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Opinión

El papel de los gérmenes en la historia

Una mujer con mascarilla. Imagen de Myléne en Pixabay

Los microorganismos han sido grandes catalizadores de la historia de la humanidad, hasta el punto de decir que han moldeado una buena parte de lo que somos hoy en día. Y no podemos hablar de gérmenes e historia sin mencionar la peor pandemia que ha enfrentado nuestro mundo, la peste negra.

El azote de Europa

Causado (presuntamente) por una bacteria llamada Yersinia pestis, la peste negra o bubónica sumergió a toda Europa y Asia en un mar de muertes durante poco más de un lustro. Aunque algunos expertos sugieren que la mortífera pandemia se originó en China (pero no de una sopa de murciélago), investigaciones más recientes sugieren que su epicentro fue un poco más al oeste, en Kirguistán.

Lo cierto es que la peste negra mermó la población de Europa hasta un 60%. En ciudades como Florencia solo un quinto de sus habitantes lograron sobrevivir, en África las muertes ascendieron a 30 millones y en Asia, al doble de esta cifra. Y aunque la del siglo XIV fue la pandemia más tenaz, a esta le siguieron consecutivas oleadas hasta ocasionar más de 200 millones de muertes en todo el planeta.

La disminución de la población causó una gran contracción en la economía y la ausencia de agricultores en el campo motivó u obligó una reinvención tecnológica para mejorar la producción de alimentos, lo que aunado a otros factores dio pie al final de la época medieval y al feudalismo.

El arma secreta de la conquista

Los historiadores sitúan el inicio del renacimiento a finales del siglo XV. Con la caída de Constantinopla a manos del Imperio Otomano, los europeos pierden su principal conexión con Asia. Esto les motiva a buscar nuevas rutas comerciales para conectar con las indias, y es así como un genovés de apellido Colón, emprende una travesía con 87 hombres distribuidos en dos carabelas y una nao, con el beneplácito de los reyes católicos.
De esta manera, en 1492 los europeos descubren el nuevo continente y todo lo que en consecuencia se desarrolla según la historia que ya conocemos. Lo que no es muy popular es que los indios americanos no solo intentaron resistir el trabuco, las lanzas, el arcabuz y los espaldares españoles, los representantes de la corona poseían una artillería aún más letal con la que ni ellos mismos contaban: la viruela.

Como lo explica Jared Diamond en su obra merecedora de un Pulitzer, Gérmenes, Armas y Acero, años de agricultura y ganadería en Eurasia no solo fue la causa de su gran desarrollo, sino también el caldo de cultivo a nuevos microorganismos responsables de algunas epidemias y pestes, pero así como lograron domesticar plantas y animales salvajes, terminaron haciéndolo con las enfermedades, que a la larga los hizo más fuertes (o inmunes).

Así lo describe un misionario de la época, Bernardino de Sahagún en su obra, el Códice Florentino, centenares de hombres yacían muertos ante los ejércitos de Hernán Cortés, el tifus, la gripe y la viruela, le allanaban el camino a la pólvora y los metales. Sobre las tierras del nuevo mundo flotaba una atmósfera de muerte y putrefacción. Se estima que solo en la isla de Cuba, el sarampión disminuyó la población de indígenas a un tercio de lo que era.

Pandemias modernas

Probablemente, estimado lector, desde que comenzó a leer las primeras líneas, no ha podido evitar pensar en este suceso tan cercano y tan nuestro. Incluso hoy, a poco más de tres años del inicio de la pandemia del COVID-19, seguimos recuperándonos de sus consecuencias.

Muy diferente a los escenarios anteriores, este virus no fue tan letal como la yersinia con los europeos y la viruela con los americanos. El SARS-CoV-2 demostró lo débil que son nuestras libertades. Por más inteligentes que presumimos ser, nos vimos sometidos por una fuerza invisible, obligados a un arresto domiciliario por meses, a cubrir nuestra boca con un pedazo de plástico y demostrar lo sumisos que somos ante lo que no vemos ni entendemos.

Con una mortalidad menor al 2%, el COVID-19 causó una recesión mundial no vista desde el crac del 29, sin mencionar el despegue de la tasa de paro, la exorbitante inflación y el desplome del PIB de lo que tal vez nos recuperamos en dos o tres años más, con suerte.

Por. Nasib Halabi, cirujano. 

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