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Íker Jiménez y Carmen Porter descubren el misterio del farinato

El artista salmantino, Tomás Hijo, fue el anfitrión de los periodistas en su visita a Salamanca
Tomás Hijo, Íker Jiménez y Carmen Porter, en la Plaza Mayor. Fotografía. Tomás Hijo.

Íker Jiménez y Carmen Porter han disfrutado de unas jornadas en Salamanca de la mano de uno de los mejores artistas salmantinos, Tomás Hijo.

Ha sido el propio Tomás Hijo el encargado de documentar y narrar lo bien que se lo han pasado los periodistas del misterio por tierras charras. Además de descubrir los ‘misterios’ del farinato, entre otras exquisiteces salmantinas.

Hijo bromeó con la crónica de la visita del director de La Nave del Misterio a “la dorada Salamanca. Hechos tremendos que pocos se atreven a contar. Vamos. La del alba sería cuando me avisaron las autoridades. Así comienza la crónica que hace Tomás Hijo sobre el viaje que hicieron Íker Jiménez y Carmen Porter por tierras salmantinas.

«¡Tumulto en la Plaza Mayor! Haga algo don Tomás! ¿No son estas gentes amigas suyas? Me personé en el lugar y, en efecto, un corro de personas, flashes, gritos entusiastas. Iker y Carmen atendían a sus seguidores. Sonrisas y apretones de manos. En principio, todo bien.

Sin embargo, había algo raro en el comportamiento de don Iker. Se acercó a mí, me agarró el brazo y, sin mediar saludo, musitó unas sílabas ininteligibles. ¿Claves secretas del futuro? ¿Olvidados códigos ummitas? ¿Revelaciones proféticas?

-¡No te entiendo, Iker!

Repitió susurrando: 

-Fa ri na to.

-¿Qué?

-Que quiero farinato.

-No se preocupe, amigo, que le llevo a un sitio.

Les cuento que caminar por un lugar habitado con Iker y Carmen es como un partido de fútbol americano (se avanza yarda a yarda), pero al fin arribamos a una fonda subterránea pero elegante.

-¡Farinato!

-¡Iker, por favor!

Se nos sirvieron viandas, pero ni rastro del ansiado embutido naranja.

-Mire, don Tomás, hay que estar a la altura.

No me venga con historias.

La cosa se ponía difícil. Menos mal que Carmen me ayudaba a llevarlo lo mejor posible.

A partir de ahí, decidí que avanzaríamos por el subsuelo.

Entre vestigios brujeriles, esqueletos y pentalfas polivalentes, vinimos a salir por una espelunca famosa: la Cueva de Salamanca. Ahí hicimos un descanso. En la foto se aprecia la tensión del momento.

Tomás Amigo e Íker Jiménez, en la Cueva de Salamanca.

Visitamos conventos en busca del preciado manjar.

-Hermana, ¿tienen farinato?

-No. Menos mal que Carmen iba calmando los ánimos y, de paso, compraba unos amarguillos. Y

las monjas se quedaban más contentas.

Por cierto, no se lo pierdan, en medio de este claustro majestuoso llegaron a nuestros oídos, de forma preternatural, voces montaraces y arameas. Palabras de poder.

Pero Iker no estaba para historias.

-Esto son cosas de la Nueva Era.

Consiga lo que le he pedido o aténgase a las consecuencias.

Cuando Iker me llama de usted, ay. Al fin, llegamos al omphalos del charrismo. Al alfa y al omega. Al oráculo. A la chacinería suprema. Los amables propietarios no tuvieron ni que preguntar al ver los ojos febriles del comunicador vitoriano.

-Pasen a la trastienda, que hablamos de las Hurdes, las Batuecas y de todo lo que les gusta.

-¿Pero tienen…?

-Sí, señor Jiménez. Tenemos, tenemos.

Y don Iker se relajó, por fin, y todo fueron buenas palabras, amor en compañía y legendario serrano.

La aventura terminó con el mejor de los ánimos y la sonrisa en la cara. Hice unas doscientas fotos con móviles (sanos y rotos) de Iker y Carmen posando con personas que lo pedían.

Flipé con la incombustible amabilidad de la pareja y con el cariño que recibían.

Me maravilló el interés genuino que mostraban por las cosas y casos que el personal les contaba.

El artista contó a través de sus redes el interés genuino que mostró Íker Jiménez y Carmen Porter por las cosas y casos que el personal les contaban. “En definitiva, el día fue descomunal y soberbio. Iker consiguió lo que buscaba, creo que Carmen se divirtió mucho y yo les despedí emocionado, no sin antes presumir de nuestro trofeo”.

Tomás Hijo se refería al farinato, con huevos y patatas fritas. Sí, una vanagloria. El artista los emplazó para otra ocasión. “Volved cuando queráis, queridos, que os falta probar el hornazo. Se os quiere”.

Carmen Porter agradeció la crónica: «Ningún cronista del reino podría haber hecho un relato mejor. ¡El Hornazo nos espera!».

Además de degustar productos de la potente gastronomía charra, tanto el periodista como el artista, se pasaron por varias librerías de la ciudad, como Letras Corsarias y La Galatea.

Íker Jiménez compartió en sus redes sociales, su visita a Salamanca, hizo especial hincapié en la Cueva de Salamanca. Quizá por aquello de que encierra muchos misterios. 

Acompañó la imagen en la Cueva de Salamanca con este chascarrillo: «El diablo no estaba. Tomás Hijo sí. Menos mal».

 

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