Cuando cae la noche las ciudades se visten de gala, y la luz del sol deja paso a miles de bombillas que iluminan las calles con motivos navideños. En Salamanca, al brillo dorado de la piedra de Villamayor le ha salido una competencia reluciente en forma de campana que acapara las miradas de quienes pasan por la plaza Mayor. Algunas curiosas, otras indiferentes, pero también las hay emocionadas.
Alba Familiar / Ical
En el día del solsticio de invierno, a las 18.45 horas la noche más larga del año ya se había apoderado de la capital salmantina. En su ágora central, había quien se hacía ‘selfies’ con el gran adorno navideño mientras sus pequeñas bombillas parpadeaban y cambiaban de color. Entre los comentarios, también otros característicos de las fechas: “Que mañana caiga un pellizquito”. Ojalá haya habido suerte. Pero las conversaciones de muchos de los allí presentes se pararon, fisgonas, al ver entrar a cinco taxis en la Plaza Mayor.
La comitiva, bajo el nombre de Taxiluz, acercaba como cada miércoles y lunes, desde principios de diciembre y hasta el 4 de enero, a los mayores de las residencias de la ciudad tras un paseo por las calles para que disfrutaran de la iluminación navideña. “La iluminación de las calles es diferente, y la campana está preciosa, han venido los taxis muy despacito para que pudiéramos verlos”, narraba Consuelo, una de las usuarias de la residencia de las Hermanitas de los Pobres, centro que disfrutó de la iniciativa ese día.
“Para el que no lo haya visto, le encanta esto”, presumía José Luis en relación a su ciudad, en la que lleva viviendo 54 años desde el centro de la plaza. Para algunos de ellos, “de Salamanca de toda la vida”, como es el caso de Salvador y Julio, esta salida les ha brindado la oportunidad de volver a pisar el ágora, por donde antes paseaban frecuentemente, pero ahora llevaban dos años sin visitar.
Gracias a la iniciativa Taxiluz, promovida por la asociación Rotary Club Salamanca, los taxistas de Salamanca acercan, de manera altruista, dos veces por semana a los mayores de la ciudad para que puedan vivir una salida diferente. “La gente está emocionada, pero para nosotros, la sensación del primer día que vimos aparecer los taxis fue increíble”, explica a Ical Paquita Manzano, la presidenta del club encargado de organizar este proyecto que acercará, durante un mes, a casi 150 personas válidas de las residencias de mayores al espectáculo diario de luz y sonido de la plaza Mayor.
“Cuando hablas con ellos, muchos te dicen que son de Salamanca y hacen cinco o diez años que no vienen a la plaza, que no salen nada más que para ir al médico”, cuenta Manzano. Mediante estas salidas, también tienen la oportunidad de disfrutar con sus seres queridos de otra manera de vivir la Navidad. Hay familiares que se acercan a visitarles aprovechando el momento, y para estos abuelos y bisabuelos, supone la única manera de poder traer a los más pequeños de la casa a ver las luces con ellos.
Para los mayores de Salamanca supone el segundo año de esta iniciativa, que también se desarrolla en otras capitales del país. El año pasado las salidas se vieron truncadas por la pandemia con la llegada de la séptima ola, pero según aseguran desde el club, la experiencia les ha permitido reiniciar el programa. Motivados por ayudar a los demás, “el fundamento del club”, ha habido días que han necesitado más taxis para poder atender a la demanda de los centros.
“Si no cambias nada, nada cambiará”, reza un adorno que cuelga del retrovisor del taxi de Luis. Él es uno de los conductores que se ha volcado con esta iniciativa de manera altruista. “Los abuelos nos han dado tanto que ahora hay que hacer algo por ellos”, cuenta, mientras ayuda a los mayores a acercarse al escenario del coro de la Universidad Pontificia, que ese día actuaba bajo la iluminación de la gran campana.
Comenzaban los primeros acordes del ‘Adeste Fideles’ cuando los taxistas Alberto, David, Javier y Agustín conversaban con Ical sobre la iniciativa. “Ellos se ilusionan, suelen estar bastante contentos, y a nosotros no nos cuesta ningún trabajo”, explican estos profesionales. En total, unos 40 taxistas han prestado sus vehículos de manera altruista para realizar dos recorridos semanales por las principales avenidas iluminadas de la ciudad.
En sus coches, los mayores rememoran con ellos historias que vivían por esas calles. Dónde estaban sus antiguos negocios o qué lugares solían frecuentar. También ha viajado en la caravana algún taxista jubilado, que, aprovechando la salida, ha podido visitar su habitual parada de años atrás.
“Es ayuda humanitaria”, señala contundente Paquita Manzano, refiriéndose al tiempo y al coste económico del combustible que prestan los conductores. Además, cuenta como la anterior semana uno de ellos, estando de servicio, dejó de trabajar para poder acercar a más mayores al centro de la ciudad.
Sobre sus mascarillas, entre las arrugas también se perciben miradas curiosas, algunas de ellas emocionadas. Con el recuerdo de cómo ha cambiado su ciudad, y las luces que la engalanan, más de un centenar de personas mayores pueden realizar estas sencillas visitas que, aunque puedan parecer cotidianas, la generosidad las transforma en extraordinarias.