[dropcap]Y[/dropcap]a no decimos siquiera «pan y circo» porque lo del pan, visto el desastre de Ucrania, está en el aire. Lo que si tenemos asegurado es el circo.
El circo es el medio por el cual la distracción del personal está asegurada. Y esto es algo que el poder (así, sin concretar) sabe desde hace siglos, o por mejor decir, milenios.
Es algo que ya sabían los emperadores romanos que no querían ninguna tentación republicana que pusiera en duda su naturaleza divina. Y para eso nada mejor que el circo, el espectáculo que entontece, embrutece y distrae.
La versión moderna en forma de «teletonta» ha seguido un camino ascendente hasta conseguir altas cotas estupefacientes. La “telebasura», que constituye hoy en día la esencia de programas con mucho éxito de audiencia, es la fórmula mágica que nunca falla: la audiencia se idiotiza, sus conductores se hacen ricos y el poder controla.
Étienne de la Boétie, cuyo escrito «Discurso de la servidumbre voluntaria» mencionamos en un artículo anterior, ya se hace eco en su escrito de la eficacia de esta estrategia circense para controlar a los siervos y que sigan siéndolo: siervos, por así decir, «voluntarios».
No digo que no sea apasionante seguir un partido de Rafa Nadal o del Real Madrid, aunque el resultado de ese partido no vaya a tener probablemente ninguna consecuencia palpable sobre nuestra vida práctica.
Pero tendríamos un país mejor o al menos con posibilidades de futuro si con el mismo interés y atención que le dedicamos al espectáculo del tenis o del fútbol, se lo dedicamos también a escuchar las grabaciones del comisario Villarejo, por ejemplo. Solo conociendo la realidad de nuestro país se puede aspirar a mejorarlo, requisito parece que aconsejable para mejorar nuestras vidas o evitar que empeoren aún más.
A poco que prestemos atención llegaremos a la conclusión de que la corrupción está en el origen de muchos de nuestros problemas más graves, y si una mayoría de ciudadanos se lo proponen la corrupción institucional y económica dejará de tener el peso que hoy tiene sobre nuestras vidas.
Precisamente lo que Étienne de la Boétie no podía explicarse es que esa mayoría no optase por liberarse de su opresión, estando en su mano, y se conformase dócilmente a una servidumbre voluntaria.
Siempre serán dignas de admiración la habilidad, la constancia, el esfuerzo, sea en el deporte o en cualquier otra tarea quizás menos espectacular pero más sustanciosa y beneficiosa para la comunidad, pero donde hoy necesitamos de manera urgente habilidad, constancia, y esfuerzo, es en la identificación de la corrupción y en su cancelación.
Es famoso el dicho clásico: «Roma no paga traidores».
Estaremos mejor cuando podamos decir como país: «España no vota corruptos».
De momento estamos muy lejos de eso, visto precisamente el éxito electoral que entre nosotros tienen los corruptos.
Habrá que seguir entrenando, a poder ser con la televisión apagada.
Con el 15M (que con cariño y esperanza rodó Basilio Martín Patino) parece que íbamos a eso, pero los corruptos y sus cloacas han logrado (de momento) parar ese intento.
Pero ya conocen el otro dicho: «La esperanza es lo último que se pierde». Y para eso constancia y esfuerzo… como Nadal.