[dropcap]A[/dropcap] lo lejos vimos una columna de humo y al poco rato se nubló sin nubes el cielo. Primero era el humo del incendio de Las Hurdes y después supimos que esa tiniebla procedía de la humareda del fuego de Monsagro.
Los que estábamos tomando el ‘freso’ sentados en el parque del pueblo y con la vista en la Sierra de Francia nos miramos y dijimos en voz alta: ‘Si en el pueblo se produce un incendio en los huertos, no salimos de aquí ni uno vivo, porque como está el río y las laderas de maleza seca, esto es un polvorín’.
Este martes, al leer la noticia que evacuaban Monsagro, he pensado que aquí, en mi pueblo pasaría lo mismo si hubiera un incendio.
Da miedo ver los alrededores de los pueblos llenos de hierba seca. Hace años que los pequeños huertos que se sembraban en los años sesenta y setenta y eran el sustento de las familias, se dejaron de cultivar porque los tractores grandes no podían entrar en estas tierras diminutas y no era rentable.
Poco a poco, estas zonas se fueron convirtiendo en un verdadero bosque que crece en los límites del casco urbano de los pueblos. Hace años, el que tenía un huerto tan próximo al pueblo, tenía un tesoro. Ahora lo que tenemos es un polvorín. Nadie hace nada. La Diputación, tan pendiente de los pequeños pueblos y lo preocupados que están por nosotros. Nada de nada, diría yo.
Señores, los fuegos se apagan en invierno. Antes, no hacía falta, porque los animales y vecinos no dejaban que la maleza creciera, pero ahora sí. Las cosas han cambiado. Dense una vuelta por cualquier pueblo y verán que lo que ha pasado en Monsagro, nos puede pasar a todos. Estamos en una ola de calor, todo está muy agostado, hay tormentas secas, que nadie puede evitar, como tampoco sus rayos, pero el resto, señores políticos, ¡claro que lo pueden prever y remediar! Solo les pedimos, lo que nos pedían los amos a nosotros: Trabajen, que para eso reciben un sueldo.
Si entra el fuego, no salimos de aquí.
Un salmantino