[dropcap]L[/dropcap]os «defensores de la civilización occidental» y los «vigías de Occidente» (léase esto con la necesaria ironía) están en franca expansión, hay que reconocerlo. Les sucede lo mismo que a los terraplanistas.
Si el siglo XVIII fue calificado como el siglo de las luces, el XXI podría llegar a merecer el título de siglo de la fotofobia.
Y es que no son pocas las aves siniestras y noctámbulas que proliferan y revolotean al calor (o al frío desangelado) de nuestras sombras actuales.
Otra cosa sería averiguar de dónde proceden tantas sombras arremolinadas de golpe, que parece que han encontrado en nuestro siglo un buen caldo de cultivo y casi su medio natural.
Educación deficiente y transmisión fluida de todo tipo de desvaríos, junto a unas desigualdades económicas de infarto, puede que estén en el origen de tanta ofuscación violenta.
En cualquier caso siempre es útil leer a Umberto Eco para guiarnos en la maleza: «Contra el fascismo» y «De la estupidez a la locura”, son libros suyos muy recomendables para empezar.
Viene esto a cuento porque todos hemos escuchado a algún simpatizante de VOX hablar admirativamente de Hitler. Está en su línea ideológica, que es la misma que la de los hitlerianos que recientemente tuvieron una convención en nuestro país, y más concretamente en Madrid. Convención que tuvo su mayor gloria en la participación de un sueco, al parecer famoso, llamado Simón Lindberg, y sobre la que hemos podido leer estos días en el País una crónica que no tiene desperdicio: “Dentro de una reunión neonazi en Madrid”, se titula la crónica.
Como este tipo de elementos pueden llegar a ser socios de alguien, conviene tener en cuenta algunas de sus perlas ideológicas, por llamarlas de algún modo, para que luego no nos llevemos sorpresas. Y aquí seguimos al reportero que las cazó al vuelo. Pasen y vean:
«Es necesario que el fanatismo florezca en nuestro interior», decía el líder sueco a una concurrencia variopinta de españoles y españolas hitlerianos, es decir, fanáticos.
Y seguía: «muchos millones de españoles deberían estar fuera agitando las calles y causando otra guerra civil».
Procedía después, este pacífico conferenciante defensor de la civilización occidental, cristiana, y blanca, a recomendar a sus seguidores apuntarse a un gimnasio y aprender boxeo. Para luego afear su cuerpo a los militantes obesos porque desmoralizan a los demás, es decir, a los que sí acuden a los gimnasios.
Sostenemos que estos «defensores de Occidente», tan de gimnasio, no deben estar muy lejos de aquellos otros que hace poco planificaron un golpe de Estado en Alemania. Ni tampoco de los que, más cercanos a nosotros, en un wasap de exmilitares, algunos de ellos simpatizantes de VOX, proponían como solución a todos nuestros problemas, fusilar a 16 millones de españoles, incluidos niños.
No desmerece tampoco a esta tropa fotofóbica y oscura, la pareja de supremacistas blancos que estos días ha sido detenida en USA por pretender «destruir por completo» Baltimore, empezando por su red eléctrica, y que en las fotos que ellos mismos se hacen, aparecen armados con metralletas tremebundas y cubierto el rostro con caretas cadavéricas.
Como socios, casi naturales, la verdad es que son poco apetecibles.
Salvo que se tenga el gusto muy averiado, cosa que es posible.