[dropcap]H[/dropcap]ay quien opina (un tanto temerariamente) que los culpables de estos incendios que abrasan media España, son los ecologistas. Ya saben: aquella moda vieja de los «nuevos filósofos» de culpar de todo a los «progres», considerando que los ecologistas pertenecen a este grupo nefando al que se ha puesto de moda vilipendiar desde el frente carca.
A alguno de estos «nuevos filósofos», tan posmodernos e irreverentes de cara a la platea, se le ha visto luego haciendo de figurante en el coro del corrupto Nicolás Sarkozy (poderoso caballero es don dinero), y a otros de la misma barra cantando las alabanzas de partidos como VOX. Todo un progreso y una «nueva filosofía” con tufo a naftalina rancia.
Francisco Umbral (y ya ha llovido) supo enseguida ver de qué iban estos «nuevos filósofos».
El caso es que este dictamen de culpabilidad insospechada sobre los incendios que nos queman campos y aldeas, me suena de algo, es un soniquete que a estas alturas resulta familiar, y es que se parece como dos gotas de agua al reparto de responsabilidades tras la estafa financiera de 2008, ese gran zarpazo («pa la saca») del capitalismo desregulado.
Recuerden que con motivo de aquel pufo global, sus autores (estafadores profesionales educados en las mejores escuelas de la estafa económica) proclamaron que los culpables éramos nosotros, los ciudadanos que pasábamos por allí, que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades sin sospecharlo. Que ya se sabe que ellos, los estafadores de profesión, educados en las mejores escuelas de la estafa financiera, llevan la austeridad en la sangre.
Consecuencia de ese silogismo tan averiado era que los paganos de su fiesta seríamos los que nunca estuvimos en ella.
Cierto es que luego Merkel reconoció que se habían pasado dos pueblos y que el austericidio fue un error, por decirlo suavemente. Sería más exacto y concreto decir que el austericidio fue una estafa sobre otra estafa.
No menciono a Rajoy (el patriota) porque en realidad era un mandado de la señora Merkel y los bancos alemanes. Más o menos como Zapatero.
Este último permitió que la jefa germánica de Europa en aquel entonces reescribiera nuestra Constitución como si fuera de plastilina (para según qué amos).
Y es que ya se sabe que nuestros «constitucionalistas» son muy blandos frente al poder del dinero, y muy duros para las necesidades públicas de los ciudadanos españoles.
Sin embargo y a pesar de estos arrepentimientos ideológicos expresados tarde y mal, no parece que hayan cambiado mucho de chip (su catecismo es muy cerrado y su paleta de colores muy triste).
Y es que ante las nuevas crisis (en plural) que ya se suceden en cadena, anuncian soluciones drásticas parecidas a las de siempre, y los paganos serán los mismos de antaño.
Aunque lo adornen con el recurso retórico a la «solidaridad», pagan los de siempre y se libran los que siempre se libraron.
Salvo que el anuncio de Sánchez de hacer pagar ciertos impuestos a los bancos y a las empresas de la estafa energética, tenga algún viso de convertirse en realidad. Esperemos que así sea.
Pero decía al principio que hay quien opina (y se han puesto de acuerdo para difundirlo como consigna de la semana) que los culpables de los incendios múltiples que nos arrasan el territorio nacional son los ecologistas.
De la misma manera los banqueros sostenían en 2008 (y también se pusieron de acuerdo) que los culpables de aquella estafa bancaria fueron los usuarios.
Y ya puestos, los ecologistas deben ser también los responsables de que se hayan vaciado los campos de todo tipo de vida, humana y salvaje (al menos la humana hace ya mucho que emigró atraída por los encantos de la ciudad y los reclamos de la Industria), y los mismos que hoy pactan con VOX, negacionista por antonomasia del cambio climático, como antes lo fue de la pandemia, y para los que todas estas cosas que nos suceden (cambio climático, incendios múltiples, y pandemias) no son hechos reales sino simulacros, inventos de la propaganda roja para atemorizar a la gente y en un descuido pánico hacer su revolución bolchevique.
Ni en estas circunstancias tan extremas y trágicas se centran.
Es decir, que con todo este desastre nada tiene que ver el haber apostado por una ideología (en la que también comulga VOX, y hablamos de neoliberalismo) para la que cualquier regulación económica o cualquier regulación ambiental (y ambas «libertades» otorgadas al lucro de unos pocos tienden a deteriorar la economía y el medio ambiente de todos) son los mayores pecados que se pueden cometer contra la «libertad».
Su libertad. Yo creo que esta torcedura de criterio les comenzó con la ojeriza que tomaron a los hippies en los años 60, para ellos una variante más de los «antisistema», al igual que los conservacionistas y los ecologistas, todos ellos «progres», en el lenguaje catecúmeno de la nueva derecha que tan bien manejan (y manipulan) para sus intereses electorales Trump, Abascal, Bolsonaro, o Ayuso, por poner algunos ejemplos de extremismo populista y anti-ecologista. O sea, los aliados «naturales» (y en ello insisten los consabidos «barones» autonómicos del PSOE de derechas) de los otros, de aquellos que, pase lo que pase y aunque se hunda el mundo, nunca cambian de receta.
Y en esa receta es punto obligado ahora mismo que los españoles tengan una sanidad gravemente deteriorada y echada a perder gracias a los recortes y las privatizaciones.
Que los sanitarios no tengan sustitutos durante sus permisos y vacaciones es una moda de origen y factura neoliberal.
Con más tino reflexionan aquellos que achacan responsabilidad en estos desastres a la gestión neoliberal del trabajo (bomberos y otros agentes forestales; externalizaciones, subcontratas, trabajo temporal y precario, como el que mató a José Antonio, el barrendero de Madrid) junto a la idea que tiene esta ideología sobre la Naturaleza y su explotación.
Y de ese planteamiento deducen soluciones, que tienen que venir igualmente de una recuperación y reivindicación de una vida rural estable y en armonía con el entorno.
La pandemia y otros desastres que últimamente se suceden han restado encanto, a ojos de muchos, a la vida urbana, y ha relanzado (no sabemos con qué duración y qué consistencia) el retorno al campo. Es un impulso que sin duda debe ser apoyado.
El cualquier caso denunciemos que el trabajo precario, en régimen de explotación y mal pagado, se ha convertido en algo tan español como los toros y la paella.
Que explique ahora Mañueco, presidente de Castilla y León (una de las comunidades más golpeadas por los incendios), su pacto con VOX, para los que estos incendios, consecuencia directa del cambio climático, no solo aquí sino en todo el mundo, desde California a la taiga siberiana, son una performance «progresista».
Y es que, en el delirio de estos extremistas, todos estos desastres se han fraguado en la acción de los ubicuos y poderosos gobiernos verdes (la «dictadura verde» que dice Abascal) que durante las últimas décadas se han adueñado y se han sucedido al mando de la política occidental, un dato contrastado que nadie se atreverá a poner en duda.
Para curarse de tanta insensatez dos recomendaciones: Primera: lean el libro «La Tierra herida», de Miguel Delibes y su hijo, Miguel Delibes De Castro.
Y ya de paso (y esta es la segunda recomendación): lean el artículo de Sami Naïr, titulado «Rebelarse en defensa de los servicios públicos”, publicado el 18 de julio en El País.