[dropcap]T[/dropcap]ras leer uno de los últimos artículos de David Trueba en el País titulado: «De noche, veo felones» (muy recomendable su lectura, y va sobre impuestos), se me ha venido a la cabeza que quizás podría titular este artículo mío: «De noche, veo amistades peligrosas», queriendo hacer referencia así a las mismas fantasmagorías que menciona Trueba y con las que algunos intentan amedrentarnos, no sea que vayamos a percatarnos de lo obvio.
Pero no quería detenerme en ese espantajo fantasmagórico contra la obviedad (cuáles puedan ser nuestros intereses y los de la colectividad más amplia en materia de impuestos), y dentro de esa obviedad lo que le es más contrario (por ejemplo bajar impuestos a los muy ricos; dar ayudas y becas a los muy ricos…
etcétera), que es como intentar que olvidemos dónde tenemos la cabeza, sino que sobre todo quería hacer referencia aquí a un extraño, aunque conocido, fenómeno psicológico de proyección o transferencia de la culpa propia, presente tanto en el caso que analiza David Trueba en su artículo, como en el caso que intento analizar yo aquí.
Con el término de «transferencia» no quiero referirme, claro está, a una transferencia bancaria, aunque el tema tenga algo de esto (transferir el dinero de los pobres a los muy ricos vía política de impuestos), sino a una transferencia de la culpa propia sobre espaldas ajenas, un ejemplo típico de irresponsabilidad pueril.
Algo así como si un hijo, ya talludo (pongamos un presidente autonómico del PSOE ), transfiriera sus propias culpas y torpezas de gobierno al padre (el gobierno central de Pedro Sánchez), aquilatando esa transferencia de culpa con aquella fantasmagoría de las «amistades peligrosas» del presidente, que tanto juego da a aquellos que no tienen nada sólido o nuevo que ofrecer. Estrategia que parece copiada de cabo a rabo de la de Díaz Ayuso y que debe tener su origen en algún barrunto o mala conciencia, un poner la venda antes de la herida que se prevé.
Si David Trueba analizaba, un tanto escandalizado, el caso paradójico de la expresión «felones fiscales» (el vocabulario que usa nuestra derecha ya denota que les tira mucho el medievo), expresión que han puesto en circulación los políticos del PP (precisamente ellos) para adjudicárselo, vía proyección de la propia culpa, al gobierno central, mirando para otro lado o incluso disculpando las felonías fiscales del rey emérito y sus imitadores, estas sí verdaderas felonías fiscales (y este caso «real» o «Real» lo menciona Trueba), con el añadido póstumo (pues hablamos de la muerte anunciada de los servicios públicos) de la muy involucionista bajada de impuestos a los muy ricos, yo quería llamar la atención sobre este otro ejemplo de proyección o de transferencia de la culpa propia y del «mea culpa», de algunos presidentes autonómicos del PSOE al gobierno central de Pedro Sánchez, porque parecen efectivamente ejemplos del mismo proceso psicológico.
Otro día hablamos de esas culpas o torpezas que nos pertenecen con pleno derecho de titularidad como gobernantes, y cuyo reconocimiento es un signo de madurez.
En cuanto a las «amistades peligrosas», el problema no es que VOX (que está en caída libre) acabe pareciéndose al PP.
El problema serio que tenemos los españoles es que el PP se parece cada vez más a VOX (y a Trump vía Ayuso), al mismo tiempo que algunos presidentes autonómicos del PSOE son indistinguibles de los del PP más extremoso.
Ya veremos cuánto tardan estos últimos (por muy socialistas que se nombren) en bajarles los impuestos a los muy ricos, al mismo tiempo que tienen los servicios públicos, que sirven y mantienen en cohesión a la colectividad, hechos unos zorros.
Cuando pensamos que la izquierda tiene que volver a ser «radical» estamos pensando en que tiene que volver a recuperar la socialdemocracia, perdida en algún rincón polvoriento del camino. A esa recuperación, de hecho tan tímida y tan postergada, es a lo que nuestra derecha y ultraderecha llaman habitualmente «radicalismo» y «ultraizquierda». De ahí la bobada de las «amistades peligrosas».
Claro que para «amistades peligrosas» las que aparecen en la serie documental «Salvar al rey», incluido en el concepto de amistad peligrosa el propio monarca.