por qué de nuestros actos.

Pero si nuestras decisiones nos liberan del sufrimiento y/o nos acercan a nuestro objetivo, vamos por buen camino.

Mucha fuerza y muchos ánimos si estás en esa situación.

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El vídeo del experimento en clase.

 

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