[dropcap]C[/dropcap]uando se puso en marcha la Operación Piloto la inversión prevista ascendía a 2.000 millones de pesetas: 364 para urbanizar calles, 140 para renovación de redes, todas en muy mal estado, 76 para abastecimiento de agua, 38 para saneamiento, 31 para alumbrado, 37 para ajardinamiento y 223 para expropiaciones. La mayor cantidad, 1.324 millones de pesetas iba destinada a la rehabilitación de edificios.
De inmediato llegaron las inversiones y la ciudad comenzó a cambiar de aspecto. Se construyeron viviendas sociales en San Vicente y en el Patio Chico; se urbanizaron plazas, la de San Blas, la del paseo de la calle Balmes y los entornos de la Facultad de Ciencias; se urbanizaron calles, cuesta de Carvajal, Arcediano, Silencio, Tavira, La Latina, Trilingüe, entre otras; y se emprendieron algunas obras de envergadura, impensables hasta entonces, la urbanización de la Vaguada de la Palma, la Ronda entre Puentes y la renovación de las redes de aguas.
No quedaron al margen la iluminación y el tratamiento de las aguas residuales. Pero fueron significativas para el cambio del aspecto exterior del caserío las ayudas estatales a la rehabilitación de viviendas que vinieron a sumarse a las que aportaba desde hacía tiempo el Ayuntamiento. Para ayudar a los vecinos se creó una Oficina de Gestión, que aportaba asesoramiento a cuantos querían emprender la difícil tarea de rehabilitar su vivienda. Entre las obras singulares emprendidas estuvo la rehabilitación de las 24 casas del barrio de Pescadores, único vestigio que quedaba del barrio de Santiago, demolido junto a las últimas tenerías, unos meses antes de que llegáramos al Ayuntamiento.
El problema más difícil de abordar era el del barrio de la Palma. La situación del mismo desde el final de la Guerra de la Independencia era realmente preocupante. Marginado y sin apenas servicios, con viviendas sin agua, sin luz, pedía a voces inversiones multimillonarias y mucha creatividad para sacar adelante el que los salmantinos, viendo tanta desolación, habían llamado el barrio de “Los Caídos”.
Aquella firma realizada en el salón de recepciones del Ayuntamiento de Salamanca en enero de 1984 supuso un antes y un después en la evolución de la ciudad. Aquellos acuerdos, cumplidos escrupulosamente por las administraciones firmantes, supusieron que Salamanca fuera con posterioridad admitida en el exclusivo club de ciudades patrimonio de la humanidad de la UNESCO, y nombrada Ciudad Europea de la Cultura en el 2002.