Opinión

La patria ya no es lo que era

[dropcap]A[/dropcap]lgunos dijeron: «El futuro ya no es lo que era». Nosotros, más optimistas, decimos: «La patria ya no es lo que era». ¡Y menos mal!

Un signo de que nos estamos volviendo modernos, es decir, regresando a la modernidad tras la involución posmoderna, tan estéril e improductiva como repleta de desastres, es que en el día de la patria hispana se manejó por algunos opinantes el concepto de «patria constitucional», o lo que es lo mismo, la democracia y las leyes que de ella emanan como la única patria posible en estos tiempos que corren. Porque siguen corriendo.

En cuanto que conviene disociar el concepto de patria del concepto de tradición (que no pasa de ser un fetichismo paralizante), y ya con el concepto de «patria constitucional» en marcha y guiando nuestros pasos hacia mejores futuros, conviene considerar que tanto una como otra, patria y constitución, no pueden ser rígidas. Y así como no pueden ser inmortalizadas en el formol de la tradición, tampoco pueden ser inmortalizadas en el formol de la «transición», sino que deben ser flexibles, principio evolutivo que permite la adaptación y la supervivencia.

Por esta misma razón del cambio y la evolución como realidad ni cancelada ni cancelable (contra los pronósticos estáticos de Fukuyama), el concepto de «patria» no puede ser igual para un individuo del siglo XV, que aún tenía una pluralidad de «nuevos mundos» por descubrir (y el impacto reflexivo de esos descubrimientos lo vemos muy pronto en Montaigne), que para un individuo del siglo XXI, que con un artilugio telescópico que aumenta su potencia visual en el espacio y el tiempo, intenta contemplar, si no en directo sí en diferido, el principio de todo el universo.

Ni puede ser igual para un individuo de una tribu no contactada del Amazonas, que cree que el mundo es su selva, que para el astronauta que ha visto a la Tierra amanecer desde la luna.

Ni siquiera puede ser igual para el que se cree creación personalísima, directa e instantánea del mismo Dios para explotar la Tierra, o para un hipotético y bastante ridículo “destino en lo universal”, que para quien conoce, a través de la ciencia, no solo su naturaleza contingente, azarosa y evolutiva, sino que tampoco ignora que la explotación de su entorno tiene unos límites que si se sobrepasan ponen en riesgo su propia supervivencia.

En cualquier caso y gracias a la «patria constitucional» y la «patria ecológica», que son movimientos civilizatorios, hoy se puede ser patriota con bastante provecho y buen juicio.

De manera que al concepto de «patria constitucional» establecido para liberarla de pasiones espurias y sectarias, conviene añadir el concepto de «patria ecológica» para integrarla en la red compleja de interacciones y dependencias que hoy nos es dado conocer.

Incluso el concepto de «paisaje» que hoy se pone en relación con la «patria», ha devenido tan amplio y extenso, o difuso, que se hace difícil acotar su territorio, y solo con un acto de forzado voluntarismo (o ceguera) podemos hacerlo.

Cierto es que cuando resurgen fenómenos tan arcaicos como los que ya conocieron y padecieron los neandertales, por ejemplo la guerra, nuestra consciencia se nubla y rebaja para seguir el instinto, y como dice Borrell nos volvemos carnívoros, es decir patriotas al viejo estilo, patriotas de caverna.

Una esquizofrenia muy humana, porque la inteligencia conoce, y sin embargo el instinto manda las más de las veces.

En cualquier caso y gracias a la «patria constitucional» y la «patria ecológica», que son movimientos civilizatorios, hoy se puede ser patriota con bastante provecho y buen juicio.

Podríamos incluso ampliar este patriotismo pacífico, saludable, constitucional, y ecológico, con el concepto de «patria contribuyente».

Estuve a la expectativa de si el día de la patria, fiesta de la Hispanidad, desfilarían marciales y solemnes los contribuyentes que sí pagan impuestos, auténticos defensores de la patria, como un elemento más de la fiesta, además de los participantes y defensores clásicos, pero no.

Aquel desfile cívico de ciudadanos de a pie, cada uno armado con su declaración de la renta al hombro, que por un momento tuve la esperanza de ver desfilar por primera vez, no se produjo.

Y esto significa simplemente que la inercia es poderosa y que la retórica de la patria sigue estando muy sesgada, y de alguna manera secuestrada, sin que elementos tan importantes y de hecho fundamentales en la defensa de la patria como son los contribuyentes que sí pagan impuestos, aparezcan por ningún lado en el desfile y el reparto de honores.

Digamos por tanto y en su honor que esta es su fiesta, y no lo es de aquellos que se escaquean de su obligación de contribuir, vía impuestos, al fortalecimiento de nuestra nación, y van a engordar con lo aquí logrado y explotado, otras arcas ajenas.

Es patria la que contribuye. No lo es la que defrauda o se escaquea.

O sea: patria constitucional, patria contribuyente.

Más coherente que el abucheo y la berrea, o que la competencia fiscal a la baja entre patriotas de una misma patria. Que ya es directamente dislate supino, no de los becerros de oro, sino de los borregos del oro y el catecismo neoliberal.

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