Opinión

Homo neoliberal

Sede de Credit Suisse en Zurich.

Una ecología para morirse.
O sea, «pánico financiero».
Otra vez.

El «Homo neoliberal» (y aquí incluimos a todos los monaguillos obedientes que comulgan con ese catecismo) es el único animal que tropieza veinte veces en la misma piedra, o sea, el más tonto del reino animal, sin dudarlo.

Un solo pensamiento (único) y un solo obstáculo (el mismo de siempre), y allá que va nuestro Homo.

En esa gran manada de ciegos donde el tuerto es rey, y que se ha dado en llamar posmodernidad, hay un 0’05 por ciento que cabe calificar de «listos» (en el peor de sus sentidos, que es el parasitario), y que son aquellos que explotan la ceguera ajena y se llevan la pasta del cepillo de la parroquia. Una y otra vez.

Lo suyo no es la simbiosis confluente, sino el parasitismo rapaz.

En realidad, son tan listos, o mejor dicho, son tan tontos todos los demás, que se llevan la pasta de todas las parroquias juntas, públicas y privadas, de ese barrio global que se han inventado como ecosistema idóneo para sus fines.

Y no, no son los «amigos del comercio», sino los «amigos de lo ajeno», el eufemismo acostumbrado para los vulgares ladrones.

Esto (lo de llevarse unos pocos «listos» el cepillo de todas las parroquias del mundo mundial) habría que averiguar si corresponde a un rasgo congénito de la especie humana que la condena a extinguirse, o si más que un rasgo innato es un comportamiento adquirido que aún tiene remedio mediante la educación pública y una política más prudente.

Lo cierto es que últimamente viene ocurriendo con más repetición y tontería acumulada que nunca.

¡Qué tiempos!

Una de dos: o la tontería ha adquirido rango de catecismo universal, o la fe está produciendo más tontos que de costumbre.

Apenas hemos apurado con angustias infinitas las cenizas y amarguras de la estafa financiera de 2008, y digerido a medias el austericidio aquel que rescató a los pillos y condenó a sus víctimas, y ya estamos embarcados en una nueva estafa financiera de las que la Santa madre iglesia neoliberal es madre prolífica, y el dinero de los contribuyentes el penitente más a mano.

Este tiempo nuestro, tan peculiar y extravagante, será estudiado en el futuro (si lo hay) como una broma ecológica, aunque de las más pesadas.

El Homo neoliberal, cuya etiqueta dice que es medio libertario y medio zorro, astuto y sagaz, insolidario orgulloso y casi un superhombre nietzscheano, al final resulta ser un homúnculo, una apuesta fallida de la evolución, que necesita ser rescatado (con dinero público) una y otra vez para que no nos arrastre en su caída.

Este tejemaneje repetido de rescates y tramposos, de dineros de vasallos y dineros de señores, que constituye el leitmotiv de nuestra posmodernidad, nos recuerda bastante al derecho de pernada del feudalismo más rancio, aquel que la monarquía potencia y simboliza.

Quizás por eso el término neoliberalismo aparece tantas veces hermanado al de neofeudalismo, una simbiosis (está sí) de alto copete.

Lectura recomendada para esta semana: «Contra todo esto», libro de Manuel Rivas.

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