Habrán percibido que cada año que pasa Halloween da más miedo.
Suelen confabularse en esas fechas los astros oscuros y sus muertos vivientes para producir alguna catástrofe con muertos de verdad, ya sea mediante avalanchas humanas, eventos ruidosos (que llaman musicales), o cualquiera de esos movimientos informes en los que la masa se diría dirigida por el cerebro de una ameba.
En los preámbulos de esta fiesta mórbida que el capitalismo global ha impuesto urbi et orbi, ya se vieron algunos anuncios de que esa sombra festiva se aproximaba a nosotros cargada con su mal fario.
La ex premier británica, Liz Truss, en un impulso festivo a la par que siniestro, quiso quitar los impuestos a los más ricos y casi se carga toda la economía inglesa, deteriorada de forma imparable bajo la égida del thatcherismo radical.
El intento de Liz Truss fue tan breve como su propia presidencia.
Aquí Díaz Ayuso, disfrazada de lo mismo que la ex premier británica (de dama de hierro con colgajos góticos), quiso anunciar el mismo regalo VIP y varios barones del socialismo neoliberal (valga el oxímoron) se apuntaron rápido al invento. Falta de reflejos o exceso de ellos que no supo ver ni previó lo insensato de la medida, ni siquiera como una mala copia del austericidio aquel, el de la estafa financiera (neoliberal) que nos trajo la Gran recesión. Recesión o involución de la que aún no hemos salido pues a la vez que económica fue ideológica y democrática.
Ni siquiera en Halloween pasan por buenos los malos disfraces.
Digamos lo evidente: el impuesto «progresivo», que es el que elogia y establece nuestra Constitución y nos permite avanzar en el siglo XXI, es «progre», y el impuesto «regresivo» o el fraude fiscal, que es lo que patrocina la ultraderecha económica y política, son «retro» y nos devuelven al siglo XIX.
Lo de Díaz Ayuso, inmadura y desatada al modo Trump, empieza a ser preocupante y a recordar la época infame de la caza de brujas del senador McCarthy
En un artículo reciente, Vargas Llosa glosando a Kissinger, muñidor del golpe de estado en Chile en 1973, alababa a la sin par Singapur, enriquecida mediante las malas artes de los paraísos fiscales (en realidad son refugios piratas para delincuentes de postín), y defendía así un sistema económico retro y decimonónico con el que la plutocracia transfronteriza aspira a seguir acumulando riquezas y poder.
El símil más adecuado para estas transfusiones de la riqueza de un país al nido paradisíaco de la clase VIP, sería la del vampiro. A medida que aquello engorda con sangre ajena (sangre que procede de la explotación colectiva y los sueldos de mierda) aquí merman los servicios públicos o entran en anemia fatal.
Díaz Ayuso es «retro» plus y super «gótica» porque en un conflicto sanitario que ella misma ha provocado (primero cierra unos dispositivos de urgencias imprescindibles y luego los reabre con la mitad del personal), no solo no ha pedido disculpas por poner en riesgo la vida de los pacientes durante aquel cierre, sino que ahora se dice irresponsable del caos provocado con su reapertura en falso (sin personal).
Tampoco ha lamentado la agresión sufrida por una médica de estos dispositivos de urgencias reabiertos, a manos de un energúmeno violento que además de reclamar una receta «programada» en un servicio de «urgencias», repetía como un papagayo lo que la propaganda mediática de la presidenta excreta a diario sobre el «peligro rojo».
El PP allí donde gobierna intenta acabar con la sanidad pública para engordar la sanidad privada
Aquí queremos detenernos pues nos parecen suficientemente graves los hechos, para señalar la clara vocación totalitaria y liberticida de la presidenta madrileña que, en vez de preocuparse por la salud de su profesional agredida, se ha permitido indagar e investigar su ideología política. El senador McCarthy no lo habría hecho mejor (o peor).
Cómo esta política gótica y superstar sea la guía e inspiración de Feijóo, nuestro país va apañado.
Tengo entendido que cuando los sanitarios españoles (que aplaudimos tanto durante la pandemia para insultarlos y agredirlos poco después) huyen del maltrato que aquí reciben, allí donde los acogen frotándose las manos por la adquisición y su buena suerte, no les preguntan por sus ideas políticas.
Se ve que sus países de acogida son países avanzados y Estados de derecho.
Pero Madrid, el Madrid de Ayuso es otra cosa.
Lo de Díaz Ayuso, inmadura y desatada al modo Trump, empieza a ser preocupante y a recordar la época infame de la caza de brujas del senador McCarthy.
Echaniz, que fue consejero de sanidad del PP en Castilla La Mancha, también intentó cerrar los PAC en esta comunidad (dispositivos claves de las urgencias extrahospitalarias tanto en Madrid como en cualquier otra región de España), pero en este caso el intento del PP, que allí donde gobierna intenta acabar con la sanidad pública para engordar la sanidad privada, fue frustrado por unos jueces responsables que dictaron medidas cautelares contra un invento que «ponía en riesgo la vida de los pacientes». Tan sencillo y obvio como eso.
Todo arrancó con una denuncia del ayuntamiento de Tembleque que así logró salvar de ese peligro a toda la Comunidad.
La fiesta gótica y extranjerizante de quitar los impuestos a los más ricos suele traer más pronto que tarde sus consabidos lutos.