[dropcap]P[/dropcap]ero ya empezaba a nacer en Salamanca una corriente de opinión más exigente, pidiendo respeto a todo el entramado urbano. Un periodista experto en asuntos salmantinos, Ignacio Francia, acuñó una idea que acogí con entusiasmo. Según él no es lo mismo una ciudad monumental que una ciudad con monumentos. Salamanca iba camino de convertirse en una ciudad con monumentos, todos ellos de gran calidad, pero si no se respetaba el trazado urbanístico y se catalogaba para protegerlo, nunca se podría llamar ciudad monumental.
Iniciamos las restauraciones el mismo año de nuestra toma de posesión con un edificio propiedad del Ayuntamiento, la Torre del Clavero. Salvador Llopis, archivero municipal y cronista de Salamanca, nos ayudó aportando todo su saber y entender. El coronamen de la torre, de piedra de Villamayor, estaba deshecho y tuvo que ser sustituido. Se recuperaron varias estancias que nos sirvieron para instalar el pequeño y bello Museo de Historia de la Ciudad. Este tipo de colecciones abundaban en el norte de Europa. Había visitado varias veces el Museo de Historia de la Ciudad, de Barcelona y de allí traje el modelo. Aunque trataremos de su contenido al tratar de los museos, si me gustaría dejar constancia de lo que supuso recuperar la Torre del Clavero.
El día de Reyes, una fría mañana de enero de 1980, inaugurábamos a bombo y platillo la restauración y la pequeña muestra museística. Asistieron las autoridades. Recuerdo que entre ellas estaba Mauro, el obispo, que no se prodigaba. El acto estuvo amenizado por la Banda Municipal de Música. En mi discurso lancé un mensaje claro, habíamos cumplido con la promesa de rehabilitar un monumento cada año y este era el primero, el correspondiente a 1979.
En 1987 la Universidad de Salamanca comenzó a utilizar la Torre del Clavero. Albergó en ella de forma provisional el Centro de Documentación Europea. Julio Fermoso, rector de la Universidad, solicitó el uso de la Torre y el Ayuntamiento aprobó su cesión por un periodo de tres años. Cumplido el plazo, la Universidad Iberoamericana de Postgrado ubicó en el inmueble su sede antes de pasar a la Torre de Abrantes.