Hace muy poco que José López Pérez dejó de estar detrás de la barra del Scherzo, uno de los bares míticos de la Gran Vía. Ahora mira el ir y venir de sus dos ‘Cármenes’ -mujer y hermana- entre la barra, la mesas y la terraza. Conocedor de primera mano de los años de apogeo de la Gran Vía, cuando era sinónimo de la movida salmantina, allá por los ochenta y primeros noventa. Durante la conversación, el descubridor para Salamanca del café ‘Bombón’, irá y vendrá por sus 35 años al frente del Scherzo.
Por curiosidad. ¿Comenzó como una broma el Scherzo?
No. Es otro significado. Es una composición musical breve y ligera. Beethoven compuso muchos Sherzos. Es música clásica. Al principio quería dedicar un rato de la tarde a poner música clásica, lo que ocurre es que al público no le iba mucho y nos fuimos adaptando a los tiempos. (Risas) Me enteré que Scherzo significaba broma en italiano, porque entraron unos italianos y me lo dijeron. Ese significado no lo tenía cuando elegí el nombre del bar.
¿De qué año hablamos?
El verano de 1985.
A finales de los ochenta, si no habías probado el ‘Bombón’ de Scherzo, no eras nadie en Salamanca.
Sí. Eso es verdad.
¿Por qué decidieron apostar por esa variedad de cafés?
La idea me la dio un amigo que vino de Alicante. Luego los fui haciendo a mi manera.
¿Cuántos cafés distintos tiene hoy la carta del Scherzo?
Al principio, solo el Bombón, que era el sello especial, además de los normales. En Salamanca no ponía nadie el Bombón y tuvo mucho éxito, por lo que empezaron a servirlo en otros locales. El público los comparaba con el nuestro. No digo que éste fuera mejor. Empecé a innovar y seguí ampliando la carta y ahora tendremos más de veinte tipos de cafés diferentes.
Primó para la decoración del Scherzo, un poco años cuarenta, que los locales de la Gran Vía fueran temáticos como el Callejón, el Moderno, Submarino, Puerto de Chus…
Los primeros años no teníamos esta decoración. Éramos un local de la zona. Abríamos por la tarde y la noche. Tal y como está hoy el Scherzo es del 2000, cuando empezamos a abrir por la mañana. La noche ya me sobrepasaba. Indagamos y al final lo decoramos así.
¿Sabe de dónde viene cada pieza de las que se ven en las paredes?
Sí. Hay muchos objetos familiares. Están mis bisabuelos, él estuvo en la Guerra de Cuba. Le meaba los pantalones. (Risas) Solo tenía un brazo. Ascendió a teniente coronel por mutilado de guerra. Mis abuelos, mis tíos,… Casi todas las fotografías que se pueden ver en las paredes son del álbum de la familia.
Desde ese lado de la barra, le vigilaba el teniente coronel para que lo hiciera bien…
(Risas) Sí. Increíble conocer a un bisabuelo en aquella época.
Volviendo a la noche salmantina. En esa época éramos lo más. Salamanca estaba de moda.
Sí. Los fines de semana cerrábamos tardísimo y cuando los de los pueblos venían a Salamanca, se iban a las cuatro de la madrugada, pero del lunes.
Madrid tuvo su movida, al igual que Galia, Salamanca también dejó su impronta en esos años de efervescencia que fue la década de los ochenta.
Sí. Fueron unos años maravillosos, los que van desde mediados de los ochenta a mediados de los noventa. Abrí en 1985, no me conocía nadie, ni sabía nada del mundo de la hostelería cuando entré en el Scherzo. Todo lo que sé y soy lo he aprendido aquí.
Ensayo y error.
Eso es.
¿Fue la mejor época de la Gran Vía -en cuanto a fiesta-?
Sí. No la única. Fue una de las buenas.
La Gran Vía es como el Guadiana, unas veces es el epicentro de la fiesta y otras está a la retaguardia. Háblenos de esta montaña rusa que es esta calle en cuenta a florecimiento y decadencia.
La Gran Vía tuvo un momento de bajón importante cuando se abrieron locales en Carmelitas y barrio del Oeste, con precios muy bajos. Fue duro. Luego vino la zona de Bordadores. También ha habido momentos en los que se compaginan Gran Vía y Bordadores.
Ahora la Gran Vía casi que tiene colgado el cartel de ‘Se alquila’. ¿Tendrá otro resurgir?
Le va a costar mucho. Ahora, con que se mantenga… estaría bien.
Jugando con el título de una canción de Presuntos Implicados. José, ¿Cómo hemos cambiado en Salamanca en estas décadas?
Ha sido una vorágine. Lo que ocurre es que una vez que estás aquí pasa todo tan rápido, que no te das cuenta de lo que ocurre. Además, procuras innovar constantemente. Dándole vueltas a la cabeza.
Renovarse o morir.
Sí. En nuestro caso ha sido así. Empezamos con los tipos de cafés y seguimos. El cliente del café fideliza mucho, más que el de las copas. Te vas adaptando a lo que te pide la clienta. O te adaptas o te adaptan.
José. ¿Cómo se vive de este lado de la barra?
La verdad es que maravillosamente. (Risas) ¡Lo estaba deseando! Han sido 38 años de ese otro lado. Los siete días de la semana. Solo cerrábamos una semana al año. ¡Es duro! Mucha tralla.
Además de lo crematístico. ¿Qué le ha dado el Scherzo?
Muchísimo. Aquí he conocido a unas personas maravillosas. Durante estos años, he trabajado con personas estupendas, empezando por Carmen. Le debo mucho a ellos. Lo digo con orgullo. He tenido mucha suerte. ¡Chapó por todas y cada una de estas personas!
Para terminar. ¿Cuál es esa pesadilla recurrente que aún le despierta, aunque ya no está en el Scherzo?
Ninguna. Estoy muy tranquilo. La pesadilla era cuando regresabas de las vacaciones, al empezar siempre había un aparato que te daba un problema. Abrías el primer día y decías: ‘¡Qué tocará este año!’ (Risas)